Director: Radu Mihaileanu
Duración: 140 minutos
País: Francia / Israel / Bélgica / Italia
Elenco: Yaël Abecassis, Roschdy Zem, Moshe Agazai, Moshe Abebe, Sirak M. Sabahat, Yitzhak Edgar, Roni Hadar, Rami Danon, Mimi Abonesh Kebede, Meskie Shibru, Raymonde Abecassis, Yosi Alfi, Shmil Ben Ari, Schlomo Vishinsky, Shai Fredo, entre otros.
" Un niño cristiano se escapa de la Etiopía azotada por el hambre, con rumbo hacia Israel en donde pretende ser tomado como un ciudadano judío"
Las imágenes que logramos observar sobre los niños etíopes, son a menudo las de criaturas con vientres distendidos que se aferran tanto a la vida, con el mismo ímpetu que un comentarista de la televisión occidental se dedica a detallar todo sobre su terrible y deprimente destino. Sin embargo, nadie se preocupa realmente por aquellos niños.
Ganadora de diversos galardones otorgados por el público en festivales por todo el mundo en el ya lejano 2005, entre los cuales podría mencionarse los de Berlin o el de Toronto, la obra de Radu Mihaileanu le brinda el derecho de la palabra a las personas cuyas voces han sido silenciadas.
El filme cuenta la historia de los judíos negros de origen etiope conocidos como Falashas, los cuales fueron trasladados a Israel gracias a la nombrada Operación Moisés en 1984 que llevó a cabo el Mossad Israelí.
Dicha operación transportó de forma exitosa a ocho mil judíos etíopes a Israel, pero lamentablemente en el duro periplo también murieron alrededor de cuatro mil, ya que se trató de un viaje brutal a pie en un principio con destino a Sudán y más tarde a diversos campos de refugiados.
En el caso de Mihaileanu, el director del filme, es un hombre que nació en Bucarest la capital de Rumania, de padres judíos, los cuales habían vivido un tiempo en los campos de trabajo nazis. En 1980, como el protagonista de la película, fue arrancado de sus padres cuando huyó de la dictadura de Ciucescu que atravesaba su país, para trasladarse a Israel y luego finalmente recaló en Francia. En su obra, un pequeño que se aferra a su madre, mientras ambos habitan en un campamento ubicado en Sudán, le pide amargamente a su hijo que se vaya, que viva y que se convierta. Esta terrible petición es lo que le da el título al filme. Mas tarde, la madre le demanda que debe fingir que es judío y le pide que recuerde que su nombre es Salomón, que su padre se llamaba Isaac y que su hermana tenia por nombre Aster.
La historia que nos cuenta la cinta abarca quince años en la vida del joven Salomón (quien es nombrado Schlomo por los israelíes), en los que se nos describen sus experiencias en aquel lejano lugar, lejos de su hogar y donde se encuentra totalmente solo, asentándose en un país extranjero; un estado donde se habla un idioma que no comprende y que está repleto de personas que practican una religión diferente a la suya, y cuyo color de piel es distinto al suyo.
El director se adentra en la narrativa, en su propio estilo para contarnos esta dolorosa historia y profundiza con ello en un metraje que rebasa las dos horas, los cuales en muchos fragmentos parecieran estar abarrotados de toda clase de particularidades. Sin embargo, más allá de esto, se puede escuchar y comprender el elemento emocional que le impregna a su creación, y la voz clara con la que nos habla a los espectadores.
Cuando Schlomo por fin arriba a Tel-Aviv, comienza en su vida una serie de procesos muy largos de asimilación e integración en la sociedad israelí, pero las barreras engendradas por las diferencias sociales y culturales son dificiles de soportar. Después de mostrar todo su enojo y frustración, mientras reside en un internado de dicha ciudad, es enviado para su adopción con una familia sefardí francesa de inclinaciones políticas de izquierda. Es así que, Yoram y Yaël Harrari lo acogen en su morada, junto a el par de hijos que ya tienen. Se trata de una familia unida, cálida y amorosa; sin embargo, luego de su decisión se ven enfrentados a toda clase de problemas con el chico, los cuales evidentemente no habían anticipado.
La nueva madre adoptiva, por ejemplo, debe combatir el prejuicio de los padres en la escuela a la que asiste Schlomo, puesto que desean retirar a sus hijos del colegio porque están convencidos de que, siendo un niño proveniente de África, debe ser portador de toda clase de enfermedades.
Al negarse a comer en la primera cena que acontece en su primera noche en la nueva vivienda, realiza un gran esfuerzo por encajar en el nuevo clan al que pertenece, pero debido a que escucha una y otra vez que, como es negro, no es realmente un verdadero judío, comprende que su largo sufrimiento ha dado comienzo.
Posteriormente, una disputa se origina en Israel entre los fundamentalistas y los judíos ortodoxos bajo la premisa de lo que realmente significa ser un judío negro y Schlomo queda atrapado en el medio de la discusión. Temeroso de ser descubierto como cristiano, el niño se sumerge en la teología judía, aprende hebreo y francés y estudia la Torá; sin embargo, lleva consigo todo el tiempo el lastre de su mentira.
Más adelante, la historia salta algunos años. Ahí, Schlomo conoce a una guapa adolescente llamada Sarah, una chica blanca que se encuentra rendida a sus pies, pero que debe lidiar con el purulento racismo de su padre. Por lo cual, rebelándose contra la autoridad de sus padres sustitutos, el niño es enviado a un kibutz para trabajar y estudiar, al mismo tiempo que mantiene una estrecha correspondencia con la mentada Sarah.
A medida que Schlomo va creciendo hasta alcanzar la edad adulta y se ve forzado a responsabilizarse de la culpa, se siente obligado a confesar su verdad interior y es en ese punto que, la película aprovecha para hacer uso de cada elemento de su propio drama personal.
En suma, este filme aborda uno de los temas más controvertidos de Israel: aquel que tiene que ver con la identidad judía y la pureza racial. Ahora, si bien no duda en mostrar el lado negativo de la vida israelí, también nos muestra su humor, sensibilidad y la compasión que gozan como pueblo.
Aunque, desafortunadamente, me parece que la película suele caer de vez en cuando en toda clase de lugares comunes, es un proyecto que funciona porque se trata de algo más que la experiencia de una sola persona. En este caso, estamos ante un filme que narra una historia universal de alienación, del deseo ferviente de pertenecer y el dolor que ocasiona el sentirse solo, emociones todas ellas, compartidas por personas que pertenecen a todas las religiones en todas partes del mundo.
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