
Director: Henry Koster
Duración: 104 minutos
País: Estados Unidos
Reparto: James Stewart, Josephine Hull, Peggy Dow, Charles Drake, Cecil Kellaway, Victoria Horne, Jesse White, William H. Lynn, Wallace Ford, Nana Bryant, Grayce Mills, Clem Bevans, entre otros.
" Elwood P. Dowd es un hombre afable, cariñoso y que siempre tiene un momento para ayudar a los demás. Su único problema es que va a todas partes acompañado por un conejo gigante imaginario al que llama Harvey. La familia de Elwood no sabe qué hacer y opta por llevarle a un psiquiátrico."
Se trata de una película deliciosa, que además de ser muy divertida (hacía tiempo que no me reía tanto), es además muy poética.
Nos cuenta la vida de un hombre que ha decidido ser bondadoso antes que listo, y que además hace años que ha decidido huir de la realidad.
El mundo de las personas "normales" es desagradable, falso, egoísta. El mundo de Elwood es un mundo gobernado por la inocencia, por la amabilidad, por la bondad. Un personaje así es lógico que sea tildado de loco en este absurdo mundo de personas "normales".
Vive en su propio mundo, sólo, con su inseparable amigo Harvey, pero es feliz y hace felices a los demás.
Pertenece a esas maravillosas películas de corte fantástico, que nos sumergen en mundos imposibles pero en los que desearíamos vivir, que nos alejan aunque solo sea por unos pocos minutos de la realidad, de la soledad diaria; que nos hacen pensar que puede haber muchas personas sensibles por descubrir a nuestro alrededor.
A mi entender, es una cinta que apreciaran especialmente las personas que aman la amabilidad, la bondad y desprecian la crueldad como forma de vivir.
Sin embargo, a pesar de ser una comedia de aspecto ligero, contiene una carga de profundidad sumamente interesante.
Y es que, la noción de salud mental no puede quedar más vapuleada, aunque no a la manera dramática de películas de corte psiquiátrico sobre la locura, como ' One Flew Over the Cuckoo's Nest' o 'Shock Corridor'; ya que aquí se propone el paradigma de la lucidez a Elwood, en constante coloquio con su amigo Harvey, quien sólo es visible para él.
Su respetable hermana Veta, amiga de jueces y autoridades, organizadora de reuniones benéficas y juntas de damas, no ve al amigo invisible, aunque por supuesto duda en cada oportunidad que le habla del conejo. Los amigos del bar tampoco lo ven, no obstante admiten con normalidad su existencia y se interesan por él, llenos de consideración.
El mundo se divide entre quienes aceptan a Harvey y quienes se horrorizan ante la mera insinuación de su nombre. Los primeros asumen la riqueza de la vida, abiertos a sus posibilidades; los segundos, gente de orden, ven lo que la Ley establece que se ha de ver.
A estas alturas es claro que se trata de un anarquizante símbolo de la efectiva libertad personal y la autonomía de la conciencia este conejo de más de un metro y noventa centímetros a quien no vemos con nuestros ojos pero captamos gracias al continuo énfasis que Stewart hace sobre su presencia, llegando a crearlo asombrosamente con la gesticulación. Por cierto, un conejo de aire más amable que el de 'Donnie Darko'.
Esta obra es una apología de la antipsiquiatría y la antipsicología, es la libertad de la poesía contra las clasificaciones arbitrarias del manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales llamado comúnmente como DSM-IV, que sirve intereses económicos de los laboratorios gringos , y que últimamente medica hasta la felicidad.
Serenamente magistral, alzo mi vaso por James Stewart, por Harvey, por todos los alcohólicos que se esfuerzan en la noche del cine y de la vida.
A tu salud, maestro.
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