Director: Penny Marshall
Duración: 104 minutos
País: Estados Unidos
Elenco: Tom Hanks, Elizabeth Perkins, Robert Loggia, John Heard, Jared Rushton, David Moscow, Jon Lovitz, Mercedes Ruehl, Josh Clark, Kimberlee M. Davis, Oliver Block, Erika Katz, Allan Wasserman, Mark Ballou, Gary Howard Karl, entre otros.
" La historia de un chico que pide como deseo en una máquina mágica el volverse mayor, entonces se despierta a la mañana siguiente habitando en el cuerpo de un adulto."
Muy probablemente, esta película provoque una división de opiniones, donde unos la califiquen de empalagosa y tonta, mientras otros no se avergonzarán en absoluto de ella y la recuerden con una gran sonrisa. Yo me sitúo en el segundo grupo, pues cabe decir que la directora Penny Marshall realizó un plausible y respetable trabajo con esta cinta.
Esta ocasión que tuve de observarla fue para mi la primera y mis expectativas estaban dirigidas a ver una película tontamente entretenida con un Tom Hanks principiante haciéndose el idiota todo el tiempo. Para mi sorpresa, no fue de esa manera. Desde el inicio, la película se hace muy agradable, gracias a algunos personajes encantadores y divertidos. Desde luego prevalece el toque entrañable, gracias a la visión inocente y aventuras de sus dos protagonistas adolescentes, que viven sus primeras experiencias amorosas y, cómo no, también sus desamores.
Todo el relato sobre las hazañas de Josh y su amigo, resulta en su primer cuarto de hora muy fresco, original, divertido y de lo más adorable.
La aventura comienza cuando el propio Josh pide el deseo de hacerse mayor en una curiosa máquina, para su mala fortuna su deseo es concedido, y de la noche a la mañana, aquel joven de trece años, se convierte en un treintañero interpretada por Hanks y cuya mentalidad sigue siendo la de un típico adolescente, deseoso de peligros y riesgo, de juguetes, básicamente un muchacho con muchas ganas de curiosear y de divertirse.
Ahora bien, esta película, sin salirse de ser una simple comedia ligera casi irrelevante (su guión, tratamiento y diálogos son una prueba de ello), consiguió destacarse y colocarse como un buen referente de nostalgia, para muchos espectadores de la generación.
En ese sentido, me parece que habría que buscar los elementos que provocaron ese reconocimiento por parte del público.
El primero, sin duda tiene que ser un Tom Hanks que, aunque estaba todavía por ser descubierto, llevó a cabo en esta obra todo un alarde de talento interpretativo, con un personaje que acarreaba la dificultad de exigir un carisma que enganchara fácilmente, sin olvidar que, en lo básico, se trataba de un pubescente con su inexperiencia a cuestas.
Esta interpretación, además nacía ya condenada a un guión (típico en la comedia liviana) que no buscaba, ni mucho menos, en ningún momento, que el desafortunado actor pudiera lucirse. A pesar de ello, como poco Hanks está memorable en este trabajo, consiguiendo darle rostro y nombre propio a un producto de esta limitada capacidad de autoría (que en este caso proviene en parte de un Spielberg, pero no de Steven, sino de Anne, su hermana). Porque Big será siempre Tom Hanks.
El segundo elemento sería el argumento absolutamente sugerente, muy bien aprovechado (exprimido más bien), por un divertido desarrollo que no tiene ningún desperdicio. Quiero decir que, por un lado, todo impúber sobre la Tierra ha soñado alguna vez con esa máquina maravillosa que lo convirtiera en adulto, y eludir las limitaciones que la corta edad pone sobre una mente sin miedo a explorar, como lo son las de los pre-adolescentes; y por otro lado, que todo ese poderío imaginativo siempre se queda corto, cuando el niño intenta advertir, las numerosas, amplias y divertidas posibilidades de tener un cuerpo de adulto y las miles de locuras que cometería en tal caso.
En este sentido, la película dota de toda su sencillez a esta maravillosa idea, y la desarrolla satisfactoriamente: el protagonista no escatima en aprovechar tan preciado don, sabe divertirse con él y sabe divertirnos a nosotros los espectadores.
En mi caso, yo haría especial hincapié en el curioso tratamiento del tema sexual que, aunque de forma sumamente discreta, es bien sugerido e insinuado en esta película.
Finalmente, y como no podía ser de otra forma, el tono de la historia sabe volverse tremendista (esto es, volver a la triste y cruda realidad), para aportar el necesario sentido didáctico en un mensaje dirigido a los pequeños: toda diversión tiene un precio, la libertad de un adulto tampoco es gratuito.
Las limitaciones aparecen porque, a cambio, la vida te exige siempre una responsabilidad en tus actos. Y ya veremos cómo se las arreglará este despreocupado señorito, cuando descubra que el cambio no equilibra; que en la cruda realidad, la responsabilidad de la madurez limita mucho más que un cuerpo pequeño o unos padres protectores, en una mente que solo podrá responder perdiendo toda fuerza en su curiosidad y audacia.
Madurar, en términos simples, no deja de ser el hecho de caer por tu propio peso.
Buen ejercicio de entretenimiento y diversión para niños, adultos o niños con cuerpo de adulto, incluso para adultos con cuerpo de niño, como no es mi particular caso ¿o si?.
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