La mañana era bella o por lo menos lo fue hasta el instante en el que a la señora Estela Delgado se le ocurrió no aparecerse por la institución educativa tan prestigiosa donde curso mis estudios de nivel "superior" a las 7 de la mañana, como cada Lunes y Miércoles para impartir su interesante cátedra, con sus respectivas disertaciones sobre temas de actualidad.
Y ya que toco el tema de la hora, es precisamente ese aspecto el que levanta ámpula, el que molesta, el que enfada cómo no tienen una nimia idea; todavía no conozco ser racional al cual le agrade levantarse tan temprano.
Estoy sentado justo afuera del aula, los compañeros poco a poco se retiran del lugar, de la escena del crimen; con la frustración y el enojo en sus rostros, algunos alcanzan a soltar entre dientes alguna ordinariez. Mientras tanto yo me pongo a escribir en este trozo de papel para no sucumbir ante la somnolencia que cubre mi cuerpo e influye en mi mente. Lo único que alcanzo a apreciar con exactitud, justo enfrente de mi es el color verde en todo su esplendor generado por las abundantes hojas de un árbol y la baranda que lo acompaña mezclándose como dos amantes en pleno idilio.
Como ya lo manifesté yo también estoy enfadado, y hoy particularmente me ha costado un esfuerzo tremendo el poder levantarme, el separarme de esas sábanas. Tengo sueño, los ojos se me cierran como si mi fuerza de voluntad no existiera y parece que otros también despertaron con somnolencia. Los contemplo desde aquí, desde el suelo frío. Antes de sentir el sopor en mi ser, padecí algunas complicaciones de tipo gástrico. Ya saben, las bondades de la grasa.
En otros temas:
Ayer fui conmovido hasta el cansancio, no hasta las lágrimas lo que a primera vista parecería muy extraño y es que conceptual y socialmentente no se puede separar una cosa de la otra. Le atribuyo la falta a mi estado de ánimo que antes de ingresar a la sala de cine era muy positivo, me sentía bien. Además me di cuenta que esto de estudiar me aleja de algunas cosas que me encantan de la vida, por ejemplo el cine.
Afortunadamente (para mi) me estoy reencontrando con él como quien vuelve a cruzar miradas y palabras en la esquina menos esperada con quien en un año bisiesto se tuvo un amorío, luego en la distancia descubre que su afecto muy ligado a la pasión y el deseo no era más que lujuria disfrazada de cariño y no vuelve a buscarle. Es triste, sin embargo ocurre con frecuencia.
Lo que es verdaderamente triste es lo que me tocó observar en el cine: largas filas para tener un lugar en la proyección de una cinta a la que yo jamás entraría y pocas personas (incluído yo, por supuesto) para apreciar el verdadero cine, el real. Es penoso, pero no deja de ser entendible y hasta cierto punto lógico; ya sabemos que la gente compra lo que le venden. "La culpa la tiene la pinche gente" diría mi hermano.
En ese sentido, próximamente habrá que tolerar la euforia oligofrénica provocada por Los Piratas del Caribe en su tercera y manoseada parte, las proyecciones y deseos de una histérica convertidas en un aprendiz de mago llamado Harry Potter, las aventuras de un monstruo verde titulado Shrek y demás películas de terror o comedias románticas llenas de clichés que no pueden fallar ni faltar en este verano que por cierto ha resultado ser cada día que sucede más caluroso; no bostante de que esa aseveración parezca obvia (como otras expresadas anteriormente) el incremento en la temperatura es alarmante. ¡A sudar se ha dicho!
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