
Director: Ernst Lubitsch
Duración: 99 minutos
País: Estados Unidos
Reparto: Margaret Sullavan, James Stewart, Frank Morgan, Joseph Schildkraut, Sara Haden, Felix Bressart, William Tracy, Inez Courtney, Sarah Edwards, Edwin Maxwell, Charles Halton, charles Smith, entre otros.
" Alfred Kralik es el tímido jefe de vendedores de Matuschek y Compañía, una tienda de Budapest. Todas las mañanas, los empleados esperan juntos la llegada de su jefe, Hugo Matuschek. A pesar de su timidez, Alfred responde al anuncio de un periódico y mantiene un romance por carta. Su jefe decide contratar a una tal Klara Novak en contra de la opinión de Alfred. En el trabajo, Alfred discute constantemente con ella, sin sospechar que ella es su amiga secreta."
Ya hemos oído hablar del toque Lubitsch, de su ironía en el humor, de sus historias románticas, de lo que influyó Chaplin en él y que se volvió decisivo luego en sus trabajos ya que le influyó a la hora de tratar la personalidad de la mujer y de ahí, probablemente, sus referencias a las alcobas, a las tiendas de moda, a la ropa.
Así supo dotar a la mujer de elegancia y de una fina inteligencia. La comedia inteligente. Una y otra vez está presente su sello inconfundible sin fallar ni una sola vez. A la vez potencia su sexualidad, su superioridad. Ella es la que engaña, la cruel, una constante también muy tratada.
Es complicado escribir sobre una película que me parece grandiosa, que transita por todos los géneros magistralmente, que cuenta con unos diálogos inigualables, que posee unas interpretaciones portentosas y que emociona y hace reir a partes iguales. Todo un clásico del cine.
En ella transitamos por las vidas de los empleados de una tienda y así vamos apreciando en cada uno de ellos sus matices, sus sueños, sus miedos y todo lo que genera la relación laboral con los compañeros: envidias, tensiones, amistad y amor. A pesar del tono melancólico que acompaña el metraje de la película, en la que existe incluso un intento de suicidio, el resultado es una comedia deliciosa, verdaderamente reparadora del estado anímico.
La pareja protagonista, Stewart y Sullavan, están sublimes en sus interpretaciones, los diálogos que mantienen tienen la compleja cualidad de resultar espontáneos e ingeniosos a la vez, verlos juntos llena la pantalla de encanto y al espectador de alegría. Los personajes secundarios no tienen desperdicio, fabulosas piezas del engranaje, sin desmerecer su papel en la historia, a los que se les dedica el tiempo preciso y necesario para desarrollar pequeñas subtramas y lograr que el ritmo nunca decaiga.
Con Lubitsch el tamaño de la pantalla no importa. Tan trascendental es lo que sucede en ella como lo que queda fuera. La esposa del propietario, que tiene un papel determinante en la dinámica de los acontecimientos, está siempre fuera de pantalla, y aún así se nota su presencia.
Los chistes visuales o de otro tipo están ausentes, el humor viene propiciado por la propia manera de ser de los personajes, sin resultar por ello extravagantes, por las conversaciones, los enfrentamientos y los errores, como corresponde a la elegancia de las comedias de Lubitsch.
Habrá que recordar que Lubitsch fue el padre de toda una generación de directores judíos que fueron llegando desde diferentes partes de Europa como William Wyler, Otto Preminger o Billy Wilder, a los que fue sistemáticamente dando oportunidades y consiguiendo que el cine norteamericano se desarrollará de forma envidiable gracias a él. Por supuesto, a su funeral acudieron casi todos los directores más famosos de Hollywood de los cuales muchos debían su éxito a Lubitsch.
El famoso toque Lubitsch está presente en toda su creación, y a la vez cualquier secuencia es muy ilustrativa de ello. Yo me quedo con la escena final, para la que el director nos ha estado preparando durante todo el metraje. Un simple gesto de Stewart, y quedamos sorprendidos de la elocuencia que alcanza ese clavel en la solapa, sobran las palabras, todo encaja con delicadeza y precisión. Sólo falta el inevitable beso y voilà, película redonda. Puro refinamiento.
Dato curioso: La idea central de dos personas que se detestan y al mismo tiempo desarrollan un romance por email, fue usado por la cinta You've got Mail (Tienes un email, 1999) con Tom Hanks y Meg Ryan, en la cual uno de los protagonistas es dueño de una librería llamada 'The Shop Around the Corner." Si, en cierta forma es un remake. Uno muy soso, por cierto.
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