Creo que nunca voy a poder superar aquel suceso. En alguna ocasión de las muchas que he tenido oportunidad para comentar lo que sentía en aquel momento mientras te observaba a través de un cristal, te dije muy decidido que nunca iba a borrar de mi mente aquella sonrisa que pintaba de colores cálidos tu rostro. Me respondiste firmemente que sólo había sido hipocresía, que no era algo real, una máscara de felicidad. Yo no lo creo y quizá nunca llegue a hacerlo, ya que estoy convencido de que jamás te he visto sonreir así otra vez, lo cual me provoca una gran molestia y un gran ardor como se dice en nuestro país. Por el simple hecho de que mientras yo sufría tirado en mi cama sin poder conciliar el sueño por tanto dolor, tu te consolabas fumando y bebiendo café con otro sujeto sin trascendencia. Quizá yo tampoco la tuve, no obstante el tiempo siempre me ha dado la razón en cuanto a mis comentarios "fuera de lugar", que lo son solo para ti.
He hecho todo lo posible en estos días para que te alejes de mí, porque muy en el fondo de mi ser quiero experimentar otras cosas, probar cosas nuevas, dejar atras la rutina. Sé muy bien que jamás lo entenderás, sin embargo tengo muy claras mis ideas que me dictan que tengo que intentar vivir experiencias frescas, vírgenes y de paso arruinarte a ti; simplemente tómalo como una revancha, como una venganza, como saldar cuentas de una vez por todas.
No soporto el hecho de que después de aquel espectáculo nocturno que presencié por azares del destino, lo único recibido haya sido una insignificante disculpa. Yo esperaría todo un ritual con ofrenda incluída para empezar a pensar en la posibilidad del perdón, más como nunca llegará será mejor que no te agotes con tanto esfuerzo y esperes sentada a que te atraviese un carruaje.
Algo se perdió aquella noche para mi, deseaba tanto que voltearas, deseaba tanto ser él y eso era como estar ya en una pesadilla. Yo, el hombre de tu vida ahora estaba convertido en el suplente que debía esperar su turno para poder tocarte, para poder brindarte un poco de mi amor (que no es mucho en realidad) y eso no cambió al volver a encontrarte. Yo no era el primero ahora, era el secundario, era el labriego que tenía que sembrar su tierra para conseguir alguna cosecha productiva.
En aquella noche perdiste la poca credibilidad que tenías para mi, desde entonces no te creo ni una sola palabra y vaya que esa es una dificultad muy pesada para cargar. Lo curioso del asunto es que creo que te has vuelto más honesta, no mientes tanto como antes, pero las mentiras cobraron una factura muy alta.
Me he cansado de hablar de ti, me doliste antes, me sigues doliendo y tal vez me duelas durante mucho tiempo. Te amo y te odio al mismo tiempo, como a mucha gente que conozco, como a mucha gente que se ha atravesado en mi camino.
Siempre pensé que tu vendrías para salvarme, que tu amor lo haría, como una especie de Mesías lleno de romanticismo y sentimiento, grave error. Primero porque tú no podrias ni salvarte a ti misma, lo cual es fundamental para seguir aquí; luego porque me he dado cuenta que el amor no salva a nadie y mucho menos las migajas que alguna vez me diste, que alguna vez acepté, toleré y que hace poco decidí rechazar, lo que te enfadó bastante.
Eso va para todos los que leen esto: ¡El Amor no salva a nadie!
Esa es una idea que nos han vendido por décadas, desde hace años por medio de tantos estereotipos. La única forma de salvarse realmente es por uno mismo, por conocerse y aceptarse, por quererse y por cuidarse, esa es la plena salvación.
Ahora bien, entre más me conozco menos me acepto, luego entonces menos me quiero y menos me cuido; así que eso de la salvación no es para mí.
Me seguiré causando daño hasta que ya no pueda más, hasta que alguien me encuentre tirado en el piso, después decidirá hacer conmigo lo que sea, ya sea ayudarme a levantarme o darme unas buenas patadas. Lo que sea, siempre y cuando sea volver a tocar fondo, para luego volver a seguir adelante hasta que la llama de la vida que no es eterna se extinga y yo perezca.
Desearía expresarte que lo siento, aunque no sea verdad. No siento nada, sólo placer con tu dolor. Por momentos quisiera llorar porque estoy quedándome solo (exagero), no lo hago puesto que mi mamá me dice que soy lindo y encantador. Me lastima y me gusta. ¿Qué extraño, no?
Comentarios