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The Grand Budapest Hotel (2014)




Director: Wes Anderson

Duración: 100 minutos

País: Estados Unidos/Alemania

Elenco: Ralph Fiennes, Tony Revolori, F. Murray Abraham, Mathieu Amalric, Adrien Brody, Willem Dafoe, Jeff Goldblum, Harvey Keitel, Jude Law, Bill Murray, Edward Norton, Saoirse Ronan, Jason Schwartzman, Léa Seydoux, Tilda Swinton, Tom Wilkinson, entre otros.

" Las aventuras de Gustavo H, el legendario portero de un famoso hotel europeo construido entre las guerras, y Zero Moustafa, el chico de la recepción que se convierte en su más confiable amigo."


Es una comedia de Wes Anderson. Que no es lo mismo que una comedia cualquiera. Es una película con sello de autor, que no podría ser de ningún otro. Personalmente, diría que es una comedia de sonrisa más que de risas. Pero es divertida a rabiar. Quizá no sea de carcajadas (para mí no lo es) pero es muy divertida, entretenida, de sonrisa casi permanente.
Estamos ante un espectáculo. Algo que mantiene a los sentidos ocupados durante todo el metraje. Es un espectáculo sensorial, una fiesta de colores, música e imágenes vertiginosas. Como digo, puro espectáculo.
Basada en los libros de Stefan Zweig, se nota en la manera de exponer el escenario en que se desarrolla la película. La Europa de los años 30 tantas veces retratada por el autor austriaco con tanta destreza es el paisaje en el que sitúa el director a los personajes de su historia. La Europa de aquella época, tan misteriosa como hermosa, con sus hoteles lujosos, sus delicadas pastelerías, aquellos perfumes franceses o esos tenes de vapor que podían ser asaltados en cualquier momento por la policía alemana.
Wes Anderson es uno de los grandes artistas de ese cine independiente de los Estados Unidos que felizmente surge al margen de los cánones establecidos, explotando en la pantalla como un oleaje de libertad. Director no de todos los gustos, sus cintas son oasis creativos amados por la crítica desde que su nombre adquiriera notoriedad con Rushmore, en el año de 1998. En el caso del público, siempre han existido mayores discrepancias en las opiniones, aunque bien es cierto que sus últimas películas han encontrado más fácilmente el camino hacia la empatía y la complicidad del espectador.
La obra de Anderson nos lleva a evocar tiempos y escenas pasados, en este caso creo que inevitablemente es al cine de animación, a las maquetas, a los decorados ostentosos y floridos. Parece una película de dibujos animados interpretadas por personas. Recuerda bastante al cine de Chaplin o Keaton, aunque en esta oportunidad sea a color. Qué digo en color, la cinta casi provoca una embriaguez de colores. No sabemos como serían aquellas películas de cine mudo si se hubieran hecho con los recursos actuales, pero supongo que se parecerían bastante a la estética de la creación de Anderson.
Como en las caricaturas, aquí también se despoja a todas las situaciones del dramatismo que puede tener por muy graves que parezcan. Por ejemplo la Segunda Guerra Mundial es tratada casi de un modo trivial, desprovista de cualquier rastro de prudencia. En general, la guerra y la muerte en esta película se ven con una sonrisa, nada impresiona. 
Si alguien tira un pequeño gato por la ventana y se estampa contra el duro suelo de la calle, no produce ninguna emoción negativa, al contrario, incita a la risa. Todo lo que pasa lo vemos con ojos infantiles, como cuando veías las caricaturas y era genial porque todo era reversible. Como en los sueños, donde todo lo malo que ocurre se puede solucionar solo cuando logras despertarte. Como en los juegos, que por que puedan terminar, siempre puedes volver a empezar.
El director vuelve a hacer una película con su fórmula habitual. Tiene derecho a hacerlo y además lo hace muy bien. Nos vuelve a introducir en su mundo refinado (y a veces frivolo), y vuelve a poner los aspectos formales muy por encima del fondo. En su afán por impresionar, se entretiene tanto en la estética exterior que pierde de vista (por momentos) la esencia de la narración.
Esto provoca que la película sea una delicia para los sentidos pero también es un producto que no necesariamente alimenta el alma. Los personajes carecen de profundidad ya que están al servicio de lo principal, que es la parte visual. Esto es habitual en las cintas de Anderson, aunque debo manifestar que en esta ocasión los personajes emanan cierta ternura, y hay un tono general melancólico en la película respecto a aquella vieja Europa.
Este proyecto supone una nueva cinta, con unos pocos personajes principales, en este caso los estupendos Ralph Fiennes y un debutante muy dinámico de nombre Tony Revolori y otros muchos que van apareciendo a lo largo del metraje. En ocasiones más cerca del cameo, como el caso de Bill Murray, pero todos con momentos de lucimiento y momentos de auténtica carcajada, cada actor ayuda a que la experiencia sea del todo satisfactoria y magnética, absolutamente entregados a la causa del director. Tan simple como esto: si ellos disfrutan, tú lo harás. Todo ello, por supuesto, bajo una fotografía deliciosa de tonos generalmente cálidos, que le generan al espectador estar como en casa. A esta propuesta visual maravillosa y colorida se le añade una fascinante utilización del encuadre y unos movimientos de cámara que cortan la respiración.
Por último, cabe hacer mención al humor del cine del director que a mi entender es realmente punzante, pues muchos lo tildan con facilidad de ser malintencionado, aunque yo prefiero definirlo como diferente y atrevido. Alcanza eso sí, una gran eficacia en esta película, quizá la más accesible de su carrera.
Humana, significativa y benéfica, prolonga el discurso de su director como un verdadero autor del cine, al mismo tiempo que contribuye a mantener su universo puro e intachable, provocando de manera irresistible la necesidad de regresar a él. A veces uno se lamenta que no estrenen más películas como esta cada año.

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