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The Last King of Scotland (2006)



Director: Kevin Macdonald

Duración: 123 minutos

País: Reino Unido / Alemania

Elenco: Forest Whitaker, James McAvoy, Kerry Washington, Gillian Anderson, Simon McBurney, David Oyelowo, Stephen Rwangyezi, Abby Mukiibi Nkaaga, Adam Kotz, Sam Okelo, Sarah Nagayi, Chris Wilson, Dick Stockley, Barbara Rafferty, David Ashton, entre otros.

" Basado en los eventos del brutal régimen del dictador ugandés Idi Amin, tal como lo vivió su médico personal durante los años setenta."

Giles Foden, quien escribió la novela en la que se basa esta película, pasó sus años de formación en Malawi, cuyo presidente en ese momento era otro siniestro dictador africano, el Doctor Hastings Banda (quien por extraño que parezca, fue médico familiar en Glasgow). Sin embargo, en su libro homónimo se dedica a observar a una figura mucho más colorida la del general Idi Amin Dada presidente vitalicio de Uganda, desde el punto de vista de un joven médico escocés, Nicholas Garrigan, quien es separado de un remoto hospital donde atienden misioneros, para convertirse en el médico y asesor personal de Amin.
Ahora bien, podría decirse que existió una base objetiva para crear esta ficción, en el sentido de que el propio Amin fue atendido por un médico escocés y también tuvo como consejero cercano a un ex oficial del ejército británico, Bob Astle (a quien Foden entrevistó y que vive retirado en Inglaterra), pero en esencia estamos apreciando ficción, la cual evidentemente está basada en la premisa de lo que hubiera significado ser un médico joven, impresionable, bastante irresponsable y sexualmente aventuro que además siguiera las ordenes de un dictador.
O, ¿no es cierto que la mayoría de nosotros nos sentimos atraídos hacia una figura de ese talante? Por supuesto, si tuviéramos la opción de elegir, la mayor parte preferiría no pasar ni un minuto viviendo bajo un régimen de ese tipo, pero es raro encontrar a alguien que no esté interesado ligeramente en lo que los hace funcionar, en aquello que los distingue del resto de los líderes de este mundo que no son más que seres monótonos, no obstante más benevolentes. 
Por otro lado, a medida que los dictadores van desapareciendo de la faz de la tierra, sigue siendo casi aceptado de forma universal y unánime por el resto de la humanidad que el general Idi Amin de Uganda estaba entre los peores de la lista de tiranos de la historia. Entre otras razones para ello, podría citarse el terrible hecho de que unas 400 mil personas fueron asesinadas durante su mandato en la década de los setenta, o que miles de sus compatriotas fueron obligados a exiliarse en el extranjero por no estar de acuerdo en su forma de gobernar. Más allá de estos lamentables datos, más allá de las terribles marcas que dejó a nivel de los derechos humanos en su país, su vida sigue un tema que resulta fascinante. Es decir, fue una figura verdaderamente excéntrica, aunque terriblemente brutal, y es casi imposible evitar estar intrigado por ese peculiar modo de ser.
La adaptación de Kevin MacDonald que realiza a la novela de Giles Folden nos adentra en el mundo de Amin, aunque si se esta esperando alguna clase de re-escritura o una nueva forma narrativa completamente fiel al libro, honestamente no se va a encontrar. Como es lógico, hay muchos aspectos diferentes entre el libro y este filme, ya que estamos hablando de dos medios distintos en los cuales plasmar una historia. Por lo visto, como se esperaría se trata de un acercamiento mucho más condensado de los años en que Amin gobernaba y se prescinde de personajes que aparecen en las páginas del libro, pero no así en la pantalla. Como sea, nada de ello va en detrimento de la película. El núcleo del relato sigue siendo la turbulenta relación entre el dictador y un médico escocés ficticio que es contratado después de tratar al general cuando este se ve involucrado en un accidente de automóvil que implica a una vaca que se hallaba en el lugar y el momento equivocados. Es así que, juntos, el libro y el filme se complementan entre sí para proporcionar una exploración convincente de la humanidad de tales personajes y, quizás al mismo tiempo el elemento fundamental de todo esto: el aspecto inhumano. Sin duda, con esto me refiero al componente despiadado y sanguinario del protagonista.
En lo que respecta al doctor Garrigan, es interpretado adecuadamente por la entonces promesa británica James McAvoy, quien por aquellos días empezaba a transformarse en toda una realidad como uno de los mejores actores jóvenes surgidos de aquellos lares. Su personaje es básicamente un tipo arrogante y egoísta que a cada nuevo acontecimiento se encuentra hundiéndose cada vez más en el fétido pozo en el que se desfigura el gobierno de Idi Amin. Su propia existencia es una metáfora de la fuerza que posee la corrupción, que no es otra cosa que el poder absoluta y las características amorales que atesora. Así mismo, se encuentra en el elenco un sólido apoyo de gente como Gillian Anderson y David Oyelowo, sin dejar de hacer una mención especial a Simon McBurney, quien interpreta a un oficial británico de la embajada con un brillo espeluznante y amenazador.
Más el mérito de esta obra, no solo se trata de lo apropiado de sus actuaciones secundarias como ya lo he mencionado, sino que esta película resultaría un producto de apatía generalizada sin el liderazgo de su protagonista. En ese sentido, Forest Whitaker se merecía desde hace mucho tiempo el impulso para pasar de ser un simple actor aclamado por la crítica, a una estrella de la pantalla universalmente aclamada. Con este papel, se suponía que era precisamente lo que había conseguido. Dicho de otra manera, interpreta a Amin con tal brillantez que es casi imposible no sentirse conmovido y asustado por su presencia. Se las arregla para llevar a la pantalla todos aquellas piezas que cautivaban de forma tan peligrosa sobre aquel hombre tan singular. 
Para terminar, señalaría que es demasiado sencillo repudiar a una figura como Amin. Es más fácil para cualquiera de nosotros entender cómo triunfan los dictadores si los consideramos monstruos capaces de hacer lo que sea para obtener sus metas. Sin embargo, la capacidad de actuación de Whitaker, junto con la escritura aguda, muestra su lado más humano, y eso para mí lo renueva y lo transforma en un ser más aterrador. A causa de ello, un Oscar siempre será un posible recompensa y no podría ser más merecido.

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