Director: Nuri Bilge Ceylan
Duración: 110 minutos
País: Turquía
Elenco: Muzaffer Özdemir, Mehmet Emin Toprak, Zuhal Gencer, Nazan Kesal, Feridun Koç, Fatma Ceylan, Bahaltin Surler, Nazli Aydin, Engin Hepsev, Ercan Kesal, Asli Orhun, Ahmet Bugay, Arif Asçi Cemal Gülas, entre otros.
" Después de que su esposa lo deja, un fotógrafo atraviesa por una crisis existencial e intenta hacer frente a la inesperada visita de su primo."
En esta nueva oportunidad, la obra sobre la cual expondré algunos puntos, puede calificarse como sobria para no caer en los lugares comunes, y en su forma atesora una estructura equilibrada. En esencia, la trama resulta muy simple para ser descrita: Yusuf, un hombre originario de una zona rural de Turquía, decide visitar a su primo Mahmut quien vive en Estambul, con la esperanza de encontrar un trabajo en la ciudad. En la mayor parte del metraje los primos comparten y terminan conviviendo durante un periodo de tiempo que termina volviéndose tenso, mientras habitan en el mismo departamento hasta que, finalmente Yusuf se va.
Todo esto que he contado en un breve párrafo, se desarrolla de forma lenta metódica; es decir, de una manera que algunos espectadores y críticos han encontrado exasperante. De hecho, a veces la cinta pareciera deleitarse con su falta de acción, en particular en aquellas escenas en que parece vislumbrarse un destino conocido, y al final las posibles relaciones románticas no llegan a nada, ya que las chicas involucradas desaparecen literalmente de la imagen.
Sin embargo, más allá de que en apariencia no pasa mucho en este filme, sus imágenes expresan bastante, particularmente sobre el tema de la existencia moderna. Por lo cual, los personajes de la historia casi siempre son representados como seres alienados y anestesiados. Para ello, citaría los siguientes ejemplos que me pareció fueron mostrados en la pantalla de forma evidente: para ganarse la vida Mahmut fotografía azulejos, la gente apenas habla entre sí, ver la televisión parece ser el único pasatiempo existente y la única fuente de diversión; e incluso los lazos familiares se han roto, como bien los demuestran momentos en los que Mahmut se refiere de forma sarcástica a Yusuf como pequeño idiota o un asqueroso hijo de puta. Como resultado, el tema de un pueblo deshumanizado está plasmado a la perfección con una imagen recurrente en la cinta: la de Mahmut sentado o recostado en el sillón, mirando televisión. Esta imagen (la cual siempre es tomada desde el mismo ángulo, siempre estática, como la vida de Mahmut) continua apareciendo una y otra vez, lo mismo que sucede con cada uno de los distintos programas en la pantalla. Es más, la indefectible atención de Mahmut hacia la televisión no pierde su ritmo habitual a pesar de que, en un momento dado llega a quejarse de que esta maldita porquería tiene noventa canales, pero solo hay mierda.
Claramente, es un hombre que ha sido adormecido por la televisión (y cabría señalar que el porno parece constituir una proporción significativa de todo lo que ve), y por los rasgos de la modernidad en general. Y por lo tanto, uno de los grandes triunfos de la película es emprender la tarea de que esa sea alienación se vuelve reconocible, sosteniendo con ello un espejo hacia nuestras propias vidas. En realidad, me resultó sorprendente lo verídico y natural que se perciben los hechos exhibidos en su narrativa. Sobre esta cuestión, ya he mencionado la efectividad de su ritmo lento, pero también destacaría la observación que realiza sobre las consecuencias del primer encuentro sexual que vemos apenas en los primeros minutos del filme. En aquella escena, cuando la amante en turno acaba de abandonar el lugar (desde luego sin cruzar ni una sola palabra), Mahmut se recuesta en la cama solo para terminar colocando su mano en lo que da la impresión de ser algún residuo pegajoso de procedencia claramente sexual, que rápidamente soluciona al limpiarlo con varios pañuelos desechables. Esto indudablemente no es una visión romántica del mundo, no hay en ello una representación de Hollywood de lo que suelen llamar como hacer el amor, sino una presentación cruda de las realidades que son todo menos perfectas. En este caso, yo diría que Ceylan en esencia es un documentalista, uno de esos que toma fotografías en las que consigue capturar todo lo que puede haber allá afuera en la realidad y que puede ser bello para todos nosotros que nos enfrentamos con ella todos los días.
A su vez, la decadencia que se muestra aquí no es solo de tipo espiritual, sino también económica. En lo que concierne a Yusuf determina ir hacia Estambul, en busca de trabajo, porque tanto a él como a su padre les han comunicado que han perdido su empleo en la fábrica local. Sin embargo, la ciudad ofrece poco alivio en cuanto a las dificultades financieras se refiere, dado que los barcos están abandonados y pudriéndose en los puertos a lo largo del Bósforo (anulando así a los humanos que los crearon), y el proceso de búsqueda de empleo no es más que una serie de dilaciones, promesas rotas y constantes rechazos.
No obstante, al filme de procedencia turca no le hace falta una pincelada de optimismo, podemos apreciar este punto a través de la sutil redención de Mahmut que se produce al final de la historia. Como espero que haya quedado claro hasta este punto por lo que se ha escrito con anterioridad, la vida de Mahmut parece consistir únicamente en tomar fotos de azulejos, ver televisión, mantener su departamento ordenado, y tener sexo intrascendente, sin mezclar ninguna clase de emoción en el acto. En contraste, conocemos que existe una cierta impulsividad e inocencia en el modo de ser de Yusuf (en un momento dado, sigue a varias chicas que le parecen interesantes) que es lo que lo lleva a conducirse de cierta manera en la vida, y con ello demuestra que es un hombre más completo y menos atormentado que su primo, a pesar de la pésima situación financiera por la que atraviesa.
Conviene subrayar que este modo de observar, este acercamiento tan agudo y emocional en el que se retrata de forma oportuna la soledad, la impotencia en la que se sobrevive ante ella y la eventual redención, el espectador se dará cuenta de que se le está concediendo un acceso especial al alma del cineasta. Dicho de otra manera, solo un hombre que haya experimentado este trío de primera mano puede construir una película como esta. Acorde con ello, Nuri Bigle Ceylan fue elaborando su creación de una manera que podría llamarse solitaria, ya que empleó a un escaso equipo de cinco personas, y se encargó el mismo de muchas de las tareas del filme. No solo dirigió esta película, sino también la escribió, la fotografió, la coeditó y la produjo por medio de su propia compañía. Incluso, si vamos más lejos podríamos reconocer al director en el carácter de Mahmut: no solo el personaje conduce un automóvil y reside en un departamento que, en la vida real, pertenece a Ceylan, sino que Ceylan también solía ser fotógrafo.
Ahora menos mal que bien, aunque me suelo resistir a usar un término que a menudo se aplica de manera tan casual, este ejercicio es innegablemente el trabajo de un verdadero autor. Pero, esta cinta no solo representa un capítulo en el pasado de su creador, sino también sospecho, sus peores temores. Esto lo consideré, dado que en alguna escena los amigos de Mahmut le comentan que: solías decir que harías películas como Tarkovsky.
En consecuencia, podemos ver con claridad quien es Mahmut, es decir, el tipo fracasado en el que Ceylan tanto temía pudiera llegar a convertirse. De ahí que, las referencias a Tarkovsky que están desperdigadas a lo largo de la película se convierten en ligeras insinuaciones que bien podría ser consideradas como si Tarantino hubiera filmado una de esas llamadas películas de arte; pero que en sí mismas solo son parte integral de una historia tan personal. Si bien es cierto que Ceylan está influenciado por Tarkovsky, me parece que en cierto sentido, las referencias al trabajo del maestro ruso están lejos de ser satisfactorias: en el relato mirar una cinta de Tarkovsky no parece valer la pena, más allá que se trate del remanente de tristeza de un sueño olvidado, algo que bien puede ser intercambiado por un poco de pornografía (como lo hace Mahmut).
Dicho brevemente, con esto parece preguntar de manera osada si no es posible que la simple observación de películas sea una experiencia enervante y sin sentido, una barrera para las verdaderas experiencias humanas. Luego entonces, ¿no deberíamos salir y realizar nuestras propias películas?
Con lo analizado, sospecharía que Ceylan, un hombre que literalmente ha sido salvado por el cine, respondería con un rotundo Sí a estas preguntas.
Comentarios