Dirección: Errol Morris
Duración: 103 minutos
País: Estados Unidos
Reparto principal: Randall Adams, David Harris, Gus Rose, Jackie Johnson, Marshall Touchton, Dale Holt, Sam Kittrell, Hootie Nelson, Dennis Johnson, Floyd Jackson, Edith James, Dennis White, Don Metcalfe, Emily Miller, R.L. Miller, Elba Carr, Michael Randell, Melvyn Carson Bruder, entre otros.
" Un aclamado y premiado documental basado en hechos reales que narra el arresto y posterior condena de Randall Adams, quien fue sentenciado a muerte por el asesinato de un policía en Dallas en 1976. Fue gracias al documental que se conseguiría reabrir el caso de Adams."
La película titulada La delgada línea azul (el cual alude a la distancia que existe entre la justicia y la anarquía) dirigido y escrito por Errol Morris documenta el asesinato del policía Robert Wood acontecido en Dallas en 1976. David Harris, un joven vagabundo, fue detenido inicialmente por el crimen, pero más tarde testificó que otro hombre, un tal Randall Adams era en realidad en responsable del asesinato. Adams afirmó no saber nada del crimen. Sin embargo, las autoridades locales creyeron a Harris, y Adams fue finalmente acusado y condenado a muerte. Al comienzo de la película, Adams llevaba once años en la cárcel y Harris por su parte cumplía condena por un delito no relacionado.
Utilizando reconstrucciones dramáticas y muchas declaraciones de testigos presenciales, el documental de Morris se sumerge de lleno en el caso. Es un desfile de testimonios contradictorios y puntos de vista subjetivos que se superponen, la verdad del asesinato comienza por volverse turbia y sin forma, hasta que las cosas empiezan a centrarse. Cuando el crimen empieza a cuajar, un cuadro lamentable comienza a tomar forma: la corrupción policial desenfrenada llevó a Adams a una condena falsa, Harris aparece como un psicópata juvenil, la incompetencia de la policía queda expuesta, los chivos expiatorios son exonerados, las pruebas y los testimonios que corroboran el caso son socavados, el carácter moral de los abogados, psiquiatras, agentes de la ley y testigos expertos es puesto en duda, e incluso los testimonios de civiles comunes y corrientes se ven totalmente sesgados, influenciados con facilidad por deseos personales de dinero y fama. Por lo tanto, el argumento de la película es: no confíes en nadie, pon a prueba a los dioses y sigue indagando hasta encontrar la verdad.
La delgada línea azul tuvo un buen recibimiento cuando se estrenó a finales de la década de los ochenta, pero pasarían varios años antes de que su influencia en el género documental se hiciera patente. Las dramáticas reconstrucciones del crimen realizadas por Morris (filmadas en tonos pesadillescos y noir, parecidas a las de una cinta de David Lynch), las cabezas parlantes, la estética y el enfoque generales darían lugar a toda una industria del documental, que influiría en innumerables creaciones sobre crímenes en televisión, cadenas de televisión enfocadas en tribunales y programas de investigación. A los efectos visuales de Morris hay que añadir una poderosa partitura de Philip Glass, que se cierne sobre la obra como la soga de un ahorcado (si se me permite la alegoría).
Sin embargo, para una película que pretende buscar la verdad, la delgada línea azul es en ocasiones más bien una obra escasa. Se eluden los agujeros sospechosos en la memoria de Adams, y aunque la historia pone rostros humanos a esos hombres y mujeres ignorados que viven al margen de la sociedad, ya sea en términos económicos o psicológicos, se coloca poco empeño en profundizar en las vidas de estos personajes. Por ejemplo, los escritos posteriores sobre Harris (que fue ejecutado en 2004, por otro crimen no relacionado), han demostrado que él también fue una victima, alcohólico y suicida a la corta edad de once años, y condenado a vivir con una familia violenta y abusiva. Del mismo modo se echa en falta en la narración cualquier rastro de homosexualidad, cualquier rastro de la confusión psicosexual que experimentaban estos dos hombres y cualquier comprensión de cómo su marginación puede haber afectado a su sexualidad. De hecho, los psicópatas (ambos sexos tienden a encontrar a esta clase de sujetos como encantadores y sensuales en niveles notorios) son en forma desproporcionada bisexuales, y muchos periodistas y escritores han afirmado desde entonces que un Harris bisexual o sexualmente confundido rechazó las insinuaciones sexuales de Adams la noche del asesinato, y que el propio Adams (que murió en 2010) era homosexual. Pero esas vías no se exploran en la película, ni hay indicios de que la sexualidad de Adams haya desempeñado un papel en la condena de la policía (Texas era, y sigue siendo, famosa por sus leyes de persecución de los homosexuales).
Aun así, la delgada línea azul se interesa principalmente por la corrupción policial, y en este sentido funciona bien. Morris deja claro que la policía no siguió ciertas pruebas simplemente porque dichos indicios entraban en conflicto con el resultado que querían conseguir. En otras palabras, la policía, como todos los seres humanos, incurre en racionalizaciones y tiende a trabajar hacia atrás a partir de sus nociones preconcebidas o expectativas. Vaya descubrimiento.
En la actualidad, los expertos calculan que cada año se condena de manera injusta a unas diez mil personas en Estados Unidos por delitos graves (lo que supone es aproximadamente entre el cinco y el catorce por ciento de todas las condenas). Por otro lado, el 64% de las personas exoneradas de delitos graves habían sido identificadas de modo erróneo (en una normalidad se trataba de identificaciones raciales erróneas), al quince por ciento se le sustrajeron confesiones falsas y el 44 % fueron testigos de la acusación que cometieron perjurio. Para un documental similar, y posiblemente mejor, sobre este mismo tema, véase Murder on a Sunday Morning.
Aunque se trata de un documental influyente e inquietante, el tiempo y los innumerables imitadores han producido que La delgada linea azul me pareciera demasiado flemático y repetitivo. Merece la pena verlo una vez.
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