
Director: Julian Schnabel
Duración: 112 minutos
País: Francia/Estados Unidos
Reparto: Mathieu Amalric, Emmanuelle Seigner, Marie-Josée Croze, Anne Consigny, Patrick Chesnais, Niels Arestrup, Olatz López Garmendia, Jean-Pierre Cassel, Marina Hands, Max von Sydow, Gérard Watkins, Théo Sampaio, Fiorella Campanella, Talina Boyaci, Isaach De Bankolé, entre otros.
" Inspirada en la novela 'La escafandra y la mariposa' escrita por Jean-Dominique Bauby como consecuencia de un accidente cerebro-vascular en diciembre de 1995 que lo proyectará en el universo del locked-in syndrome (síndrome del encierro). Totalmente paralizado, no pudiendo moverse, comer, hablar, ni respirar sin asistencia, el antiguo editor en jefe de la revista Elle dicta entonces letra por letra parpadeando con su ojo izquierdo una especie de credencial para un viaje inmóvil."
Esta película de Schnabel es dueña de una sensibilidad enorme, tanto que consigue adentrarse en los recovecos de esa mente dolorida y trasladarnos esos posibles pensamientos a una pantalla de cine con una claridad magistral y convertir la película en una especie de experiencia sensorial.
Nunca antes he visto un uso tan preciso del plano subjetivo, tanta coherencia y elegancia a la hora de relatar unas experiencias biográficas, de manera que los recuerdos y las fantasías aparecen y desaparecen con la mayor de las naturalidades.
Se le nota tan libre y desenvuelta y su capacidad para hacer partícipe a cualquiera de esa experiencia-viaje es tan grande que el conjunto está rebosante de fuerza y poderío, queda para la posteridad una obra conmovedora, profunda, apasionada y apasionante, sobrada de dolor y de belleza.
El contraste es tan fuerte que los momentos de los recuerdos y las fantasías tienen un aire casi épico, transmite una grandeza que parece que fueran míos, todo ello acompañado de una soberbia utilización de la banda sonora.
Puede que, si se fije bien, vea que en el fondo la cinta responde al arquetipo de la obra de superación personal que tanto gusta en los oscar, no obstante está filmada y narrada con una pericia tan consistente y original que consigue hacer un gran proyecto sacándolo del terreno que tenía abonado, el de los melodramas, las melancolías sensibleras y recrear las imágenes de esta historia con generosidad, cuando lo más probable es que las manos de un director menos hábil hubiesen producido un filme muy estático y probablemente pesado.
Además de esa claridad a la hora de escenificar los recuerdos también ayuda al sorprendente sentido del humor que ataca cuando menos te lo esperas, que sin llegar a frivolizar, también nos ayuda a comprender que nada, ni los momentos más duros, deben recibir un exagerado trato dramático y que nunca hay excusa para no imaginar. Para mí eso es sabiduría.
Y ahora estoy aquí, muevo la cabeza, respiro, trago saliva, mis dedos se mueven velozmente por el teclado, hago movimientos voluntarios e involuntarios. Todo mi cuerpo responde obedientemente. Subo y bajo la escalera de mi casa, voy y vengo como quiero. Toda esa maquinaria increíble que es mi cuerpo. A fuerza de costumbre, ignoramos que estamos hecho de puro milagro hecho carne. No apreciamos lo preciosos que son esos movimientos que hacemos con las manos, esa hinchazón de nuestro pecho haciendo circular el aire entre los pulmones y la atmósfera. Nuestros ojos moviéndose para que podamos mirar lo que nos interesa. Las piernas, que amplían nuestros horizontes, y que son el motor de nuestra autonomía física. La piel, fuente de innumerables sensaciones. Y ese mecanismo que nos permite hablar.
¿Cuándo fue la última vez que nos detuvimos a venerar esta máquina prodigiosa que contiene nuestra alma, todo lo que somos?
Jean-Dominique Bauby se vio privado de golpe de todo eso que apenas valoramos. Se vio encerrado dentro de su propio cuerpo. Lo que antes había sido su puerta al mundo, se transformó en su cárcel. La cárcel de su alma. La cárcel de sus pensamientos. La escafandra que le aislaba de lo que le rodeaba.
Más que verla, hay que dejarse ver por ella. Y temblar.
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