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Le samouraï (1967)




Director: Jean-Pierre Melville

Duración: 105 minutos

País: Francia/Italia

Elenco: Alain Delon, François Périer, Nathalie Delon, Cathy Rosier, Jacques Leroy, Michel Boisrond Robert Favart, Jean-Pierre Posier, Catherine Jourdan, Roger Fradet, Carlo Nell, Robert Rondo, André Salgues, André Thorent, Jacques Deschamps, entre otros.

" Después de matar al dueño de un club nocturno, el asesino profesiona Jef Costello es visto por diversos testigos. Sus esfuerzos para proporcionarse a sí mismo una coartada terminan por fracasar y entre más pasa el tiempo más se encuentra arrinconado."

El humo apenas diluido, suspendido entre las cuatro funestas paredes. Luego el plano general permanece inmóvil, estático, no me queda más que adivinar el cigarrillo. Tal vez hasta ese momento no me había percatado de la silueta derribada en la cama. El perfil, su trazo queda también difuminado, oculto por las sombras de una habitación casi obligada a permanecer inerte. Y casi lo consigue, porque un pequeño pájaro chilla durante dos minutos. Traidor en su proceder, crea el contrapunto de la escena. Este detalle me parece soberbio.
La cinta es una mezcla de misterio, crimen y drama. Está considerada como una de las mejores obras de cine negro francés. La historia se narra con minuciosidad, atención al detalle, meticulosidad y sin omisiones que alteren el significado de alguna escena. Este hecho se hace particularmente patente en la larga escena de la persecución de Jef en el metro de París, tantas veces imitada en películas posteriores.
Si por definición, la eficiencia es el cumplimiento de un objetivo con el menor número de recursos, esta es la película más eficiente de la historia. No por rentabilidad económica, que seguro en ese apartado deben estar en los primeros lugares obras como Desperado o The Blair Witch Project, sino por rentabilidad cinematográfica.
Debe ser imposible realizar una película con menos recursos cinematográficos que los que aquí debieron usarse. Apenas hay un traje y un sombrero, una pistola, un policía, el protagonista, la chica del protagonista, el malo y la chica del malo. Sólo existen los recursos tradicionales del cine negro. No hay nada más. Existe todo eso y también se vale de recursos como la lluvia y la atmósfera. Existe todo eso y el descomunal talento de un autor en estado de gracia.
Todos esos escasos recursos podrían haberse utilizado para hacer un thriller de los de siempre. Esas obras de cine negro en las que abunda la información y el espectador tiene que estar atento a captarla toda y situarla en el momento adecuado. Aquí, no. Aquí apenas hay información. Y toda la que da es sustancial, cambiaría la película sin ella.
De hecho, probablemente la película sería distinta sin uno solo de los elementos, sin uno solo de los planos, sin uno solo de los diálogos. Melville lleva al extremo la economía de medios y datos para construir una intriga prácticamente muda, donde todo es trascendente, nada es accesorio, todo es verdad.
Y lo mejor de todo es que con ello, no realiza un ejercicio de estilo, sino que consigue una trama que te ata al asiento, te sujeta al protagonista, regala una belleza triste e infinita, emociona con uno de los finales más elípticos, sorprendentes y redondos que se recuerden.
La estilización del relato, su desnudez y lo primario de sus elementos, le dan un aire abstracto, atemporal y categórico, que eleva su nivel de consideración e interés. El personaje principal, construido con riqueza de matices y bien definido, vive en una situación de extrema soledad, acepta su destino con serenidad y dignidad casi religiosas, realiza su trabajo con pretensiones de perfección y se sitúa ante la eventualidad de su muerte con una serenidad insólita y un enorme autocontrol mental y emocional.
Encarna el sentido del honor y del orgullo, a la manera del samurai japonés. Al mismo tiempo personifica al superhombre de Nietzsche. No hay lugar en su espíritu para los sentimientos humanos. Su figura sobria, silenciosa, distante, rigurosa y trágica, ha servido de modelo a numerosas réplicas e imitaciones posteriores.
Los diálogos son breves y, en ocasiones, escuetos, pero expresivos y vibrantes. La banda sonora recoge sonidos singulares, como el canto del pájaro de la jaula, el rugido que genera la máquina de una motocicleta, el arranque del coche que ha sido robado, los golpes de los nudillos de la mano en la puerta y una lista extensa de diversos sonidos que nos recuerdan no olvidarnos de cada detalle.
La música, ofrece una partitura original de jazz, con solos de teclados, piano, acordeón y trompeta, que acompañan con dramático lirismo la devastadora soledad del protagonista. Es excelente la interpretación de Alain Delon, que luce una imperturbable e inexpresiva, pero muy oportuna, cara de poker (refiriéndose a no mostrar expresión alguna en el rostro). 
La fotografía, en color, describe con especial atención los ambientes nocturnos, las calles oscuras, los ambientes subterráneos, los locales opresivos y los espacios corruptos. Hacia el final de la cinta aumenta la prevalencia de los colores azules densos y grises, contrastados con ardientes rojos, que intensifican la frialdad y la desolación del conjunto.
Con el tiempo, esta película, se ha convertido en una de las obras maestras del cine policíaco y en una obra de culto. Estamos simplemente ante el retrato en negro de un hombre solitario.

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