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Monos (2019)


 

Director: Alejandro Landes

Duración: 102 minutos

País: Colombia / Argentina / Holanda / Alemania / Suecia / Uruguay / Estados Unidos / Suiza / Dinamarca / Francia

Elenco: Sofia Buenaventura, Julián Giraldo, Karen Quintero, Laura Castrillón, Deiby Rueda, Paul Cubides, Sneider Castro, Moises Arias, Julianne Nicholson, Wilson Salazar, Jorge Román, Valeria Diana Solomonoff, entre otros.

" En la cima de una remota montaña, ocho niños que cargan armas, vigilan a una rehén y a una vaca lechera que recientemente ha sido reclutada para beneficio de la reducida escuadra."

Un filme que bebe de muchas fuentes. Para empezar, la influencia innegable de El corazón de las tinieblas (1899) de Joseph Conrad, y El señor de las moscas (1954) de William Golding, pasando por la locura de Aguirre, la cólera de Dios (1972) la cinta de Werner Herzog y Apocalypse Now de Francis Ford Coppola, para luego toparse con ese nihilismo jodido de los participantes propio de Pixote, la ley del más débil (1981) del cineasta argentino-brasileño Hector Babenco mezclado con un poco de Johnny Mad Dog de 2008, adornada con la mentalidad devastadora de la futilidad de la guerra de una obra maestra como Ven y mira (1985) de Elem Klimov, todo ello envuelto en una historia con una estética de falso cuento de hadas combinado con fantasía. Por lo cual, resulta que una mezcolanza demencial como esa que he descrito, da como resulta una película completamente única, muy diferente a todo lo que probablemente tu o yo hayamos visto. Escrita por Alejandro Landes y Alexis Dos Santos, y dirigida por Landes, Monos (del griego mónos, que significa solo o uno) es un filme que no se puede clasificar y cuyo argumento se mueve desde la cima de una montaña que está literalmente por encima de la línea donde nacen las nubes, para después recaer en una asfixiante selva y luego llegar a un río embravecido hasta el borde una ciudad en medio de la guerra, mientras que en el aspecto temático se la pasa desplazándose por las vidas de un grupo muy unido de soldados que al parecer morirían el uno por el otro, hasta alcanzar una mentalidad en la que el último hombre que quede en pie estará bordeando la genuina locura. 

A mi parecer es una cinta visualmente impresionante, aunque la trama es más bien insuficiente 8y da la impresión de que en general se queda a medio camino en sus intenciones) y, a veces, la base alegórica es un poco imprecisa; sin embargo, se trata de una película demasiado ambiciosa y audaz concebida por un director del que tal vez vayamos a escuchar hablar bastante en los próximos años.

Todo gira sobre la idea de que en un país no identificado, en un momento no identificado, se está librando una guerra entre combatientes no identificados por razones nunca especificadas. En la cima de una montaña, nos presentan a la unidad MONOS, un pequeño grupo de púberes soldados con dos tareas asignadas: por un lado cuidar a una vaca lechera recién traída al campamento y por el otro vigilar a una prisionera estadounidense que está retenida para pedir rescate, conocida por ellos como la Doctora. Así que, de día se toman muy en serio sus deberes, pero de noche actúan más como los adolescentes que son; por lo tanto se la pasan bebiendo, comiendo hongos, teniendo relaciones sexuales, y obviamente bromear un poco. Se trata a grandes rasgos de un grupo muy unido, que posee una moral muy alta. O eso es lo que ellos creen hasta que un accidente provoca una serie de efectos colaterales que finalmentes los obliga a abandonar la base de la montaña, dirigiéndose así hacia la implacable selva que se encuentra debajo. De tal forma que separados de su cadena de mando, su disciplina comienza a fallar y pronto, han entrado en un conflicto violento entre ellos. 

Aunque la historia está vagamente inspirada en el perpetuo conflicto colombiano, una guerra de aparente baja intensidad y múltiples participantes de diversos frentes que comenzó en 1964 y aún continua hoy, uno de sus aspectos más importantes es la falta de tintes políticos, históricos, sociales, y especificidad militar que hay en ella; es decir podría tratarse de una alegoría de casi cualquier conflicto en cualquier momento. De modo que, en lugar de intentar provocar dramatismo evocando los horrores de un conflicto en particular, Landes trata la historia como una parábola universal, facilitada por la carencia de una contextualización en concreto. En este sentido, la obra posee una sensibilidad cercana a al cuento de hadas con una base mitológica, con la violencia y la brutalidad compensadas por un tono poético que habla de la atemporalidad. 

Además de esto, la película examina el caos y el absurdo de la guerra a través del lente de la adolescencia; esto es, aunque los miembros de Monos pueden ser violentos, también lo son en general los adolescentes, una dualidad que se documenta a lo largo del metraje. Por ejemplo, la escena de apertura, muestra al grupo jugando al futbol, pero con los ojos vendados, lo que resume tanto la seriedad con la que consideran su entrenamiento, pero también reconoce que el juego sigue siendo una parte fundamental de sus vidas. De hecho, el filme bien podría incluso interpretarse como una fabula de la adolescencia misma: un grupo de muchachos que no están seguros de quiénes son, que experimentan con las drogas, el alcohol y la sexualidad, no del todo atraídos de que los adultos les digan qué hacer y que están convencidos de que pueden hacer un mejor trabajo al administrar todos los asuntos de la guerrilla.

En términos de lo estético, la característica más sobresaliente de la obra es su cualidad de ensueño, con una atmósfera que camina por una línea muy fina entre el realismo descarnado de un drama de guerra y la sensación alucinatoria de un sueño febril (precisamente en esto, recuerda mucho a Apocalypse Now). Justamente esta sensación de existir un poco fuera de la realidad, se ve favorecida en gran medida por la partitura discordante y dislocante de Mica Levi, que se basa en silbidos y percusión de tambores. Y es evidente que aquí también es primordial la fotografía exuberante y saturada de Jasper Wolf. En la montaña, Wolf suele filmar escenas con los personajes disminuidos en tamaño ubicados en una pequeña esquina del encuadre, llenando casi toda la pantalla de vegetación y cielo. Tales composiciones sugieren la existencia vivida en el borde del mundo, existente fuera de la sociedad, existiendo incluso fuera del tiempo. Sin embargo, una vez que nos trasladamos a la selva, Wolf va en la dirección opuesta, filmando en primeros planos estrechos, con frecuencia con cámara en mano, lo que sugiera tanto la claustrofobia como la pérdida del control casi omnisciente visto con anterioridad en la cinta.

Y aquí llego a la parte elemental de esta breve reseña. Si tuviese que criticar algo, sería la trama, que en general me parece muy floja, incluso para los correspondientes estándares de la citada alegoría. Es más con respecto a esa alegoría, aunque ciertamente llegue a asombrarme con la firme resistencia de Landes a la pormenorización de todo, a veces suele tener demasiado éxito en traducir lo inespecífico y universal, dejándote con la interrogante de qué es exactamente a lo que está tratando de hacer alusión (incluso el título no se puede encerrar en un solo significado, ya que además de ser la palabra griega para solo y el nombre de la unidad en sí, también es el termino para referirse a un simio). Y aunque el tema de los niños soldados es un tema bastante importante por sí solo, es algo con lo que Landes parecer estar desinteresado por sí mismo. Esto puede llevar a una falta de emotividad, que es casi seguro se busca desde el planteamiento, pero ocasiona que sea difícil sentir empatía por cualquiera de los personajes, incluso la mentada Doctora.

Sin embargo, es un proyecto cinematográfico muy ambicioso, con muchas cosas en mente que pretende alcanzar. Una cinta que cabalga entre lo surrealista y lo sanguinario, el realismo y la fantasía, la seriedad del mundo adulto y la inocencia propia de la infancia, es una experiencia visual singularmente única, tan hermosa, poética y abstracta en algunas escenas como repelente, cruda, y realista en otros. O tal vez sea una terrible predicción de hacia dónde se dirige un mundo cada vez más dividido como si tratase de un mito fundamental, Monos manifiesta tanto de nuestros futuro como de las leyendas que sustentan nuestro presente.

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