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The Royal Tenenbaums (2001)



Director: Wes Anderson

Duración: 110 minutos

País: Estados Unidos

Elenco: Gene Hackman, Anjelica Huston, Ben Stiller, Gwyneth Paltrow, Luke Wilson, Owen Wilson, Bill Murray, Danny Glover, Seymour Cassel, Kumar Pallana, Alec Baldwin, Grant Rosenmeyer, Jonah Meyerson, Aram Aslanian-Persico, entre otros.

" Una distanciada familia cuyos integrantes fueron en el pasado niños prodigio, se vuelve a reunir cuando su padre les anuncia que padece una enfermedad terminal."

Cuando se cultiva la genialidad de un niño que es un portento, se desconoce hasta qué punto podrá llegar a triunfar en la vida. Por lo general, la mayoría de ellos acaban siendo juguetes rotos y caen en desgracia en algún momento antes de madurar.
Algo parecido les ocurre a los tres hijos del excéntrico Royal Tenenbaum. El padre abandona a sus hijos años atrás. Tras hacer una evaluación de su existencia, ya en el ocaso de la misma, finge una enfermedad para recuperar a su familia. Todos sus hijos se hayan metidos en un vacío existencial por el fracaso que han resultado sus vidas; pasaron en algún momento de ser genios a ser unos entes desdichados.
Chas está lleno de rencor por el alejamiento de su padre, Margot odia el compromiso y Richie sufre por amor. Los tres hijos acaban volviendo al hogar materno para tratar de autoencontrarse. 
Esta película destila constantemente el sabor de lo que pudo haber sido pero se quedó a la mitad. Todo empieza con aquel brillante prólogo en donde se nos relata la brillante carrera de los niños prodigio convertidos en adultos neuróticos con sombra de fracasos (incluyendo el éxito del menos talentoso del círculo y que irónicamente no es un Tenenbaum) y durante toda la cinta con el hundimiento de la familia como tal, al no poder reproducir y afianzar los lazos que alguna vez los unieron.
Como fondo de esta sucesión del desarrollo de cada uno de los integrantes de la familia Tenenbaum (en su mayoría frustrantes) con su promesa elemental, se pueden escuchar melancólicas y magníficas canciones de los años 60, reforzando el contenido nostálgico, de un pasado que prometió algo mejor que el resultado actual.
Este componente de sensación de derrota, frustración (y cierta neurosis) causa deterioro en los personajes de los 3 hijos de la familia Tenenbaum, además del psiquiatra que está casado con Margot, quien para colmo es la hija adoptada del Clan.
Aparentemente la historia necesita de un tono dramático, si se tienen en cuenta todas las premisas mencionadas. Eso en el mundo de Anderson no es cien por ciento posible. Anderson imprime a sus películas de esa indefectible aura que algunos denominan como absurda e irracional lo cual las convierte en obras casi inclasificables, gracias al colorido visual y a la estructuración por capítulos, como si de un cuento se tratara. Y por ello se entremezclan momentos cómicos con otros surrealistas, junto con otros más amargos. 
Lo más destacado es la concepción de los personajes de los cuales cada uno que va apareciendo es más singular que el anterior, aunque solo sea en apariencia, porque en esencia son taciturnos y cualquiera se puede ver, en cierto modo, reflejado en ellos.
Hablar de esta obra es apuntar directamente al controvertido Wes Anderson, uno de esos pocos cineastas geniales de estos tiempos que sabe crear un cine propio, que gustará o no al espectador promedio, pero que difícilmente es comparable a otros. Nada en el cine se parece a lo que concibe en su mente, inventa, compone y realiza en un set o locaciones y termina y construye en la sala de edición.
Sus producciones están impregnadas de cierto aire bohemio, desenfadado y atípico, discontinuo, melancólico por momentos y sobre todo brillante.
Sus películas no se caracterizan por guiones sólidos, ni un mensaje especialmente definido, ni por construir personajes del todo verosímiles, todo lo contrario, el guión suele brindar la sensación de ir a la deriva en muchas ocasiones, o de que la película no está contando nada en particular y que en general sus personajes son un compendio de excéntricos.
Incluso habrá algunos espectadores que no saben qué es lo que están viendo, y cuando la película acabe no sabrán decir con exactitud a que género pertenece la cinta. Algunos pensarán que les han visto la cara y otros muchos que es una auténtica grosería cinematográfica.
Probablemente sea ese aspecto lo que ha suscitado que sus creaciones se vuelvan fascinantes, el simple hecho de no saber en que manera concluirá la narración, eso que algunos pueden calificar de un disparate y que está desfilando justo frente a sus ojos. O tal vez sea esa forma narrativa inusual y cambiante, sus particulares personajes y la mencionada aura de melancolía que es tan complicada de definir, pero que está presente a lo largo de todos sus proyectos.
Parece un drama y lo es, pero Anderson consigue algo tan difícil como arrancarnos carcajadas mientras asistimos a algo tan terrible como lo es la desintegración de una familia y de sus componentes. El director y guionista adopta las maneras de un tipo con un sentido del humor seco y áspero y un gusto exquisito y desbordante por la recreación de ambientes para mostrarnos las miserias de una familia sui géneris que en el fondo es una metáfora acerca de cualquier familia.
A través de lo concreto la cinta llega a lo universal disfrazando su fotografía con un halo grotesco y distanciado que en realidad es un resumen de su verdadera intención: arañar con su sátira el velo cotidiano y cercano de la normalidad de la que suelen hacer gala generalmente todos los núcleos familiares de cualquier parte del mundo. Intuyo que en su esencia, en su lado más profundo, existe un canto a la anormalidad bien entendida, es decir, una exaltación de la diferencia y de la originalidad en su versión más extravagante e hilarante.
Una inteligente anti-comedia de alto nivel concebida por uno de los renovadores del género con más talento.

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