Directores: Ethan Coen, Joel Cohen
Duración: 110 minutos
País: Estados Unidos
Elenco: Jeff Bridges, Hailee Steinfeld, Matt Damon, Josh Brolin, Barry Pepper, Dakin Matthews, Jarlath Conroy, Paul Rae, Domhnall Gleeson, Elizabeth Marvel, Roy Lee Jones, Ed Corbin, Leon Russom, Bruce Green, Candyce Hinkle, entre otros.
" Después del asesinato de su padre, Mattie Ross, una chica de catorce años firmemente decidida a hacer justicia, contrata los servicios del veterano sheriff Rooster Cogburn, borracho y excelente pistolero. Así ambos se ponen en camino y entran en territorio indio para dar caza a Tom Chaney en compañía de LaBouef, un ranger de Texas que busca al fugitivo por el asesinato de un senador."
Si digo la verdad, no me imaginaba a los hermanos Coen desembarcando en el mundo del western, como tampoco me los imagino realizando alguna obra de terror o alguna bélica. Sin embargo, cuando uno posee talento, esa brillantez, me parece que se está capacitado para hacer lo que se le pegue la gana.
La obra recrea desde una perspectiva nueva la película de Henry Hathaway. No es propiamente un remake, sino más bien una nueva adaptación, realizada atendiendo más que la anterior, el texto original.
La obra acumula densidad mediante la suma de niveles narrativos diferentes. Es por dicha razón por la que, siendo un western, es también a la vez bastantes cosas más: una historia de persecución y venganza, un relato sobre un mundo en extinción, un cuento sobre la pérdida de la inocencia, una demostración de lo que ocurre cuando se sustituyen unos valores sociales por otros, una interpretación sobre lo relativo de muchas cuestiones que parecen definitivas e inmutables, el elogio de la añoranza del pasado, la descripción del paso del tiempo, la exaltación de valores como la lealtad, la audacia, la valentía y la fortaleza. Es en pocas palabras, la invitación a una visión critica de las cosas y la propuesta de un universo de sugerencias que invitan a gozar de la cinta después de su proyección.
Estudia a los personajes con insólita profundidad, lo que le permite encadenar una narración cuidada, minuciosa la mayoría parte de las veces y rica en referencias personales. Por otra parte, las diferencias de edad, de concepciones morales y motivaciones de los protagonistas, permiten a los realizadores conferir al relato un compás que se mantiene a lo largo del mismo.
La narración, apoyada en la voz en off de la protagonista, comienza pausadamente hasta adquirir un ritmo justo y adecuado. Incluso llegan a enriquecer la historia con hechos singulares y sorprendentes, como el oso que cabalga o la niña que se enfrenta sola a un viejo e inflexible alguacil, formado en mil batallas, acostumbrado a pagar e imponer en los negocios la última palabra.
Los Coen retratan la violencia en el Oeste como un ejercicio cercano a una punzante comicidad, que no causa ningún sobresalto, como cuando se pisa una cucaracha y después todo continua de la misma forma.
No hay héroes gallardos, ni malvados implacables y eficientes. No hay sentido del honor, porque se trata de una virtud en perpetua agonía, una existencia en los últimos rastros de lo que se dio por nombrar Civilización.
Por todo eso, encontrar a una niña como Mattie Ross en un sitio tan salvaje es completamente insólito. Nadie que se la cruce la mirará como a una mocosa del montón, porque realmente es una mujer de obstinada madurez y tan necia como una mula. Y desborda eso que ya no existe en el Oeste: honradez, integridad, principios. Prometedor futuro de la joven Steinfeld, quien después de haber protagonizado pequeños papeles en cortometrajes y algunos capítulos aislados en series de televisión, logró co-protagonizar una cinta del calibre como la que aquí se menciona.
Jeff Bridges se mete en la piel del alguacil Cogburn, convirtiéndose en uno de los mayores alicientes para ver esta película. Su personaje es arrasador y hace recaer la atención en él cada vez que hace un gesto mínimo o pronuncia alguna de sus mordaces palabras.
El otro gran mérito de la obra consiste en su espléndida clase estética. He aquí la ironía de los Coen en su grado más sutil. Haciendo un remake, los directores han apostado a ser más clásicos que el original, venciéndolo en su terreno, con una banda sonora esplendida y una fotografía de enorme sensibilidad y lirismo. Los hermanos parecen evolucionar en cada proyecto su peculiar y único estilo cinematográfico, con ese barniz tan europeo para después, no obstante, presentar cintas profundamente americanas. De la buena mezcla solo pueden generarse buenos resultados.
Técnicamente perfectos, aquí brindan una lección de como presentar una historia, crear interés en el espectador e inmiscuirlo en ella en tan solo 60 segundos con el escalofriante prólogo (por la sobria voz en off que nos pone en contexto) acompañado de un torrente visual con aspecto formal de boceto hecho hecho con carboncillo.
Cada vez estoy más convencido de que los Coen no son de estos tiempos, que sus encuadres, puntos de vista, diálogos, tiempos narrativos y demás elementos que componen sus obras hubieran encajado perfectamente en otras década como los 40 o los 50, en donde hubieran compartido cartelera con cineastas de sellos clásicos que han trascendido décadas para seguir influyendo de alguna u otra manera en los cineastas actuales.
Todo para llegar a la conclusión de que cuando el único interés es contar una buena historia sin pretensiones, se consigue transformar esa supuesta sencillez en algo grande, muy grande, que nos llegan tan dentro como bala alojada en el pecho tras un disparo a quemarropa por el peor de los bandidos.
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