Dirección: Oliver Stone
Duración: 123 minutos
País: Estados Unidos
Reparto: James Woods, Jim Belushi, Michael Murphy, John Savage, Elpidia Carrillo, Tony Plana, Colby Chester, Cynthia Gibb, Will MacMillan, Valerie Wildman, José Carlos Ruiz, Jorge Luke, Juan Fernández, Salvador Sánchez, Rosario Zúñiga, Martin Fuentes, Gary Farr, Gilles Millinaire, entre otros.
" Un periodista venido a menos en Estados Unidos viaja con destino a El Salvador para realizar la crónica de los acontecimientos ocurridos en la dictadura militar en 1980 en aquel país, incluido el asesinato del arzobispo Oscar Romero. Estando ahí forma una incomoda alianza tanto con los guerrilleros del campo que quieren que envíe fotos a la prensa estadounidense, como con los militares de derechas de la nación que desean que les lleve fotografías de los rebeldes. Mientras tanto, tiene que encontrar la manera de proteger a su novia salvadoreña y sacarla del país."
Algunos suelen considerar a esta como la mejor pelicula de Oliver Stone, pero yo no estoy de acuerdo, Platoon (mejor conocida como Pelotón por estos rumbos) es la mejor pelicula dirigida por Stone, pero a mi parecer Salvador que es la cinta que hoy me ocupa debe estar de manera muy probable bastante por detrás de la ya citada. A diferencia de aquella, que era una pelicula sincera que reflejaba las propias experiencias del director en Vietnam, en este caso es un poco difícil conectar con los personajes. Y es que, se trata de sujetos cínicos y hedonistas al principio, pero mejoran como seres humanos a medida que avanza la historia, convirtiéndola en una trama de redención demasiado obvia, a la que no ayudan algunas imágenes católicas.
Pues bien, las escenas entre Belushi y Woods a lo largo de la pelicula, entre el propio Woods y su novia salvadoreña, Woods y John Savage (decente en su trabajo de interpretar a un fotógrafo), Belushi y Woods y los matones que habitan en cada esquina, están escritas y actuadas de manera más que conveniente. Digamos que Woods en este caso suele representar la misma clase de sujeto que le hemos visto a lo largo de su larga trayectoria, mientras que Belushi tal vez tenga uno de los mejores papeles de su vida y lo interpreta de manera más bien prudente (por no decir que no es de mi agrado).
Por otro lado, debo confesar que tengo muchos problemas para entrar en la llamada suspensión de incredulidad con esta obra. En primer lugar porque nos presenta como audiencia a una sociedad por completo hedonista y corrupta, y más que evidente una sociedad totalmente violenta. Es decir violenta en todas las relaciones que pueden darse entre humanos: dentro de las familias, entre desconocidos en la calle y un largo etcétera. Claro, toda esta malsana dinámica solo ocurre entre centroamericanos, porque la excepción a esta regla son las intrépidas monjas gringas, los valientes voluntarios gringos, un valiente pero problemático embajador también gringo, y desde luego un valiente fotógrafo gringo.
En ese sentido, y tal vez en contra de los instintos políticos de Stone, después de mirar este filme uno tiene la sensación inequívoca de que nunca jamás debería visitar El Salvador; y menos si eres integro, trabajador, sobrio, ascético o abstemio ya que encontraras que dicho país se parece más a un gran tugurio repleto de gente que necesita gratificación instantánea, ya sea a través de su placer conseguido al practicar la violencia, el placer alcanzado en la fornicación, el placer generado por las drogas y el regocijo que se obtiene en la embriaguez.
Dicho de otra manera no hay retratos en esta historia de personas que trabajen haciendo uso de la constancia por alcanzar metas u objetivos de algún tipo. No hay trabajadores esforzados laborando en alguna fábrica, en trabajos administrativos, en los campos de cultivo, en la venta de productos o en algún hospital (incluso a un medico le gritan por mancharse de sangre la bata) o en los tribunales, en algún departamento de bomberos, en la construcción de edificios, en los departamentos de policía, en los aeropuertos, en la construcción de carreteras, en la publicidad, en ningún ámbito del quehacer humano. Nadie en aquella región vuelve a casa con su mujer y sus hijos al final de un largo y honesto día de trabajo.
Además, uno se juega la vida ante bandoleros, matones, violentos borrachos, prostitutas que te abordan a cada momento, traficantes, niños mendigos que se burlan en cada esquina del pais a todas horas, no debido a algún fin político, simplemente así son ellos según la mente de Stone y el mismísimo Richard Boyle que le ayudó a escribir el guión. Tan compleja y deprimente es la realidad mostrada en esta narrativa que si existe un coche, está ardiendo; y si se llegan a ver mujeres son monjas o prostitutas.
Por si fuera poco la historia cambia de modo radical de realismo a un relato con tufo de propaganda en cuanto la pareja de protagonistas acuden a las montañas para fotografiar a los rebeldes. De repente, se oye música ñoña en lugar de aquella con tintes ominosos, se ve a gente feliz besándose, podemos contemplar toda una serie de ejercicios y entrenamientos duros y vigorosos. De hecho, toda esta parte puede llegar a ser bastante divertida en un sentido orwelliano. Es más, la escena que acontece en esa parte del metraje entre Woods, un agregado militar y un analista del Departamento de Estado es la discusión política más cruda que haya visto nunca en mi existencia.
A propósito de todo esto la pelicula se esfuerza en afirmar que no existía conexión alguna entre los sandinistas comunistas que gobernaban a Nicaragua en aquel momento (que dependían en gran medida de la ayuda cubana y soviética) y los rebeldes de su vecino El Salvador, que supuestamente dependían de forma exclusiva de equipo militar rudimentario que le habían quitado al gobierno. La historia insiste tanto en este punto que uno se pregunta si esto es realmente cierto. Desde luego, parece hasta un asunto contraintuitivo que no haya asistencia militar entre un gobierno vecino y unos rebeldes amigos que profesan objetivos idénticos. Pero tal vez yo soy muy malpensado.
Desde mi perspectiva uno de los problemas de la pelicula es la confusión entre el gobierno electo salvadoreño y los llamados escuadrones de la muerte civiles, las milicias privadas fugitivas y la inteligencia gubernamental fuera de la ley. La narrativa es imprecisa de manera deliberada en cuanto a la distinción entre cualquier persona en el poder oficial (que en realidad nunca aparece) y los citados escuadrones de la muerte. Se les muestra a todos como uno solo y lo mismo.
Pues bien, esto por decirlo de forma muy sencilla no era cierto en aquel país. Es más que obvio que el presidente Duarte y los miembros de su partido que controlaban el gobierno en aquel momento no dirigían escuadrones de la muerte. De hecho, el coronel Roberto se opuso a Duarte en las elecciones. Por cierto el coronel caricaturizado en este caso como un tal Major Max se muestra tan malvado, tan un coronel de republica en niveles de estereotipo, con un dialogo tan lleno de bravuconadas infantiles que tiene todos los ingredientes para volverse cómico. Nadie seguiría jamás a un bufón tan primitivo, tan elemental.
Este fracaso a la hora distinguir entre el cuerpo principal del gobierno por un lado y una alianza entre elementos fuera de control de ese gobierno, y facciones fuera de la ley de militares actuales y antiguos, y escuadrones de la muerte civiles es un grave problema en esta historia. Es una trama que da la sensación de que la guerra fue entre los escuadrones de la muerte contra unos rebeldes. De hecho, la lucha ocurrida hace más de cuarenta años fue a tres bandas: por un lado los rebeldes que intentaban derrocar a un gobierno elegido de manera democrática e instaurar un regimen de tipo sandinista, por el otro los escuadrones de la muerte, formados en su mayoría por antiguos miembros del ejercito y de los servicios de inteligencia, que causaban estragos entre los civiles de izquierda (incluida la iglesia) y los rebeldes armados; y finalmente el gobierno ya aludido que había sido elegido por medio de la democracia, débil en armas de forma relativa, intentaba detener la rebelión y a los escuadrones de la muerte.
En fin, es evidente que Stone tenia un gran talento para transmitir una situación atestada en la pantalla. Algunas imágenes son maravillosas, la angustia y el peligro que transmiten algunas de sus secuencias, o incluso el realismo presente en los diálogos de las personas en peligro. Uno solo desearía que tuviera un toque más cerebral (más deseo de explorar y diferenciar) en lugar de golpearnos en la cabeza con representaciones simplistas (y por tanto erróneas) de los acontecimientos políticos. Dicho de otra forma, una creación que puede hacer que uno se retuerza, grite, tiemble, pero que no piense en nada importante.
No obstante, merece la pena verla al menos una vez. Aunque no se esté de acuerdo con su política, no se puede negar que el drama humano es por momentos desgarrador, con algunos toques de humor, aleccionador y conmovedor de maneras inesperadas.
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