Dirección: George Sluizer
Duración: 107 minutos
País: Países Bajos / Francia
Reparto: Bernard-Pierre Donnadieu, Gene Bervoets, Johanna ter Steege, Gwen Eckhaus, Bernadette Le Saché, Tania Latarjet, Lucille Glenn, Roger Souza, Caroline Appéré, Pierre Forget, Didier Rousset, Raphaëline Goupilleau, Robert Lucibello, David Bayle, Doumme, Eric Jacquet, Aziz Djahnit, Linda Wise, entre otros.
" Rex y Saskia son una pareja enamorada que viaja de vacaciones a Francia. Paran en una gasolinera y Saskia es secuestrada. Después de tres años sin noticias suyas, Rex empieza a recibir cartas del secuestrador."
Esta película oscura y brillante ha sido muy comentada desde su estreno en 1988 y con razón (hasta el mismísimo Kubrick hablo maravillas de ella): solo algunas películas (pocas en realidad) poseen un poder tan inmutable, del tipo aquel que te dejan imágenes mentales que se quedan contigo durante meses o incluso años. De tal manera que el austero final de esta historia no es otra cosa para mí mas que un comentario sobre la prevalencia del mal despiadado que existe en nuestra sociedad. Reducido esto a su expresión más simple, diría que no hay alegría en la naturaleza. Y no se equivoque, esta es una de esas películas indecentes (así les llaman ahora) que solo querrá ver una vez. Es más, no puedo imaginar a nadie que encuentre el mismo grado de satisfacción en la versión americana de 1993, con un final feliz añadido para apaciguar los nervios de los productores. Por favor, no vea aquella versión.
The Vanishing, o Spoorlos (su titulo original en holandés) cuenta la historia de Rex Hofman, un sujeto que decide realizar un viaje por carretera con su novia Saskia. Tras sufrir una avería en el interior de un túnel, los dos se dirigen a una concurrida parada de camiones en la campiña francesa, y Saskia ingresa al lugar para comprar algunas cosas. Pero cuando no regresa al coche, cunde el pánico y Rex inicia una frenética búsqueda de su novia desaparecida. Tres años después, Saskia sigue desaparecida, y el secuestrador un tal Raymond Lemorne, que resulta ser un profesor universitario de rostro impasible, empieza a ponerse en contacto con Rex, prometiendo contarle la verdad de lo que le hizo a Saskia; sin embargo Rex desesperado por obtener respuestas, termina por hallarse en una situación más espeluznante de lo que podría haber imaginado.
Pues bien, debo confesar que pocas veces una película ha mantenido mi atención de esta manera, y pocas veces me ha asustado más la fría y y dura inevitabilidad que conlleva el final de esta obra. La tensión no se construye a partir de la revelación de puntos de la trama que queremos ver, sino de lo lejos que llegará Rex para ser capaz de verlos. En este sentido, es una subversión del thriller convencional que desliza pequeños indicios y pistas a lo largo de la historia, como las breves pero reveladoras tomas de Raymond aplicando su disfraz de escayola falsa y cabestrillo, y nos pide que juguemos a ser detectives. Sin embargo, Sluizer nos da la pista esencial desde el principio. Lo interesante del asunto es que toma la inusual decisión de mostrar las acciones de un hombre, que cuando se juntan, se convierten en la horripilante ejecución de una peculiar fantasía.
El hombre es interpretado por Bernard-Pierre Donnadieu con una fría y dura eficacia en sus planes. Raymond es bueno, pero tal vez no tan bueno como cree. No se comporta como un hombre cualquiera tan bien como debiera hacerlo cuando sus hijos y su esposa están cerca, y se pueden detectar pequeños momentos en los que parece inseguro. Pero de antemano se ha asegurado de todo lo demás. El singular profesor se ocupa del proceso de planificación del secuestro con una metodología científica y una curiosidad natural. Es aterrador porque aborda la tarea como un juego, como un experimento de su propia ausencia moral. Donde el publico suele buscar una falta, un motivo, locura y pasión, no hay nada. Ni siquiera la habitual desviación sexual que hemos llegado a esperar es un factor en este caso. Un amigo hace esta suposición errónea, y vemos cómo se añade a sus esquemas. Si solo fuera un aventura, todo esto podría explicarse, incluso justificarse, pero esto no.
Incluso cuando participa en el pasatiempo favorito del asesino en serie, burlándose de los seres queridos de la victima a través de recuerdos y postales, Raymond no parece actuar por malicia o conminación. Es él, finalmente, quien se pone en contacto con Rex y le propone mostrarle todo lo relacionado con aquel fatídico día. Si nos entusiasma que Rex se desahogue físicamente con él y consiga una especie de venganza, esta se desvanece casi de inmediato cuando Raymond acepta lo que le ha tocado. Resulta aun más inquietante que este hombre no tenga los mismos conceptos de venganza que la gran mayoría de la gente, y que vuelva a hacer la misma propuesta. No se le ocurre mentir o engañar a Rex en algo que no ha prometido. ¿Qué ganaría con ello? Intuimos que está conectado con el mismo tipo de curiosidad con la que Rex ha sido torturado durante tres años. Incluso, el sujeto se toma la molestia de preparar algunos sándwiches.
Al final, Sluizer fue capaz de crear una especie de pesadilla viviente que no termina cuando uno se despierta. Evita apoyarse en los sustos baratos que habitan en muchas producciones de este género; el temblor de la cámara, la banda sonora reventando las bocinas y dictando nuestras emociones, las enormes inyecciones de dinero que de forma inevitable se encuentran en la promoción y los medios de comunicación.
Además, Francia nunca ha aparecido siendo tan aburrida en un filme como en esta oportunidad; Raymond elige lugares remotos y ordinarios que están muy lejos de la belleza de las postales de los sitios a los acuden los turistas. Pero la noción más importante es la forma en que construye los hilos que se acumulan hasta el clímax. No hay ningún misterio que el publico esté deseando conocer. Es cierto que se nos mantiene en perpetuo suspenso y angustia, como a Rex, por el destino de Saskia. Sin embargo el director construye su tensión a partir de la lenta comprensión de lo que está por venir. Ambos saben que Rex no rechazará esta oportunidad, para volver a sumergirse en el estado de no saber, en eso que llaman incertidumbre.
Desde el momento en que se encuentran, es simplemente una cuestión de tiempo antes de que conceda lo que Raymond debe hacer. Examinar esto desde una perspectiva racional seria un error critico, según veo. Esta parece ser una respuesta común a la película, desmenuzar su lógica, señalar lo absurdo de todo ello. Pero se pierden un punto: ambos hombres, al ver la película, se revelan honesta y directamente como quienes dicen ser. Raymond no se desviaría de su promesa, y Rex sabe con exactitud lo que quiere, y cómo provocará su perdición. Pero la alternativa a esto es una vida vacía plagada de horrores sumergida en la vacilación, por lo que camina de forma voluntaria a los brazos de un asesino. No hay forma de reparar esto, y no hay posibilidad de salvarlo de este destino (es decir, hasta que apareció el mezquino remake gringo).
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