Director: Ernst Lubitsch
Duración: 110 minutos
País: Estados Unidos
Elenco: Greta Garbo, Melvyn Douglas, Ina Claire, Bela Lugosi, Sig Ruman, Felix Bressart, Alexander Granach, Gregory Gaye, Rolfe Sedan, Edwin Maxwell, Richard Carle, entre otros.
" Los camaradas soviéticos Iranoff, Buljanoff y Kopalski han sido enviados a París para obtener dinero para el Gobierno ruso mediante la venta de las joyas confiscadas a la gran duquesa Swana, que vive en la capital francesa. Los tres amigos se instalan en un hotel de lujo mientras los tribunales franceses deciden quién es el verdadero propietario de las joyas. El gobierno ruso envía a Nina 'Ninotchka' Ivanovna Yakushova a arreglar las cosas."
Para mucha gente que he leído Ninotchka es la mejor película de la diva Greta Garbo, no hace falta decir que no comparto en absoluto esa afirmación, pero sí que al tratarse en este caso de una comedia romántica simpática y encima de su última etapa, sea más conocida que otras, aunque tenga algunas mucho mejores. En todo caso, si fue su última gran proyecto antes que decidiera recluirse en un departamento de Nueva York y retirarse del mundo del cine a los 35 años.
La película tiene dos propósitos muy distintos, el primero podría denominarlo banal. Por un lado está la historia de amor magnífica, con unos diálogos a la altura de Billy Wilder, uno de los guionistas, en la que cuenta con interpretaciones memorables, fantásticos la propia Garbo y un espectacular Melvyn Douglas y finalmente la dirección de Lubitsch que destila clase, modernidad y estilo por los cuatro costados.
Si, hasta ahí perfecto. Pero luego nos ofrece una parte que podría llamar menos afortunada, en ella se presenta toda la carga ideológica que pretende ofrecer la cinta y que no es particularmente de mi agrado, no sólo por el fondo (hay que estar un poco imbécil para defender a aquella República de Stalin de los años 30) sino por sus formas de estafar a unos ingenuos espectadores que buscan deleitarse con su propio modelo de vida.
Y eso puede ser lo peligroso. ¿A quién va dirigida esta película? Desde luego que a los soviéticos no, ya que me imagino que no deben haberla visto en su estreno, sino más bien a los norteamericanos, británicos, franceses y gran parte del mundo occidental, es decir, a los que ya vivían en modelos capitalistas de producción. Y la razón puede ser muy sencilla: la tendencia en aquel momento era que la democracia estaba en pleno cuestionamiento, la pobreza de muchas ciudades (entre ellas París, de la que sólo vemos lujo y glamour) estaba a la orden del día y cada vez más occidentales tenían pensamientos más de que la libertad y las libertades eran para unos pocos.
Como siempre ha sucedido (y continuará sucediendo, me temo) las grandes potencias mundiales compiten y rivalizan entre sí para mostrar quiénes son los más fuertes o quienes tienen la razón. No es ningún secreto que los Estados Unidos y la URSS rivalizaron prácticamente durante todo el siglo XX, confrontando intensamente sus radicalmente opuestas concepciones de lo que es una civilización.
Lubitsch realizó esta dulce y acaramelada sátira en la que expone sin recato y de un modo a todas luces simplista, que cae en muchos lugares comunes, su postura anticomunista. Opone la rigidez soviética, representada por Ninotchka cuando ésta acaba de llegar a París, al hedonismo de la sociedad capitalista cuyo máximo exponente es el atractivo y seductor León.
También critica al régimen nazi, al mostrar con aire de extravagancia un saludo a mano alzada entre una pareja, en la estación del tren. Pero más que cualquier otro tema, la obra ofrece un estudio profundo y apasionado del ser humano, que no se adapta a las conductas rígidas, a la gravedad de las ordenes, a la ebullición ideológica, a la vida bajo amenazas y peligros constantes, porque en realidad el hombre está hecho para la alegría, la risa, la amistad, la vida social, la libertad, el libre pensamiento y quizá para el amor, que rompe convenciones y moviliza energías de fuerza incontenible.
Es curioso que, aunque parece una estructura sencilla, muy pocos realizadores hayan conseguido repetirla con acierto. Aquí radica la grandeza de las películas de Lubitsch, cuya apariencia elemental y modesta esconden un trabajo casi perfecto cuidando todos los aspectos que intervienen en la realización del filme, guión, interpretación y puesta en escena.
Lubitsch nos dice claramente: "Dejémonos de sermones. Ya basta de caras largas, de seriedad, de tantas preocupaciones, de tantas amarguras que nosotros mismos provocamos con nuestras tonterías. Todo se hace polvo, no hay ideologia que valga un peso cuando surge la llama del amor. Cuando se nos presenta la posibilidad de saborear el placer por el placer, ¿quién puede resistirse?
Tal vez esta comedia para algunos sea algo simple, algo tonta, pero se atreve a declarar una gran verdad: disfrutemos de la vida mientras podamos, porque es la única que tenemos. Eso no tiene por qué implicar ser egoístas. Es una exigencia de nuestra naturaleza. Sencillamente, hay que tratar de hallar el equilibrio. Ni un exacerbado individualismo ególatra, pero tampoco un comunismo en el que nadie tenga derecho a ser único.
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