
Director: Krzysztof Kieslowski
Duración: 98 minutos
País: Francia/Polonia/Noruega
Reparto: Irène Jacob, Halina Gryglaszewska, Kalina Jedrusik, Aleksander Bardini, Wladyslaw Kowalski, Jerzy Gudejko, Janusz Sterninski, Philippe Volter, Sandrine Dumas, Louis Ducreux, Claude Duneton, Lorraine Evanoff, Guillaume de Tonquedec, Gilles Gaston-Dreyfus, Alain Frérot, entre otros.
" La polaca Weronica y la francesa Véronique tienen muchas cosas en común, ambas son huérfanas de madre, son dos mujeres muy sensibles que viven sólo para la música y padecen la misma enfermedad."
Me gusta atesorar ciertas películas. Con esto quiero decir que de algunas cintas espero que sean tan buenas que prefiero salvarlas de alguna futura sequía o de algún período de tristeza donde necesite mi dosis de insulina espiritual. O puede ser que algún cineasta valorado y respetado haya muerto recientemente y este tan consciente de que hay tantas películas nuevas por ver, que sólo desee un poco de paz en mi vida.
Kieslowski es una especie de semidiós en mi mundo de cinefilia. Y no es porque haya sido uno de los directores que más me impactara con sus obras, sino porque admiro la capacidad que poseía para dibujar la geografía de las atmósferas de sus proyectos con un toque muy delicado y por mostrar la riqueza emocional de sus personajes con una increíble sutileza. No queda duda de que fue uno de los directores más inteligentes que han existido por el sello tan particular que le brindaba a sus obras, una extraña mezcla entre lo profundo y lo frágil, la belleza y la deformidad, sin que ello necesariamente resultara antiestético.
Y a pesar de que Kieslowski no está ni cerca de ser mi director favorito, considero que su Trilogía de los Colores me marcó en cierto sentido. Unas cintas maravillosas que recomendaría para que cada habitante de la tierra pudiera apreciarlas, ya que volviendo al tema de la fragilidad y las sutilezas, esas cintas me rasgaron por dentro, lo hicieron con tanto cuidado que no lo noté durante años y luego de repente un día me enteré que siempre están presentes, sobre todo cuando me encuentro a alguien en la calle. Una gran trilogía.
Cabe decir que Kieslowski relacionaba el color con sentimientos humanos y lo utilizaba como recurso narrativo en todos sus trabajos. Esta película no es la excepción, simplemente es impactante por ese manejo impecable de cada una de las tonalidades del café, verde y rojo.
La creación de la que hoy me toca plasmar ciertas ideas contiene algo de la mentada trilogía: es melancólica, enigmática y circula delicadamente por una vertiente dolorosa, con aires de cuento que traspasan lo impalpable y lo abstracto, en una comunión casi mística con lo inexplicable.
Aquí se especula con la posibilidad por muchos imaginada, de que el doble de una persona exista en algún lugar del planeta, fenómeno conocido en las leyendas nórdica y germánica como Doppelgänger, que se traduciría como 'doble andante'. En pocas palabras, imaginarse cómo sería si tuvieramos un doble y cómo sería la experiencia si ese gemelo nuestro fuese realmente un malvado.
La idea es muy atrayente y por ello no deja de contar con un aspecto sumamente perverso, puesto que en dichas leyendas si uno se llegaba a cruzar con el doble, eso significaba un presagio ineludible de la propia muerte.
Esta clase de película es únicamente para aquellos que aman el llamado 'cine de autor' o como le llaman aquí 'cine de arte'; esa clase de cinematografía que ofrece planteamientos abiertos, perspectivas del propio autor y muchas interrogantes. Es decir, todo está descubierto a la libre interpretación del espectador.
Con base a dicha razón, aún si no entendieran nada de la trama, el filme es visualmente mágico y conmovedor. Cabe mencionar la actuación de Irene Jacob que se comporta a la altura, creíble en ambos personajes y realmente luminosa por donde se le mire.
Para muchos es probable que la historia tenga huecos, si es que se está acostumbrado a ver demasiado cine líneal y construido a través de las estructuras típicas del cine americano; para esa gente solo será una serie de hermosas escenas sin coherencia. Para otros será un viaje entre colores, simbolismos, nostalgia, miseria humana y luchas personales de las Verónicas que pueden encaminarse a ahondar en sí mismo.
Por lo menos en mi caso me llevo a reflexionar sobre si existe realmente eso del llamado 'libre albedrío, o si existe un creador de alguna clase, o nada más es que de verdad todos actuamos y pensamos con autonomía. Habría que seguir pensando sobre pensar.
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