Director: Sacha Gervasi
Duración: 80 minutos
País: Canadá
Reparto: Scott Ian, Lemmy, Malcolm Dome, Lars Ulrich, Slash, Tom Araya, John Zazula, Steve 'Lips' Kudlow, Robb Reiner, Cut Loose, Mad Dog, Gary Greenblatt, Toby Kudlow, Jane Reiner, Andrea Reiner, entre otros.
" Desde 1978, Anvil se ha convertido en una de las bandas más influyentes, pero que al mismo tiempo ha fracasado comercialmente en el heavy metal. En este documental sobre la banda más popular del género en Canadá, entre 2005 y 2006 Gervasi filmó algunos shows y también entrevistó a algunos amigos, fanáticos y familiares de la banda. "
Uno de los documentales más logrados, humanos y conmovedores de los últimos años surgió de donde tal vez, por los prejuicios o las probabilidades, menos podríamos haberlo esperado: del talento y sensibilidad de un fanático de una banda de heavy metal prácticamente olvidada durante dos décadas a pesar de que algunos músicos emblemáticos reconocen su influencia. El nombre de la banda: Anvil.
Al seguir al líder y baterista del grupo en una serie de episodios que van desde lo patético e hilarante a lo entrañable y emotivo, el director Sacha Gervasi logra transformar lo que pudo ser una obra complaciente al servicio de los rockeros cincuentones, en un inolvidable retrato de los altibajos de dos personajes que sólo quieren ser felices haciendo música, y que a pesar de que la fama ya quedó atrás, nunca pierden la ilusión de volver a tocar ante multitudes que los aclamen y que vibren con su música.
Tras cautivar a las masas con temas como 'Metal on Metal' y compartir cartel con estrellas como Bon Jovi, Whitesnake o Scorpions a mediados de los ochenta, la banda cayó en una especie de anonimato subterraneo del metal canadiense. Luego vinieron los discos de producción miserable, giras en periodo vacacional por cuatro pesos si es que tienen la suerte de les lleguen a pagar (porque en sus conciertos no se paran ni las moscas) y trabajos en los que se parten el lomo para mantener a sus familias. Pero eso si, seguir luchando siempre por salir adelante con una mezcla de indiscutible valentía e incomprensible ingenuidad, que les ha mantenido unidos tocando desde los 14 hasta sus recién cumplidos cincuenta y contando.
Esta es la historia de dos amigos que se juntaron y decidieron hacer realidad su sueño. Ahora, miembros de bandas tan distinguidas como Metallica, Guns N' Roses, Slayer o Black Sabbath se confiesan absolutamente influenciados musicalmente por los protagonistas de la cinta. Sin embargo, tanto el uno como el otro viven en el absoluto olvido, siendo sólo recordados por los más entendidos o los más nostálgicos, llevando existencias humildes y peleando constantemente contra los elementos y la caprichosa y omnipotente industria discográfica para recuperar la gloria perdida.
Después de escuchar a esos músicos reconocidos comentar sobre Anvil como una de sus bandas favoritas en sus inicios y de como tenían la certeza que la banda iba a cambiar el género totalmente y a los pocos segundos ves la melena mezclada con calvicie de "Lips" Kudlow trabajando en su pueblo natal canadiense de repartidor de comida para escuelas, lo primero que pensé es que esto era una especie de broma. Una broma muy fuerte, pero graciosa al fin y al cabo. Pero me equivoqué.
A lo largo de los ochenta como espectador puedes ir descubriendo el por qué de su rotundo fracaso. Las razones que hubieron detrás para no vender millones de discos, cuanto todo apuntaba a que la banda canadiense se iba a comer el mundo y no iba a parar de estar de gira en esos 30 años que transcurren entre aquel festival y la actualidad, donde lo único que ha sucedido es que los miembros del grupo viven una existencia igual de mediocre y convencional como cualquier ciudadano de clase media.
Destacaría las personalidades complementarias de los dos retratados, entrañables rockeros cincuentones, que tanto por momentos parecen invocar al mismísimo Satanás, que al siguiente instante se ponen tiernos y derraman una lágrima mientras hablan de la importancia de la familia. Por eso habría que reconocerles a los amantes de este género, que los distingue un poco del resto de melómanos, una especie de hermandad y buena onda. A pesar de que quieran andar pasando por rudos y diabólicos, también tienen su corazoncillo.
Aunque este conmovedor documental va más allá de la música, ya que de lo que en realidad habla es de cómo puede una amistad durar 30 años y vencer todas las adversidades, de cómo se pueden alimentar los sueños cuando se saben imposibles, de cómo se puede resistir la tentación de saltar de un barranco cuando el tiempo se escapa de tus manos y nada es como debería haber sido.
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