Pi (1998)

Director: Darren Aronofsky

Duración: 84 minutos

País: Estados Unidos

Elenco: Sean Gullette, Mark Margolis, Ben Shenkman, Pamela Hart, Stephen Pearlman, Samia Shoaib, Ajay Naidu, Kristyn Mae-Anne Lao, Espher Lao Nieves, Joanne Gordon, Lauren Fox, Stanley B. Herman, Clint Mansell, Tom Tumminello, Henri Falconi, entre otros.

" Un paranoico matemático decide utilizar la mayor parte de su tiempo resuelto en finalmente hallar un número clave que facilite el acceso a todos aquellos patrones universales que se encuentran presentes en la naturaleza."

Para comenzar me gustaría decir que si no ha visto esta película, debería tener en cuenta que algunas cosas que considero debo mencionar en esta breve reseña, probablemente revelen bastantes detalles de la trama. Pero bueno, es justo y necesario.

Hecha esta salvedad, vayamos al meollo del asunto. Veamos, algunas personas señalan que este filme se expone como suele nombrarse en este país vulgarmente como muy fumado; esto es, que está demasiado fuera de la realidad, que es poco acertado en sus pretensiones narrativas y que además en términos religiosos lo que plantea es poco menos que inexacto. Entonces, ¿qué habría de responderse ante tales juicios negativos al respecto de la obra y su aparente calidad?

En primer lugar, de todas las citadas opiniones, es muy posible que me encontrase admitiendo que tal vez la cinta o el argumento chocante que nos detalla, para algunos (o para una gran mayoría) podría ser valorado como demasiado onírico, bastante cargado de alucinaciones y por ende cercano a alguna clase de surrealismo. Desde luego dicha estimación debe tenerse en cuenta, ya que es bastante acertada. 

Sin embargo, en esa misma línea, no logro comprender cómo una película cuya historia esta sustentada (como la gran mayoría de ellas, si no es que todas) en un tema ficticio, no puede servirse del elemento de ser poco realista en algunos puntos. Es decir, no habría que culpar a la obra por este motivo o achacárselo como un desperfecto evidente, al final esto se trata de la mera expresión artística que es el cine y nada más.

En mi caso, se trata de una película a la que guardo un profundo afecto, más allá que mi forma de apreciarla y acercarme a su propuesta se ha modificado bastante con el paso de los años. Dicho de otra manera, al verla casi me siento obligado a profesarle cierto respeto y admiración por el trabajo que a su vez le concedo, se consiguió para convertirla en una producción que fuese directamente innovadora. 

Es una creación que cuenta con actuaciones destacadas y otras bastante decentes, (más allá de que en la trama no existen demasiados personajes) y la banda sonora que emplea para acompañar el relato, ultima las sórdidas imágenes que desfilan por la pantalla en la hora y fracción de su metraje, a la perfección.

Aunque, la sugerencia que pienso realizar sobre lo que debe ser su adecuado visionado pueda sonar extraño, tendría que recomendar que se viera mientras acaece la luz del día y no de noche, o en su defecto si sucede de esa forma, que no estén todas las luces que se encuentren alrededor apagadas. Y eso debido principalmente a que se pueden experimentar algunos dolores de cabeza generados por la filmación en blanco y negro, que en determinados momentos contrasta en demasía y que suele ser demasiado brillante.

Por otra parte, algunos de sus detractores apuntan a que sencillamente el protagonista, cuyo nombre es Max, solo se encuentra abrumado por sus dolores de cabeza, alucinaciones y la enrome cantidad de medicamentos que ingiere durante el día. Una vez, otro punto sobre la historia que soy capaz de recoger como cierto. No obstante, al final Max está obsesionado con buscar el orden supremo en todo el caos existente en el universo. Y para ser más preciso, lograr hallar una forma de entender el mercado de valores, de alcanzar con esos datos las calificaciones suficientes para predecir su comportamiento, lo cual no es poca cosa, dado que se trata de un evento que se supone ocurre y se desarrolla completamente al azar. Con esto quiero decir que, la finalidad que rige el destino de este sujeto de modo obsesivo y por lo que vive ofuscado, es un propósito prácticamente imposible de alcanzar, puesto que no existe persona alguna que deba o pueda tener de forma razonable todas las respuestas a dicha interrogante.

Ahora bien, a mi parecer, no podría denominar o describir al personaje principal con el simple calificativo de loco. En mi opinión no lo está. Por ejemplo, digamos que el número que posee 216 dígitos en el que pone todo su interés, sus energías, su atención y cuidado y que el ha asumido es el genuino nombre de Dios. ¿Al conocer ese nombre de verdad, Max no se toparía justamente con gozar la capacidad para todo ser viviente de forma inconcebible de dirigirse a ese ser supremo por su propio nombre? Lo dicho hasta aquí, supondría que este conocimiento le permitiría hablar inmediatamente con él. 

Y conviene subrayar que todas estas ideas, todos estos delirios podrían ser interpretados como una forma de visiones religiosas (como aquellas que experimentaba Juana de Arco, pero más extrañas y misteriosas).

Otro punto sometido a discusión acerca de este filme, está relacionado con el tema de las computadoras, que en esta relato para sorpresa de muchos alcanzan un nivel de conciencia a través del discernimiento del mentado número, para luego solamente morir. En este apartado, cabría preguntarse si, ¿no suena en algún sentido razonable que si cualquiera fuese una computadora y obtuviera esa anhelada consciencia de sí mismo (a la que muchos temen puedan disfrutar algún día esas máquinas), en consecuencia lo más lógico que podría suceder a continuación es no querer seguir siendo una computadora?

Si esto es así, tal vez la computadora elige su propia muerte. O, quizás al comprobar su propio deceso, se da cuenta de la existencia de una conciencia como tal. Sí, esto no suena nada realista, es poco menos que improbable, pero puede suceder perfectamente en el mundo ficticio en el que viven las películas.

A no ser que, las experiencias alucinante de Max podrían comprenderse como una experiencia religiosa compleja, o meramente la vida delirante y peligrosa de un matemático obsesionado. Mi sugerencia es que permita que esta cinta, lleve a cabo lo que haría cualquier otra película, que te cuenta una historia.

Sigo manteniendo la firme creencia de que con cada filme, el encuentro único y singular debe ser cercano a la posibilidad infinita, a la eterna interrogante ¿qué tal si...?

Al final, las películas son nuestros propios sueños representados frente a nosotros en una pantalla. Sin la imaginación, los filmes no existirían.