
Director: Stanley Kramer
Duración: 186 minutos
País: Estados Unidos
Reparto: Spencer Tracy, Burt Lancaster, Richard Widmark, Marlene Dietrich, Maximilian Schell, Judy Garland, Montgomery Clift, Ed Binns, Werner Klemperer, Torben Meyer, Martin Brandt, William Shatner, Kenneth MacKenna, Alan Baxter, Ray Teal, entre otros.
" Tres años después del final de la Segunda Guerra Mundial, 4 jueces nazis responsables de las políticas de esterilización y limpieza étnicas van a ser juzgados en Nuremberg. Sobre Dan Haywood, un juez norteamericano retirado, recae la importante responsabilidad de presidir este emblemático juicio sobre el exterminio y holocausto nazi. Mientras, ya en plena guerra fría, los países europeos prefieren olvidar el pasado."
Soberbia, una película atrevida incluso para hoy en día, que incluso se atreve a detallar lo bueno que hicieron los nazis, fuera de todo perjuicio, tópico o correctísmo político.
Lejos de la idea preconcebida que tenia, pensando que iba a ser una apología de los americanos, nos presenta razones contundentes de ambos bandos.
Es objetiva porque aquí no está claramente delimitada la frontera entre "buenos y malos". Hay gringos que creen firmemente que la justicia está por encima de todo mientras que otros quieren pasar página cuanto antes, e incluso son capaces de comprender de alguna forma a los acusados. Y también hay tanto alemanes arrepentidos como otros fanáticos que no dudarían en volverlo a hacer.
Está documentada porque se tratan aspectos verídicos (como la esterilización por motivos políticos y las leyes de Nuremberg) poco o nada reflejados en otras ocasiones en el cine, y con bastante acierto. Y la recreación del juicio también es muy realista.
Es profunda porque no se detiene en aspectos circunstanciales o anecdóticos, sino que trata de entrar de lleno en la contextualización y en las raíces profundas del nazismo y de la Guerra Fría.
Es emotiva porque hay escenas e interpretaciones (sobre todo las de Montgomery Clift, Burt Lancaster y Judy Garland) que son capaces de desarmar al más duro de los corazones.
Y es necesaria, porque no debemos olvidar a las víctimas ni perdonar a sus verdugos.
Además, no podemos pasar por alto la enorme responsabilidad de la mayor parte del pueblo alemán (una de las naciones más cultas del planeta, también en aquellos tiempos), que fue capaz de sacrificar valores tan universales y humanos como la vida, la justicia y la libertad en pro de un nacionalismo extremo y sin sentido.
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