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Dejar huella

Hace dos semanas se cumplieron cincuenta años del lanzamiento del Sargento Pimiento y la Banda de Corazones Solitarios, el octavo álbum de estudio de los Beatles, y naturalmente se habló, analizó, examinó, argumentó y escribió del evento por todos lados hasta alcanzar un sitio cercano al hartazgo. Por supuesto, esto se realizó de formas que resultaron ser tan peculiares que debido a su naturaleza única provocan pensar que solo deben ocurrir en esta bella nación. O eso creía yo.
Por ejemplo, en muchos programas de noticias al referirse al aniversario del renombrado disco la dinámica habitual era la siguiente: lo primero que se nombraba ante tal acontecimiento era obvio, puesto que había que soltar la buena nueva por el mundo acompañado de una violenta voz entusiasta, luego señalar algo aún más evidente al decir que ya eran cincuenta (¡sí, cincuenta son muchos) desde su aparición en el mercado musical y después finalizar haciendo una enorme pausa; luego se venía un silencio aún mayor. ¿Y ahora que que otra cosa digo? ¿Es posible que no tengo nada más que contarle a mi público tan distinguido?
Claro, esto jamás debería de ser una sorpresa en un país en el que en la actualidad la gran mayoría de sus habitantes opinan, hablan o discuten sobre todo y no saben, conocen, o dominan algún tema. Ni hablar de conocimientos básicos o fundamentos de alguna materia elegida al azar. Un país de todologos y fieles seguidores de una nueva disciplina creada para su entera satisfacción denominada por mí (haciendo uso de una enorme inventiva) como Opinología.
Ahora bien, sucedió que con el transcurrir de los días el panorama tan tenebroso fue aclarando su horizonte y resultó ser que el mundo andaba por las mismas, ya que descubrí con horror que incluso se ha vuelto alguna especie de lugar común declarar que el mentado disco es una verdadera obra maestra, o que fue un clásico instantáneo o que simplemente es el mejor álbum de El cuarteto de Liverpool. Y eso que allá afuera, en lo extenso de este globo, en lo que podría llamar el mundo civilizado, sospechaba que no les dan atole con el dedo o eso parece para los que lo observamos aquí, parados en el monte de la miseria. En pocas palabras: la risa total e interminable. 
Pero bueno, quiero imaginar que en el mundo terrenal cuando algún mortal se refiere a la creación beatlesca por antonomasia se puede dar por sentado que es un álbum que todos conocen, una creación sobre la cual se considera que todos han visto alguna vez la icónica (y múltiples veces parodiada u homenajeada) portada; igualmente se puede garantizar que todos saben que en la primera canción del disco (y que lleva el mismo titulo) se hace referencia a un tal Billy Shears (que a pesar de tanta discusión inútil sobre su identidad, no es otro más que el propio Ringo Starr) o que en el aparece la alucinante Lucy in the Sky With Diamonds. Espera, ¿no lo sabían? Parece ser que...he vivido una vez más equivocado y especialmente engañado sobre algún tema que tenga que ver con esta frágil especie llamada humanidad. Bueno, yo si lo sabía, básicamente porque llevo siendo un beatlemaniaco recalcitrante por más de veinte años.
Pero no me desviaré más. Aquí viene la aseveración polémica de este apacible momento: no me importa lo que otros piensen sobre el álbum, a mi no me parece su mejor disco. En mi opinión, es un disco peculiar, por no decir sumamente extraño. Tal vez, si osara realizar al respecto un juicio muy superficial que la respaldara, declararía que esto se debe al hecho de que no es propiamente un disco conceptual como muchos expertos en espectáculos y temas variados sobre farándula (y dije espectáculos y no en música, cabe señalar) han recalcado. 
En ese sentido la experiencia de escucharlo por primera vez puede ser inusual, porque al escuchar los dos primeros temas aparece de inmediato esa sensación; la emoción de estar ante una banda imaginaria, esa banda que es esencialmente es un alter ego de los Fab Four que nos expresa abiertamente que espera que disfrutemos el espectáculo y que le declara a la audiencia que es encantadora.
Después, aparecen temas dispersos por aquí y por allá. Lennon, Harrison componiendo y entregando temas tan magníficos como únicos, pero que se sienten ajenos a ese todo, al dichoso concepto de la banda ficticia que apareció al principio. Por otro lado, el propio McCartney, el autor intelectual del disco se atreve a emprender su propia tarea haciendo de las suyas con su optimismo y su percepción azucarada de la realidad. Pero voy a hacer un silencio y volver a los periodistas. 
Lo que muchos de estos informadores y comentaristas no comprenden es el verdadero mérito del álbum, lo que lo ha llevado a la verdadera trascendencia (Y con esto no intento menospreciar lo primordial de la obra: sus canciones. Por dios, ahí cerrando todo el espectáculo aparece la hermosa A Day in the Life) y que fue (¿o es?) simplemente haber aparecido en el instante adecuado, y por ende haberse convertido en un punto de inflexión en la historia de la música popular contemporánea. Aunque claro, dicha valía no es una cualidad que este disco sea el único en poseer. Muchas creaciones del cuarteto gozan de de la misma estimación, y siendo sincero, lo tienen más que merecido. Debido a esa sencilla razón se ha ganado un lugar preponderante en la misma, aunado a ser un producto creado por esa banda tan popular. No, más bien debería decir la más popular de todos los tiempos.
Por dicha razón, aunque a mucha gente no le guste escucharlo, la historia si es muy importante ¿Por qué? La respuesta es fácil: porque siempre será lo más adecuado situar una obra en su contexto histórico para poder comprenderla mejor, para poder entender el impacto que haya tenido en el momento en el que apareció. Y este método aplica para todo en este universo, ya que todo y todos somos productos de nuestro tiempo.
A propósito de esto es que puedo asegurar que el motivo por el cual se sigue hablando y discutiendo de este disco después de medio siglo, no se debe precisamente a esa etiqueta impuesta por los periodistas o el humano desinformado que aparece en el noticiero nocturno de ser solamente el mejor álbum de todos los tiempos, sino por lo innovador que resultó ser en dicha coyuntura. 
Por supuesto, esto último lo desconocen muchos de aquellos presentadores ignorantes de noticias en televisión. Y si no lo saben, es debido en primer lugar a que jamás lo han escuchado en su vida y podría apostar mi propia existencia a que jamás lo harán. En otras palabras, para los neófitos en el tema Yellow Submarine bien podría entrar en cualquier listado de temas de cualquier álbum de la banda inglesa. 
Sin embargo, no hay que olvidar que a pesar de su envergadura, eso no le exime de ser cuestionado ferozmente en aquellos días y parece ser que ahora también. Los necios nunca pueden faltar. Asi que, ha dejado todo un séquito de opositores en su camino por los anales de la historia.
Sin embargo, me gustaría centrarme en ese punto en especial de la trascendencia. Parece ser por lo que he visto y escuchado, que muchos de los detractores de los Beatles suelen esgrimir argumentos tan reducidos para contraatacar al apasionado beatlemano de corazón como cuestionar las habilidades de los integrantes de la célebre banda como músicos, su capacidad para caer siempre en lo sensiblero y demás necedades que repiten como pericos; esto sin darse cuenta que si bien lo que establecen pudiera ser cierto o no, su relevancia se debe principalmente a que fueron los primeros en crear, producir, engendrar, concebir, emprender, descubrir e inventar muchas cosas. Usaron la creatividad como muy pocos lo han conseguido, les guste o no.
Y de igual forma se crea o no, aunque muchos de los críticos  y opositores del grupo también alcanzan a entender este argumento, no les parece suficiente para cambiar su opinión. Para esos adoradores del futuro, lo mejor siempre es lo actual, lo que pasó ayer ya está pasado de moda, lo verdaderamente importante es lo reciente y nada importa como fue que se llegó al bendito estado actual de las cosas y de todo lo que existe.
Como sea, la gran aportación del Sargento Pimienta fue y sigue siendo el abrir nuevos caminos de exploración y experimentación dentro de un estudio a cualquier músico. Justo como ocurrió en aquellos días con el resto de contemporáneos de los propios Beatles. 
Muchos dentro de su angosto criterio no alcanzan a comprender que justo antes de que los Beatles lo llevaran a cabo, a nadie se le había ocurrido usar ciertos instrumentos casi prohibidos o simplemente extraños para el género; o a literalmente cortar y pegar fragmentos de la cinta antes grabada casi de manera artesanal, o reproducir cintas hacia atrás, o usar en una canción sonidos de animales previamente grabados y un largo etcétera.
Ahora, todo eso es más que común. Ninguno de esos movimientos arriesgados observados a través de la óptica actual resulta innovador. Pero vamos, que algún comienzo debe haber tenido todo ello. De la misma forma que podemos suponer que ha ocurrido con todo lo que existe en este mundo. Que antes de que a alguien se le hubiese ocurrido inventar la bombilla, la gente usaba las velas. Maldita dialéctica retorcida.
En fin, menos mal que en este país casi nadie conoce a Radiohead o el vigésimo aniversario del Ok Computer me habria aumentado la jaqueca o la indigestión cotidiana. Hasta pronto.

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