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The Searchers (1956)





Director: John Ford

Duración: 119 minutos

País: Estados Unidos


Elenco: John Wayne, Jeffrey Hunter, Vera Miles, Ward Bond, Natalie Wood, John Qualen, Olive Carey, Henry Brandon, Ken Curtis, Harry Carey Jr., Antonio Moreno, Hank Worden, Beulah Archuletta, Walter Coy, Dorothy Jordan, entre otros.


" Un Veterano de la Guerra Civil se embarca en un viaje para rescatar a su sobrina de una tribu india".


Las películas con fama de obras maestras despiertan a una legión de brillantes cinéfilos cuyo objetivo es buscarles los defectos, derrumbar el mito, como dicen algunos. Es la tenacidad dirigida a algo inútil, por lo cual a mi me parece incomprensible. ¿Para qué derrumbar mitos?
Al final de cuentas, una película, cuando se enfrenta a un espectador está tan desprotegida como el primer día que fue observada, en este caso allá por el año 56, y espera ser juzgada, por lo cual siempre se ofrece tal cual es. El viejo precepto de que la película sigue siendo la misma, lo que cambia es el espectador.
Los mitos son un prejuicio más, que lleva a algunos a la ciega adoración (e incluso al fanatismo), y a otros a discursos llenos de soberbia. La cinta es lo que es, no hay más, y como tal debe ser criticada.
Los destructores de mitos suelen decir que esta obra es una película efectivamente realizada por Ford, lo cual es su mayor fortaleza, pero su mayor debilidad es que es imperfecta. La interrogante que aparece en este caso ante tal afirmación es la siguiente: ¿Hay algo perfecto en este mundo?
Quizás una computadora conciba algún día películas perfectas, pero hoy por hoy, son los seres humanos quienes producen el cine. La obra es imperfecta. Mejor. Eso resalta sus virtudes. Tiene fallos en la continuidad, errores absurdos de montaje, pequeñas lagunas en su avance en el espacio y el tiempo. ¿Y qué? No debe juzgarse una película por eso, no en mi opinión. Y la aplaudo, aunque reconozco que tiene esos errores. De una película se debe esperar, según mi opinión, otra cosa.
Es curioso que a la hora de realizar listas, entre críticos de cine y profesionales del medio, siempre está entre las primeras. Paul Schrader dijo de ella: Me aseguro de verla al menos una vez al año. Scorsese expresó: La veo una o dos veces al año, me influenció mucho cuando hice Taxi Driver. Y finalmente John Millius estableció con seriedad: La he visto sesenta veces. No es por casualidad que un hijo tanto del propio Millius como de Wayne se llamen Ethan. Alguien dirá que están locos, pero cabe recordar que ciertas locuras procuran una enorme felicidad y responden al nombre de pasión. En este caso pasión por el cine, pues creo que lo realmente grave es haber visto solo una vez, o no haberla visto jamás.
Está claro que todo lo que nos rodea influye en nosotros de una forma u otra, pero se estará de acuerdo conmigo en que no tiene el mismo valor la opinión de un profesional del cine, a la de un aficionado con todo el respeto que merece. Otra cosa es que te guste más o menos que otras, por ejemplo a mí me parece extraordinaria, pero no siento empatía con el protagonista, en cambio hay otras obras suyas que me gustan más por ser más emotivas, cuestión de gustos. Todo es tan simple como que en esta película Ford alcanza la cúspide de su creación cinematográfica, ahí donde la acción sin detenerse se convierte en reflexión, en un justo análisis sobre la mitología del Oeste y sus héroes, que prolongaría en creaciones posteriores. El director reflexiona sobre los seres humanos en una situación de conflicto, sobre el honor, la moral tradicional y el amor.
El director John Ford, establece siempre una ambigüedad continua a la hora de presentar dos ideas antagónicas (ya sea en la narrativa de la película o en la representación de los personajes), y es en este proyecto, donde Ford muestra de manera más vehemente esa dicotomía. El tema del racismo es tratada por el director, en pocas palabras, de este modo. No entra en juicios de valor que conduzcan a la bondad o maldad de los personajes. El director es quien se dedica a demostrar, a revelar simplemente la circunstancia de los mismos, lo que lo lleva a no emitir, ni dar a entender ningún juicio acerca de las acciones de los personajes, simplemente se limita a poner de relieve el por qué de esas acciones. 
Esto se deriva de las experiencias de los protagonistas de la cinta; como en el caso de Ethan Edwards, que regresa al hogar tras haber acumulado un bagaje vital enorme en diferentes conflictos. Es un hombre marcado por la guerra, por el combate, y por lo tanto, acostumbrado a tratar con la muerte de manera casi cotidiana. Esto le genera una forma de pensar muy concreta acerca de los indios, pero tal vez no está tan convencido de ello, sino más bien lo utiliza como una especie de mecanismo de defensa ante las frustrantes experiencias en las que ha estado a lo largo de su vida.
El protagonista es, por lo tanto un ser nómada, que se siente desdibujado en un entorno que le parece extraño, el hogar. De esto se deduce, que la búsqueda incesante de la chica raptada, no deja de ser una búsqueda de sí mismo, una promesa hecha a sí mismo, casi una penitencia. Aunque si se investiga un poco más a fondo, se pueden encontrar interpretaciones muy desarrolladas que manifiestan que en realidad la motivación de Edwards para llevar a cabo esa búsqueda persistente de su sobrina tiene que ver con el hecho de que más bien es su hija. Eso suena al mismo tiempo interesante y demasiado enmarañado, sin dejar de perder el sentido. 
Es inevitable buscar referencias mitológicas en el relato, y de hecho, la odisea de Edwards, es una insinuación evidente a la Odisea de Homero. Y es que si bien son historias diferentes, y el desarrollo es completamente distinto, la alusión es clara. Por ejemplo, los dos protagonistas tienen esa predisposición a la aventura, esa firmeza y coraje típico de la narración grecolatina; sin embargo también se ven perseguidos por la tragedia, tan presente en los relatos de esta naturaleza.
Evidentemente, la película también es recordada por otras cosas, como por ejemplo el espectacular uso de los exteriores del Monument Valley, inspiración para David Lean en la grabación de Lawrence of Arabia. O la inmortal maestría de John Ford, capaz de contar historias enteras con una mirada, un gesto o un plano. Para muestra otro botón, aquel brillante ataque inicial a la casa, en el que no se ve a ningún indio más que al final, cuando su sombra cubre la figura de la pequeña Debbie, para destacar el resultado del enfrentamiento. O simplemente el glorioso plano final, en el que tanto se dice sin pronunciar una sola palabra.
En fin, si digo qué es exactamente esta cinta, tal vez no acertaría, mejor diría que es un viaje que todos deben hacer por sí mismos. Quizás así se descubra algo nuevo.

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