Directores: Donald Cammell, Nicolas Roeg
Duración: 105 minutos
País: Reino Unido
Elenco: James Fox, Mick Jagger, Anita Pallenberg, Michèle Breton, Ann Sidney, John Bindon, Stanley Meadows, Allan Cuthbertson, Anthony Morton, Johnny Shannon, Anthony Valentine, Kenneth Coley, John Sterland, Laraine Wickens, entre otros.
" Chas, un gángster violento y psicótico del Este de Londres necesita un lugar donde esconderse después de un ataque que no debió haber llevado a cabo. El pistolero encuentra la fachada perfecta en forma de una casa de huéspedes que es dirigida por el misterioso señor Turner, una antigua superestrella de rock, quien está buscando por la chispa correcta para reavivar su talento que se ha desvanecido."
Ahora, en esta oportunidad, se me presenta la ocasión de hablar una película que no puede ser clasificada o encasillada en cualquiera de las Subcategorías existentes en el cine. Muchos espectadores tanto de aquellos días como de ahora que han tenido la ocasión de observarla parecen molestarse por lo que consideran una evidente falta de significado o ausencia de algún mensaje como fundamento del relato.
Estamos frente a una obra que empieza más o menos como lo haría cualquier cinta de gángsters, pero que luego se convierte de manera abrupta en un auténtico viaje psicodélico, en el cual aparece como figura central Mick Jagger (sí, el vocalista de los Rolling Stones), en una de sus interpretaciones más peculiares en pantalla, en donde da vida a una estrella de rock retirada que se hace llamar Turner.
En primer lugar, me gustaría establecer que la película, sin duda alguna, no se esfuerza mucho por ser clara en la descripción de los hechos, lógica al exponer los mismos, ni cuenta con características similares o cercanas al avanzar el metraje. Más bien, parece que su primera y única pretensión es que la narración sea a cada instante más y más enmarañada. Para ello hace uso por ejemplo de un montaje frenético y por supuesto de escenas en donde la revelación de experiencias caracterizadas por una alteración de la sensibilidad es lo fundamental, experiencias que en condiciones normales permanecen ocultas y que en este caso se suelen manifestar en forma de alucinaciones. Por supuesto que me refiero a vivencias de tipo psicodélico. Estamos ante una obra de esas características. Una obra que es rara o extravagante porque posee características propias de lo que se percibe en las alucinaciones. Y esto se debe tener claro antes de verla o por lo menos no olvidarlo mientras se hace, no tanto por un afán de comprenderla (no creo que esto se pueda lograr con una alucinación) sino para intentar hallarle un sentido a todo lo que los ojos logran percibir en la pantalla.
En ese mismo sentido, considero en este instante apropiado hacer la siguiente advertencia: si te gustan las historias con un argumento claro, personajes bien definidos y desde luego un final feliz, aléjate de esta película. Y es que, para poder disfrutar de esta cinta, debes olvidarte de usar tu racionalidad por un momento, en este caso, por los ciento cinco minutos con los que cuenta el metraje.
A primera vista, hay muchas y diversas interpretaciones que se pueden tener sobre ella y sobre los hechos que nos cuenta, pero a mi entender todas ellas se vuelven más claras si se presenta la coincidencia de volver a verla por segunda vez.
Como si de un sueño se tratara, esta película es un completo shock visual y mental donde nada aparece, ni se muestra como estamos acostumbrados a apreciar en el celuloide, esto es lo que provoca en el espectador una sensación de estar aturdido y abrumado por una atmósfera tan peculiar.
En mi caso, lo que me parece más desconcertante de la película es cuán adelantada está a su tiempo, en todos los aspectos. Para empezar, fue filmada en 1968, pero fue lanzada dos años después porque los distribuidores obviamente no estaban preparados para este tipo de Perfomance y básicamente porque estoy seguro que no habían visto nada igual antes de ella. La sociedad occidental estaba experimentando transformaciones que estaban ocurriendo de manera increíblemente rápida y el choque cultural que sucedió en aquellos días es el corazón y la esencia de esta obra. En aquellos tiempos, en aquellos días, la consigna es que era tiempo de cambiar, era la perfecta oportunidad para que se diera un cambio.
Y así, al igual que el personaje principal Chas, el mundo occidental después de aquella época jamás volvió a ser el mismo.
He aquí un dato interesante que puede resultar relevante para comprender el contexto: justamente cinco años antes de esta cinta, el protagonista de esta película, el actor James Fox había aparecido en otro proyecto conocido como The Servant, una película basada en una obra de Harold Pinter y que contaba con una historia que tiene mucho en común con Performance. The Servant fue considerada una creación muy controvertida en aquel tiempo, debido a sus alusiones al sexo sórdido (o sucio, ¿cómo suena mejor?) pero fue grabada en blanco y negro, con una edición y unas actuaciones que podríamos llamar ordinarias, y finalmente contaba con una banda sonora que contaba con música de jazz muy anticuada. En fin, un producto que fue realizado en pocas palabras con un rodaje muy convencional. Por esa razón, resulta difícil de creer que los hechos ocurren en la misma ciudad (Londres), teniendo como protagonista al mismo actor, y que entre ella ellas sólo exista una diferencia de cinco años.
Ninguno de los elementos que compone esta cinta es común. Para empezar arranca a un ritmo frenético, atesora toda una gama de llamativos colores, música inquietante, además de disfrutar tanto del sexo como de la violencia de una manera muy gráfica. El mundo del crimen en Londres es retratado con una inusitada precisión. De hecho, uno de los tipos que interpreta a uno de esos criminales, terminó convirtiéndose en uno de ellos en la vida real. Así que, de repente por un caprichoso giro del destino, el chico malo (aquí no hay héroes) es enviado a una escena oculta y subterránea completamente diferente, donde nada es verdad, y todo está permitido. Ahí es donde conoce a su alter ego, un músico retirado que vive aislado en una mansión roja junto a dos enigmáticas mujeres y cuyas paredes están cubiertas con espejos. En ese lugar, casualmente se sirven en el desayuno algunos hongos alucinógenos, las nociones de tiempo y espacio se desvanecen cada vez más, mientras que el género, la identidad y la verdad se vuelven cada día más borrosas. Los dos personajes principales se fusionan gradualmente y aunque en apariencia cada uno de ellos parece estar condenado a su propio destino fatídico, al final nunca se llega a saber con certeza quien es quien en este excéntrico relato.
No recuerdo alguna otra película en donde se aprecie el baño ácido que se le brinda aquí a un Rolls Royce, o a unos matones realizando un espectáculo de striptease o la insólita escena en la que vemos como es el viaje de una bala al interior de un cráneo, por mencionar algunos de los momentos más excepcionales de esta película. Además, habría que hacer una mención especial a aspectos como el uso recurrente de espejos a lo largo del filme, el constante juego con los colores que se realiza y obviamente la superposición de rostros e imágenes que no tienen comparación con ninguna otra obra en la historia del cine.
Finalmente me gustaría expresar que se puede amar u odiar esta película, como sea lo único que es cierto es que es atrevidamente creativa y experimental y cualquier cosa menos ordinaria.
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