Director: Martin Scorsese
Duración: 126 minutos
País: Estados Unidos
Elenco: Ben Kingsley, Sacha Baron Cohen, Asa Butterfield, Chloë Grace Moretz, Ray Winstone, Emily Mortimer, Christopher Lee, Helen McCrory, Michael Stuhlbarg, Frances de la Tour, Richard Griffiths, Jude Law, Kevin Eldon, Gulliver McGrath, Shaun Aylward, entre otros.
" París, años 30. Hugo Cabret es un niño huérfano, relojero y ladrón que vive entre los muros de una ajetreada estación de trenes parisina. Nadie sabe de su existencia hasta que le descubre una excéntrica niña junto a la que vivirá una increíble aventura."
Decía Frank Capra que toda buena película debe tener al menos un par de momentos destinados a perdurar. El argumento de cualquier historia puede olvidarse, pero no esos "momentos". Esa es una de las características que distinguen a una buena de una mala película, o simplemente de un trabajo realizado con oficio.
Este último es el caso de Hugo, una cinta realizada con mucho oficio. Por más que pensaba en ella no lograba recordar ningún momento que me hubiera emocionado especialmente la primera ocasión que pude apreciarla, hasta hoy que he vuelto a verla. La película había pasado sin pena ni gloria por mi vida, en parte me parecía así porque tarda demasiado tiempo en arrancar, demasiado tiempo hasta que comienza a definirse. Está muy bien hecha, se nota que es una producción en la que hubo dinero, pero la historia no llega a emocionar y eso es problema de guión principalmente.
Las historias protagonizadas por niños siempre albergan grandes incentivos: citarnos de nuevo con nuestras más inocentes fantasías, hacernos soñar de la misma manera que cuando aún no eramos conscientes de las miserias que componen esta vida, devolvernos parte de la infancia que perdimos, transportarnos a un mundo mágico en el que los problemas siempre tienen alguna solución, etc.
Martin Scorsese pretendió resucitar ese espíritu traicionando su propia identidad artística. El trabajo del realizador italoamericano a lo largo de su carrera puede dividirse en dos partes: la auténtica conformada por todo lo urbano, reflexivo, oscuro, delincuente, polémica, única y llena de personajes convertidos en icono. Y la que inició una vez entrado el nuevo siglo: más densa, arriesgada, comprometida con historias intrincadas, transmitiendo la sensación de que tiene que saldar alguna deuda con esa parte del cine que antes nunca había tocado.
La película anhela ser un sentido homenaje al cine y una experiencia llena de sueños infantiles, y aunque en su conjunto es preciosa y la atmósfera de la que está compuesta puede considerarse como mágica, hay algo que deja vacías las emociones o la capacidad de transmitir de esta historia. Como película infantil es brillante: si yo tuviera siete años estaría saltando de alegría sobre el sillón, celebrando esta bella e inocente fábula nostálgica. Pero como hace ya muchos años dejé atrás esa edad, sólo puedo contemplarla desde una percepción adulta que no logra conmoverse, ni emocionarse, ni vibrar con la obra, en gran parte por encontrarme con múltiples desenlaces bastante predecibles y multitud de historias demasiado impuestas e ingenuas como para sorprenderme.
Me queda claro que Scorsese ama al séptimo arte. Y lo hace, como los buenos amantes, con una obsesión generosa, incapaces de la mínima banalidad. Por eso, su creación quiere también funcionar como una pieza de relojería donde cada instante encaja mecánicamente con el siguiente. Sin embargo, la cinta se ubica en una curiosa tradición de cierto sector de la cinefilia que intenta resistir a través del amor, nada más que me parece que en este preciso momento el cine no necesita celebradores, sino películas.
Esta película está tan en el lado opuesto a un proyecto de Scorsese que no parece ni suya, y no es que todo lo demás que ha hecho, incluso lo que es puramente de su estilo sea perfecto, porque incluso entre ellas, también tiene algunas regulares y alguna flojas (algunas de ellas en la década pasada) e incluso peores que esta. Aunque si es verdad que el señor la hizo para su hija, probablemente sólo queda por señalar que debe ser su obra maestra absoluta.
En fin, al igual que como ocurre con el cine en general, para descubrir una obra maestra hay que aguantarse el observar algunos o varios bodrios, en esta oportunidad para descubrir la magia de la película, es necesario pasar por varios baches de aburrimiento. Ojalá que sirva para que muchos espectadores terminen de verla y decidan, al igual que el protagonista, redescubrir el encantamiento de los inicios de este hermoso arte.
Y es que, ya lo expresó claramente Hugo Cabret: " Los ojos pueden ser la ventana al alma, pero las películas son la proyección de nuestros sueños."
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