Director: Terry Zwigoff
Duración: 119 minutos
País: Estados Unidos
Elenco: Robert Crumb, Aline Kominsky-Crumb, Charles Crumb, Maxon Crumb, Robert Hughes, Martin Muller, Don Donahue, Dana Morgan, Trina Robbins, Spain Rodriguez, Bill Griffith, Deirdre English, Peggy Orenstein, Beatrice Crumb, Kathy Goodell, entre otros.
" Un documental que sirve como un retrato íntimo del controvertido caricaturista Robert Crum y su traumatizada familia."
Este filme proyecta una mirada profunda y muy personal al artista surgido y parte fundamental de la contracultura de los años sesenta, el dibujante Robert Crumb. La historia se centra en tres décadas en las que se recorre el trabajo artístico de Crumb para al mismo tiempo ser capaces de reconstruir su desdichada infancia al lado de sus hermanos, los días en los que trabaja con la publicación emblemática de nombre Zap Comix a finales de los sesenta, pasando por un periodo en su existencia en el que se hallaba en el lado oscuro y la que en ese momento era su vida más reciente. De tal forma que, las entrevistas que se nos presentan con el peculiar sujeto que da el título a la obra, su esposa Aline, algunos familiares y amigos sirven para revelar los motivos que se encuentran detrás de su asombrosa y duradera creatividad. Justo en esa parte de la narrativa es cuando se manifiesta el meollo del asunto, ya que se deja ver ese hombre llamado Crumb que a veces es divertido, a menudo deprimente y siempre entretenido; es decir, una combinación poco común para el protagonista de una cinta que además es un documental.
Durante su infancia, Crumb (cuyo nombre de pila es Robert) y sus hermanos Charles y Maxon encontraron consuelo ante la figura tiránica que representaba su padre tanto en los cómics como en los dibujos animados. En el caso del protagonista del relato, fue un muchacho que escapó de alguna forma a la enfermedad mental que rodeaba a su familia y que se hallaba con frecuencia en ella como si de un sello único se tratase, y que por otra parte puso fin a la carrera artística de su hermano mayor (Charles, quien era igualmente talentoso), pero por lo demás que se narra, tuvo una infancia y una adolescencia perfectamente miserables. Toda esta singular coyuntura sirvió como acicate para el joven Crumb, un adolescente socialmente torpe, que fue acosado e intimidado en la escuela y rechazado por las mujeres, por lo cual decidiría en 1962 (a los 17 años) vengarse de la sociedad que lo repudiaba convirtiéndose en un artista famoso.
Más adelante en 1966, lo que el denomina como las revelaciones de algún lado sórdido en el inconsciente de Estados Unidos que más bien fueron inspiradas por el uso de algunas sustancias como el LSD, llamaron la atención de algún editor de Haigh Street en San Francisco y de ahí nació el citado Zap Comix. Precisamente, lo que Zap significó en aquel instante fue una salida para toda aquella energía creativa atrapada en su interior, y que tenía sus raíces más ocultas en todas aquellas dificultades sociales por las que había atravesado en el pasado. Además, el ilustrador no estaba interesado en el dinero y en alguna ocasión se dio el lujo de rechazar un contrato de cien mil dólares, una gran suma de dinero en aquellos días. Y aunque se identificaba con las ideas ideas de la muchedumbre hippie, no podía relacionarse con su cultura: Mi principal motivación (para dibujar) era conseguir un poco de esa actividad amorosa gratuita comenta con indudable franqueza.
Después de algunos años en los que disfrutó del inconveniente que es la fama, se retiró de Zap para comenzar a expresar el lado más oscuro de su naturaleza. En ese sentido, su trabajo posterior con frecuencia contenía o abordaba temas sádicos y violentos y, a veces, tanto amigos como críticos lo etiquetaban con ligereza como mera pornografía. Incluso, el propio Crumb no está seguro de la intención que subyace a aquellas creaciones: Tal vez deberían encerrarme y quitarme los lápices le comenta a una periodista que le realiza una entrevista en un pequeño café.
A lo largo del metraje aparece la figura del escritor y crítico de arte Robert Hughes quien asegura que en el mundo de Crumb no hay héroes e incluso las víctimas son cómicas, ideas que desde luego no concuerdan con lo que fue y sigue siendo la cultura tradicional estadounidense.
Sin embargo, Crumb siempre se ha considerado a sí mismo como un sujeto alienado, un simple forastero y por ello disfruta de la sensación tan especial de estar muy alejado o extremadamente separado del resto de la humanidad y del mundo en general.
Suele expresar acompañado de una risa irónica: Las palabras me fallan, y las imágenes no son mucho mejores, para describir su disgusto acerca del evidente consumismo estadounidense. Justo al final de la historia determina irse a vivir a Francia porque afirma que su cultura es un poco menos malvada que la de Estados Unidos.
Como cierre, la película es tan sincera casi de modo indecente sobre todos aquellos detalles infelices de la vida de Crumb, como la enfermedad mental que padecen sus hermanos, toda clase de experimentos con drogas y para molestia de algunas poseer algunas actitudes que podrían tildarse de ambivalente hacia las mujeres. Sin embargo, es evidente que no hay miseria ni violencia presente en este hombre. Al final todo está plasmado en el papel.
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