Director: Rob Reiner
Duración: 82 minutos
País: Estados Unidos
Elenco: Rob Reiner, Kimberly Stringer, Chazz Dominguez, Shari Hall, R.J. Parnell, David Kaff, Tony Hendra, Michael McKean, Christopher Guest, Harry Shearer, Bruno Kirby, Jean Cromie, Patrick Maher, Ed Begley Jr. Danny Kortchmar
" Spinal Tap, una de las bandas más ruidosas de Inglaterra , cuya historia es narrada visualmente por el director de cine Marty DiBergi en lo que resulta ser una gira fatídica."
Nuestro baterista explotó tocando en vivo; solo quedó de él un glóbulo verde. Hay mucha gente que explota espontáneamente; lo que pasa es que nunca lo dicen en los medios.
Con esta grandiosa frase, que no es la única y ni siquiera es la mejor, se pueden hacer una idea del tipo de humor que se van a encontrar en esta película. Falso documental en torno a la evolución de un famoso grupo de rock. Tuvo tal éxito que tuvieron que armar el grupo de verdad, llegando hasta el punto de lo legendario para terminar subiendo al escenario para tocar sus simpáticas canciones, consiguiendo que verdaderos rockeros tuvieran que aguantar la respiración. Y eso no es nada.
El arte imita la naturaleza. Ya desde el comiendo de la Historia, las manifestaciones artísticas se han encargado de reproducir escenas cotidianas hasta que poco a poco, la ficción ha ido penetrando hasta convertirse en el gran (y casi único) inspirador de artistas de todo tipo de disciplina en detrimento de la realidad, hasta el punto de transgredir las barreras que separan una y otra.
Pero volviendo al año 1984 y en concreto a la película, nos encontramos una divertida parodia de todos los clichés del mundo del rock, que cualquiera que haya seguido con pasión la carrera de alguna banda del género, reconocerá al instante: los titubeantes comienzos, el miembro pendenciero y vulgar, el aguafiestas, la Linda McCartney o Yoko Ono de turno, el periodo progresivo, el disco conceptual, las discusiones entre los miembros y el posterior abandono de alguno y un largo etcétera.
A principios de los años ochenta, un grupo de actores y amigos (léase Reiner, Guest, McKean y Shearer) se unió para escribir un guión que narraba las peripecias de una banda ficticia de hard rock, la llamaron Spinal Tap. Desde aquí puedo oír las carcajadas que se escucharon en las primeras lecturas en grupo de aquel guión, cuando sólo era papel y tinta. Sus ecos aún llegan, resuenan en las paredes de la habitación donde escribo, más de treinta años después.
Pienso en la primera vez que lo vi materializado en la pantalla de mi sala, hace algún tiempo, y no comprendo cómo sobreviví a la experiencia: creía que reírse a pulmón abierto, casi de manera ininterrumpida durante ochenta minutos iba más allá de la resistencia de cualquier humano. No sé, quiero suponer que más de uno habrá necesitado reanimación cardiovascular al ver la escena en la que el bajista se queda atrapado, en pleno concierto, dentro de una especie de placenta de dos metros de alto.
Uniendo una capacidad de observación casi heroica, una exquisita inteligencia y toneladas de buen humor consiguieron crear una sátira redonda que no se queda en la mera sucesión de chistes y lugares comunes. Desde el inicio hasta el final (grandiosos créditos), no descuidaron ni el más mínimo detalle: hasta se unieron a la curiosa inclinación de las bandas de la época a colocar umlauts (alteraciones fonológicas que se hacen sobre las vocales en las lenguas germánicas) en sus nombres, en este caso sobre la N (sí, una consonante) de Spinal. Aquí todos los elementos están cohesionados como una mágica alineación planetaria, de esas que solo se producen una vez cada miles de años. Hasta el aire que comparten los personajes está impregnado de comicidad.
Las interpretaciones son para destacarse, casi de cuadro de honor, especialmente las del trío protagonista: tres actores estadounidenses dando vida a personajes británicos (incluyendo acento, pose y actitudes)
Con el tiempo los méritos de aquel modesto proyecto de cuatro amigos han demostrado ser incontables. No solo le regalaron al mundo (en su debut) la sátira por excelencia del mundo del rock, sino que además reinventaron un subgénero cinematográfico y le dieron nombre, mockumentary (falso documental satírico o docu-sátira), y que se puso de moda durante algún momento de la mano de Sacha Baron Coen y su Borat.
El que conecte con este tipo de humor no va a parar de reír. Ya sabemos que todo lo que ocurre en la cinta no es real, que la banda no existió nunca y que todo es una gran excusa para ironizar sobre los grandes grupos de la década. A través de un humor muy tonto a veces, surrealista en otras tantas, pero siempre con el cuchillo bien afilado a la hora de señalar ciertos aspectos concretos de ese peculiar mundo.
Finalmente quisiera hacer un paréntesis. No estoy seguro para qué clase de personas pueda estar hecha o a cuales les pueda agradar. Algunos dicen que solo les gustará a aquellos que sean seguidores de la historia del rock, o de esa clase de bandas. Sin embargo, conozco a una persona muy cercana que es realmente fanática de ese ambiente y esos grupos y me parece que no le causa nada de gracia. Ya saben, piensa que todo ello es un asunto muy serio, que el hecho de que te guste esa clase de música te convierte en un ser humano pensante y muy por encima de la media. Debe haber alguno que cumpla esos criterios, pero también debe haber muchos que no. Es más, yo diría que la mayoría son individuos sin personalidad y de intelecto superior mejor ni hablamos. En mi opinión, hay mucha pose en ese ámbito y justamente de ese aspecto esta obra se pitorrea hasta cansarse.
Pero bueno, los que se hayan etiquetado alguna vez en sus oscuras existencias como metaleros están obligados a verla. No obstante, los que aprecien el buen humor, con indiferencia de alguna filia musical, van a reirse como tontos con esta parodia inigualable. Da igual que sea una banda de rock, aqui hay muchos momentos para carcajearse.
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