Con ese cuestionamiento siempre arrancan las divertidas clases del Doctor ¿Arnolfo?, ¿Mamolfo?, ¿quejolfo?, ¿¿golfo??o ¿cómo será mejor nombrarle?. Mejor simplemente dejémoslo en Adolfo.
Pero eso no importa, estoy en medio de otra de sus brillantes cátedras. Esta vez se entretiene al ilustrarnos sobre el estado de derecho, la constitución, las leyes de la universidad, el estatuto universitario y varios reglamentos más, para concluir expresando sin apuros que no sirven para nada. Nada que varios millones de mexicanos y yo no supiéramos.
Mejor empiezo a contarles lo que me pasó, que por eso estoy aquí.
Uno de estos días, mientras me encontraba caminando por el centro de la ciudad acompañado justamente por una persona a la que hacia mucho no veía, fui sorprendido al hallarme de frente ante una cara conocida, un rostro que me era muy familiar.
No obstante los cambios que esta persona había sufrido, la reconocí, ya que esas modificaciones aunque minímas no dejaban de ser significativas.
Cuando en el sendero de la vida se volvieron a juntar nuestras existencias otra vez, él pasó de largo, yo lo miré detenidamente con una expresión de sorpresa y ambos nos detuvimos unos pasos adelante. Volteé para saludarle, para preguntarle acerca de lo que había hecho con su existencia, me respondió tajantemente y sin dudar: "Nada, no estoy haciendo nada", esbozando una sonrisa, como si ser un pinche inútil, inepto, hijo de puta, bueno para nada, fuera algo de lo cual alguien pudiera sentirse orgulloso. Por lo menos no me cabe duda desde ese instante que hay tipos que están peor que yo, sin temor a equivocarme ellos viven en la pereza absoluta, en la mediocridad total.
Pero, será mejor que me calle, no quiero terminar igual para después comerme todo lo que acabo de decir.
Luego de su brillante comentario me preguntó si seguía viviendo en el mismo lugar, ante una respuesta positiva de mi parte prometió llamarme para tener un pequeño encuentro, lo que no implica aspectos de índole sexual.
Ayer el cabrón cumplió su promesa. Sin embargo, ya me dió hueva ir a verlo. Ya veré que pretexto me invento para no ir al reencuentro.
Algo que no me agradó es que mientras estabamos charlando vía telefónica, me comentó con parsimonia algunas cosas del pretérito lejano. No es recomendable acordarme de esas cosas, conviví con tipos muy crueles en aquellos niveles educativos a los que si tuviera la posibilidad de torturar, lo realizaría sin titubear.
Pero eso no importa, estoy en medio de otra de sus brillantes cátedras. Esta vez se entretiene al ilustrarnos sobre el estado de derecho, la constitución, las leyes de la universidad, el estatuto universitario y varios reglamentos más, para concluir expresando sin apuros que no sirven para nada. Nada que varios millones de mexicanos y yo no supiéramos.
Mejor empiezo a contarles lo que me pasó, que por eso estoy aquí.
Uno de estos días, mientras me encontraba caminando por el centro de la ciudad acompañado justamente por una persona a la que hacia mucho no veía, fui sorprendido al hallarme de frente ante una cara conocida, un rostro que me era muy familiar.
No obstante los cambios que esta persona había sufrido, la reconocí, ya que esas modificaciones aunque minímas no dejaban de ser significativas.
Cuando en el sendero de la vida se volvieron a juntar nuestras existencias otra vez, él pasó de largo, yo lo miré detenidamente con una expresión de sorpresa y ambos nos detuvimos unos pasos adelante. Volteé para saludarle, para preguntarle acerca de lo que había hecho con su existencia, me respondió tajantemente y sin dudar: "Nada, no estoy haciendo nada", esbozando una sonrisa, como si ser un pinche inútil, inepto, hijo de puta, bueno para nada, fuera algo de lo cual alguien pudiera sentirse orgulloso. Por lo menos no me cabe duda desde ese instante que hay tipos que están peor que yo, sin temor a equivocarme ellos viven en la pereza absoluta, en la mediocridad total.
Pero, será mejor que me calle, no quiero terminar igual para después comerme todo lo que acabo de decir.
Luego de su brillante comentario me preguntó si seguía viviendo en el mismo lugar, ante una respuesta positiva de mi parte prometió llamarme para tener un pequeño encuentro, lo que no implica aspectos de índole sexual.
Ayer el cabrón cumplió su promesa. Sin embargo, ya me dió hueva ir a verlo. Ya veré que pretexto me invento para no ir al reencuentro.
Algo que no me agradó es que mientras estabamos charlando vía telefónica, me comentó con parsimonia algunas cosas del pretérito lejano. No es recomendable acordarme de esas cosas, conviví con tipos muy crueles en aquellos niveles educativos a los que si tuviera la posibilidad de torturar, lo realizaría sin titubear.
Comentarios