Director: Zhangke Jia
Duración: 130 minutos
País: China / Japón / Francia
Elenco: Wu Jiang, Baoqiang Wang, Tao Zhao, Lanshan Luo, Jia-yi Zhang, Meng Li, Lu Liu, Dong Han, Hongwei Wang, Qiang Wang, Jiangcai Bai, Ke Chen, Weifen Chen, Yang Chen, Yulin Deng, entre otros.
" Cuatro historias independientes que tratan sobre actos azarosos de violencia ambientadas en la China Moderna."
Después de algunos años de silencio, el maestro de la sexta generación de cineastas chinos, Jia Zhangke regresaba a escena con esta nueva producción, que bien podría ser nombrado como su trabajo más oscuro hasta la fecha. Se trata de una obra intrigante, de cierta originalidad y que está contada a través de la complejidad que existe en diversas historias que no están conectadas entre sí y que tienen como protagonistas a seres que viven existencias que son mezcla de angustia y desconsuelo. De tal manera que, mientras que algunos seguidores del directores pueden sentirse con ella por la falta de belleza lírica llena de inspiración, característica por ejemplo de su creación Still Life de 2006, otros pueden encontrar su ambigüedad narrativa y cierto grado de incoherencia bastante enriquecedoras.
La cinta comienza con una enigmática secuencia cuyo escenario es una desierta carretera rural donde un camión que transportaba tomates se ha volcado. Una fría sensación de brutalidad se respira en el aire ante tal marco. Pronto se nos muestra a los primeros personajes y comprendemos que, de la misma que en la obra antes mencionada, este filme está estructurado a partir de diferentes historias con diferentes destinos humanos. En resumen, cuenta la historia de cuatro actos aleatorios de violencia en la sociedad actual.
Aunque dichas historias carecen de una conexión evidente entre ellas, todas comparten algunos elementos esenciales. En primer lugar, todas ellas parten de un lugar en el que la violencia va escalando poco a poco y suele concluir con un verdadero estallido de la misma. Segundo, todas ellas son historias de personajes que existen en un desarraigo social y alienación existencial. Esta última observación es congruente con el hecho de que en todas las películas de Zhangke el aspecto general se encuentra con el particular de una manera conmovedora con cierto nivel de calma y soledad. Esto es: las personas suelen habitar en sus cárceles personales, mientras que la modernización de la sociedad no les brinda más que una libertad vacua. En otras palabras, existen en espacios privados y públicos donde se sienten completamente desapegados del resto de individuos. Nadie pertenece a ninguna parte en el universo de Zhangke.
Debido a la complejidad de algunas de las historias, la cinta de alguna manera incluye un núcleo que las une, una especie de vía que las congrega. Sin embargo, este conjunto aparentemente arbitrario de distintos ambientes establecidos en hoteles y una ciudad donde laboran mineros del carbón nos expresan cuestiones sobre temas esencialmente similares. Todos estos espacios parecen estar atrapados en los mismos problemas. Tal conflicto de ambigüedad y coherencia no debe asustar al espectador. Dado que en lugar de una narración directa con una claro trazo del carácter de los personajes, el director nos ofrece un corte transversal que se convierte en un retrato cínico y fascinante de la sociedad china contemporánea que por un lado, se caracteriza por un apogeo económico en cuyo mundo construido alrededor de las maravillas tecnológicas un individuo puede desaparecer, y por el otro, el tormentoso pero también vivificante legado de Mao.
Ahora bien, la forma de vida de los chinos en la época moderna le parece al realizador un asunto diverso, como un tema que se encuentra en un constante estado de cambio. Al igual que en sus trabajos anteriores, Zhangke se centra una vez más en la realidad en continua transformación, el flujo actual del mundo y sus consecuencias en los individuos. Aunque esto ya lo había hecho hasta cierto punto en su obra del 2006 haciendo uso de la complejidad de dos historias superpuestas, que arrojan alguna esperanza en la humanidad, esta creación sobre la que versa esta reseña es mucho más pesimista.
Una vez más, la estética del cine del director chino se caracteriza por los elementos de silencio y vacío en las imágenes de soledad y alienación. Es como si deseara manifestar que todo hubiese muerto. Solo la violencia se retrata de modo apasionado, todo lo demás está menospreciado. La violencia en ella es cruda y brutal, pero esencialmente descarnada. Pero sobre todas las cosas, la violencia aparece en ella como un trasfondo melancólico de algún tipo que evidencia las realidades de la sociedad.
Incluso si la narrativa velada y compleja de este filme dejara al espectador sin palabras e incapaz de describir lo que acaba de ver, siempre hay algo profundo que merece ser admirado en el cine de Zhangke. En sus películas siempre hay cierto estado de ánimo que es bastante difícil de poner en palabras. En resumen, es un estado de ánimo de vacío, pero también de total abundancia.
No obstante, el único reparo que le pondría a esta película es que si bien comienza generando mucho interés y la historia de Dahai fue una de las que probablemente me haya atraído. La cinta peca de ser demasiado larga y sufre una segunda mitad que no coincide con la tensión y el drama de la primera mitad. Es una película desoladora e implacable, tal es el pesimismo en la China deshumanizada de este director que simplemente no existe en ella ningún lugar para huir.
En una escena, un personaje le pregunta a otro si alguna vez ha tenido ganas de viajar al extranjero. ¿Por qué habría de querer hacerlo? responde. En todas partes, todo está descompuesto. Por eso los extranjeros vienen aquí.
Bienvenido a la nueva China.
Comentarios