Director: Orson Welles y dos personas sin acreditar (Fred Fleck y Robert Wise)
Duración: 88 minutos
País: Estados Unidos
Elenco: Joseph Cotten, Dolores Costello, Anne Baxter, Tim Holt, Agnes Moorehead, Ray Collins, Erskine Sanford, Richard Bennett, Orson Welles (voz del narrador), entre otros.
" A finales del siglo XIX, la mansión Amberson es la más fastuosa de Indianapolis. Cuando su dueña, la bellísima Isabel, es humillada públicamente, aunque de forma involuntaria por su pretendiente Eugene Morgan, lo abandona y se casa con el torpe Wilbur Minafer. Su único hijo, George, crecerá demasiado consentido y malcriado. Años más tarde, Eugene regresa a la ciudad con su hija Lucy, de quien se enamora el engreído George."
Demostrado su talento de forma sobrada y mítica en Citizen Kane, Welles acometió su segunda película, un melodrama clásico acerca de la aristocrática familia de los Ambersons, quienes impedidos por un brillante y autosuficiente pasado pierden el tren del progreso y la identidad años después en el presente, y lo que es peor, para el futuro.
La película desarrolla un drama de época que deriva en un potente melodrama familiar. Welles lo realiza de acuerdo con el contrato firmado con RKO para la filmación de dos películas: Citizen Kane y ésta. Según el contrato, disponía de un amplio margen de libertad, si bien a última hora renuncia a su propia "versión" de la segunda por compromisos de trabajo, entre los que destacarían la producción Estambul y la realización de una cinta por capítulos por encargo del gobierno de los Estados Unidos, que comienza y no logra terminar. George Schaefer, productor ejecutivo de la película, encarga a Robert Wise la reducción de 50 minutos del metraje y la sustitución del final dramático, por otro del gusto del público. Welles había entregado un producto de 131 minutos. La nueva edición, que incluye cortes y filmaciones adicionales, es de 88 minutos. El gran desacierto de Schaefer se produce cuando ordena la destrucción del material filmado, no incluido en la edición de Wise.
El tema de fondo de la creación de Welles es la sustitución de lo viejo por lo nuevo, las antiguas formas de organizar la producción y la actividad económica por las innovaciones aportadas por los avances tecnológicos. Los cambios en la industria imponen cambios en la organización del trabajo, nuevas costumbres y nuevas actitudes personales y sociales. La antigua aristrocracia propietaria de todo, atrofiada, pasiva y aferrada a viejos privilegios, no tiene cabida en la nueva sociedad. Las historias de los Ambersons, Los Morgan y la ciudad, evolucionan en paralelo. Mientras se hunde la cultura de los privilegios de clase, se consolida y avanza la cultura de la innovación, la competencia, la adaptación al cambio y el riesgo.
Todos los cambios exigen renuncias y sacrificios, todos son dramáticos y dolorosos. Así lo explica Welles de la mano de una historia compleja e intensa, filmada con maestría.
Porque la cinta también es una verdadera joya desde lo técnico: la dirección, el diseño de los sets y el vestuario, la iluminación y la fotografía, el juego de luces y sombras, la sugerente ubicación de la cámara, la edición del sonido, el diseño de arte. Todos esos aspectos que están muy bien logrados, provocan que esta obra sea una opción también atractiva en lo visual, estético y artístico.
El filme hace uso de un estilo narrativo pausado, la voz en off de un narrador y un espléndido y novedoso uso de un conjunto de objetos vistosos, lo que produce un efecto agradable. En medio de ello, una reflexión magistral acerca de dos formas diferentes de ver el mundo, dos concepciones distintas en dos clases sociales diferentes: unos varados en lo tradicional y rancio; otros, rastreadores y patentadores de progresos y riesgos. Y por estas dos gamas y micromundos, la historia de dos amores imposibles, uno maduro y el otro joven.
Película sobre la hipocresía, la vanidad cegadora que oscurece un luminoso futuro, sobre la frustración del ser humano cuando sus deseos son ilusiones y se golpea con la esquiva e inexcusable realidad. Welles obtuvo con esta creación suya una obra maestra indiscutible y un extraordinario melodrama, una demostración de su sobresaliente capacidad sintética y creativa y fue la confirmación suprima de su divino y excesivo genio.
Tal vez por ello, y después de que al público no le agradara al verla por primera vez, los productores masacraron la edición previa de Welles y comenzaron así el linchamiento, a veces humillante e imperdonable, del posiblemente mayor talento y menos afortunado cineasta que haya dado el séptimo arte en su abundante y gastada historia.
La historia y los créditos al final nombrando uno por uno al cuerpo técnico y artístico de los participantes en la película, con la imagen de los actores, es en general una estupenda labor. Por último, expresa: "Yo hice el guión y dirigí la película. Mi nombre es Orson Welles".
Está claro que le sobraba personalidad. Un genio.
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