Director: Alejandro González Iñárritu
Duración: 156 minutos
País: Estados Unidos
Elenco: Leonardo DiCaprio, Tom Hardy, Domhnall Gleeson, Will Poulter, Forrest Goodluck, Paul Anderson, Kristoffer Joner, Joshua Burge, Duane Howard, Melaw Nakehk'o, Fabrice Adde, Arthur RedCloud, Christopher Rosamond, Robert Moloney, Lukas Haas, entre otros.
" Un cazador y trampero que se encuentra en una expedición de comercio de pieles en los años 1820, lucha por la supervivencia después de haber sido mutilado por un oso y dado por muerto por los propios miembros de su equipo de caza."
Los hombres de montaña fueron cazadores que vivían normalmente en esa clase de lugares, particularmente en las Rocosas de América del Norte entre 1810 y 1880, dedicados a la exploración y a la caza de animales para la extracción y posterior comercialización de sus pieles. Hugh Glass fue (y sigue siendo) sin duda, uno de los más renombrados, por sus increíbles peregrinajes y principalmente, por una historia que después de experimentarla pocos podrían vivir para contarla: sufrir el ataque de un oso grizzly, sobrevivir durante meses herido casi de muerte, sin abrigo ni alimento, y expuesto a los ataques de toda clase de grupos indios en medio de la nada.
La carrera de Alejandro González Iñárritu se podría dividir perfectamente en dos etapas. La primera sería aquella en la que contó con la colaboración del guionista Guillermo Arriaga, mientras que la segunda es la que comprende sus colaboraciones con el director de fotografía Emmanuel Lubezki. Biutiful supuso un breve paréntesis en la carrera del director, el puente entre ambas fases. Sin embargo, y a pesar de lo diferentes que son sus dos últimas creaciones al resto de su obra, el mexicano ha ganado premios y ha recibido el calor de la crítica con todos y cada uno de sus trabajos.
Basándose en la historia del propio Glass e inspirado en la novela que escribiera Michael Punke en 2002, González Iñarritu dirige esta cita que se alza como la gran candidata para los próximos premios de la academia en gran parte de las categorías. Nuevamente colabora junto al mentado Lubezki quien se encarga de la fotografía, para armar un relato que trata básicamente de la supervivencia, cargado de una tensión y un dramatismo que penetra hasta los huesos y con interpretaciones muy adecuadas, de la mano de probablemente dos de los mejores actores del nuevo milenio: Leonardo DiCaprio y Tom Hardy.
La película abre con una extraordinaria secuencia en la que los miembros de la expedición protagonista son atacados por una tribu de nativos, al pensar éstos que tienen secuestrada a la desaparecida hija de su jefe. Esta larga secuencia está filmada de manera asombrosa, sirviendo a su vez como una inmejorable presentación de los personajes y el contexto en el que se desarrollará la acción, gracias, más que cualquier otra razón a esa cámara que flota con libertad y que alterna con elegancia y naturalidad el plano general de la batalla y los primeros planos de los protagonistas.
La película es un simple relato de sobrevivencia y venganza, una especie de Western que sustituye la aridez del desierto por el frío invierno de montaña, una epopeya sobre la traición, un viaje espiritual de un hombre que fue dado por muerto y que de las cenizas, renació.
El director sorprende nuevamente con un trabajo perfecto detrás de la cámara, en donde los largos planos secuencia son un deleite visual; donde a la cámara en mano nunca se le dio un mejor uso, situándonos a la mitad del frío que congela y los tiroteos; donde la maravillosa fotografía de Lubezki conmueve a lo largo de una obra que evoluciona constantemente a través de su propio ritmo y sus propios artilugios. Iñárritu en algún momento pareciera ser el digno heredero de Terrence Malick (la evocación mental es inevitable), conmoviendo sólo con imágenes por sobre los diálogos y devolviéndole un valor natural al paisajismo, esta vez en un contexto de dolor físico que acompaña al emocional.
Tras las enormes cantidades de elogios y aplausos, al igual que en su anterior trabajo, Iñárritu no completa la perfección por la excesiva y constante necesidad de agotar recursos en la forma siempre por encima del fondo. Si bien el quehacer narrativo es completo, queda algo corto al intentar potenciar las escalofriantes imágenes con un mensaje más trascendental que la cinta, evidentemente, pretendía alcanzar. Existe cierto desequilibrio entre el poderoso trabajo técnico, de sonido, dirección e interpretación, sobre el valor del guión, que se esfuerza en darle contexto a la parte emocional del protagonista con recuerdos y ensoñaciones de tipo espiritual que no fortalecen del todo la linea de vida de Glass. En ese sentido, la extensa duración de la cinta tampoco ayuda a disminuir esta falta de matiz narrativo.
Los problemas de la cinta, que consigue mantenerse siempre en pie gracias a su excelencia en lo visual, convirtiendo el visionado en una experiencia visual-auditiva sin igual, comienzan cuando Glass es abandonado a su suerte. Es en ese preciso instante cuando el director decide echar por tierra todo lo logrado con anterioridad, demostrando así sus carencias, la incapacidad de sacar adelante y con éxito una propuesta estética que le queda grande. Estoy convencido de que no era necesario seguir filmando la odisea de Glass mediante planos secuencia. Del guión mejor ni profundizar, pues aun siendo evidente que su importancia en este tipo de películas es menor que en otras más narrativas, siempre hay que exigirle un mínimo de coherencia interna y trabajo a la escritura.
Es más, cabría hacer ahora mismo un experimento. Habría que pensar en nuestra o nuestras películas favoritas. Después de ello, se tendría que decir si con alguna de ellas se puede afirmar que visualmente es maravillosa pero el guión no es la gran cosa. Por supuesto que al final el guión va a tener cierta importancia en una obra cinematográfica. Nos gustan las películas que cuentan una historia impactante, subyugante, que emocionan por sus diálogos, por la evolución del personaje, porque plantean un conflicto moral, porque nos hacen reír, porque nos permiten soñar y un largo etcétera. No se trata de que la historia sea siempre de manera extraordinaria original, sino que de esa historia, al menos, proponga nuevos puntos de vista en los que se asome la personalidad del creador.
La diferencia más notoria entre el cine de Malick y esta obra es la edición (o el montaje, como también suele llamarsele) La importancia de ese aspecto en las películas del primero es vital, pues ese recurso de los planos secuencia que en el son cortos conforman el esqueleto de las mismas, siempre interconectado a través de un trabajo de montaje irreemplazable. En el nuevo trabajo de Iñárritu la edición es mínima, pues los planos secuencia constituyen la mayor parte del metraje. Luego se llega al final de una forma especialmente torpe, precipitada, especialmente cuando se trata de una película con un metraje considerable. Podría decirse que el artificio se apodera de una cinta cuyas pretensiones parecían ser principalmente realistas y naturalistas.
En cuanto al tema interpretativo, no podría estar más en desacuerdo con que DiCaprio ganara el premio a mejor actor protagonista por su papel en esta producción. Es innegable que su trabajo es adecuado, como también lo está el resto de sus compañeros, pero me parece que su interpretación es física en su totalidad, cuyo buen hacer está mucho más relacionado con el sacrificio antes y durante la filmación que con el talento. Una nueva muestra de la importancia que le dan los académicos ya no sólo a las transformaciones físicas, sino a las penurias sufridas durante las filmaciones de las películas.
El paso de los días está consiguiendo que le quite valor a la experiencia sensorial que supone esta cinta, cuyos defectos minimizan cualquier logro visual en esta búsqueda del plano perfecto que ejecuta Iñárritu con la ayuda de Lubezki.
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