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My Darling Clementine (1946)




Director: John Ford

Duración: 97 minutos

País: Estados Unidos

Elenco: Henry Fonda, Linda Darnell, Victor Mature, Cathy Downs, Walter Brennan, Tim Holt, Ward Bond, Alan Mowbray, John Ireland, Roy Roberts, Jane Darwell, Grant Withers, J. Farrell MacDonald, Russell Simpson, entre otros.

" A Wyatt Earp, antiguo sheriff de Dodge City, le ofrecen el puesto de comisario de la ciudad de Tombstone, pero lo rechaza porque le interesa más el negocio ganadero al que se dedica con sus hermanos. Sin embargo, cuando uno de ellos muere asesinado, acepta el puesto vacante y nombra ayudantes a sus hermanos. Contará también con la amistad y la colaboración de un jugador y pistolero llamado Doc Holliday."

Parece que hacer una obra maestra no es tan difícil cuando uno ve películas del mago Ford. Es tan sencilla y, y sin embargo por muchos momentos parece no serlo tanto. Y es que, cuando uno ve a Wyatt Earp jugando a mantener el equilibrio en su silla en la entrada del hotel de Tombstone, se da cuenta de dos cosas: el por qué John Ford es considerado uno de los mejores directores de la historia del cine, y por qué este mismo definió en algún momento al propio séptimo arte como "Henry Fonda andando". Una película que más bien parece un relato sobre distintas proezas que un verdadero western. Hay que aceptarlo, en el cine, como en casi todas las facetas artísticas de la vida, los primeros que llegan, aparte de abrirle el camino a todos los demás, se convierten en el modelo a imitar y superar. 
Ford nos vuelve a deleitar y a dar una lección, es innegable que en su época poca gente podría contar con los medios de los que él disponía, pero tenerlos no significa aprovecharlos y él, los aprovechaba. Hace setenta años ya se permitía el lujo de filmar en paralelo la huida de un carruaje o una persecución a caballo, hombre a hombre, con una técnica que sería copiada por muchos durante otros veinte años.
Ford nos enseña el camino del detalle ya que crea diferencias entre cualquier hombre entrando en una cantina y Henry Fonda entrando en una cantina. Vuelve a crear magia con la luz y el blanco y negro, despreciando la luz artificial. Sus escenas nocturnas callejeras son obras de arte, y es que no se puede pretender que una noche oscura de Arizona tenga más iluminación que una tenue luna y algún pequeño candil que se filtra por alguna ventana. Ford lo imaginó y lo concibió y aun son 70 años.
Gracias a la magia del cine, una disputa que tuvo lugar en la época de colonización del oeste norteamericano, se convirtió en un famoso duelo y sus protagonistas principales elevados a la categoría de mitos. Seguramente debieron ocurrir miles de enfrentamientos similares, pero sólo este ha conseguido perdurar en el tiempo, y el pequeño pueblo de Tombstone se ha convertido en un lugar de visita obligado para cientos de cinéfilos.
La película, que se toma numerosas licencias en relación a la historia verdadera, hace una apasionada descripción del viejo Oeste, salvaje y violento, en tránsito inevitable hacia el progreso, basado en el imperio de la ley, la convivencia en paz, la construcción de la iglesia y la implantación de una escuela. 
Wyatt Earp es un héroe que lucha contra la violencia, porque sueña con un Oeste convertido en un Edén. En ese sentido la cinta genera una atmósfera de sosiego, esperanza y poesía, que envuelve la gesta de los que desean convertir el Oeste en una tierra habitable, floreciente y pacífica. No hay en ello ansias de venganza, sino anhelos de eliminar la violencia.
Ciertamente, Ford parece más pendiente de narrar una historia de personajes que en avanzar narrativamente hacia el duelo. De tal manera que se centra en las relaciones más que en pensar la forma de llevar a un tiroteo para vengar la muerte del pequeño de los Earp. Claro, porque eso hubiera sido recurrir a lo más fácil, a lo que todo el mundo esperaría, un tiroteo interminable y escenas de acción. Pero en esta película no destacan sus escenas de acción, pues estas se cuentan literalmente con los dedos de una mano. 
La poesía y lirismo que destila el film está reforzada por el excelente uso que hace Ford de los silencios de sus protagonistas. Es más que evidente que Earp (interpretado por Fonda de una forma sobria, serena y sin ninguna estridencia) está enamorado de Clementine, pero nunca se atreve a expresar sus sentimientos. Por su parte, Holliday (demasiado expresivo), ahoga en alcohol su frustración y amargura de una vida perdida siendo plenamente consciente que no le queda demasiado tiempo de vida. Pero además de sus dos protagonistas, el realizar no se olvida del resto del elenco, los cuales, aunque quedan en un segundo plano, tienen la entidad suficiente como para dar la sensación de ser un pueblo vivo, que respira, que cantan y beben en la cantina, una constante en el cine de Ford.
En medio de este retrato, casi cotidiano, prácticamente nos olvidamos del tiroteo. El realizador lo resuelve de forma tan contundente como eficaz, pero al mismo tiempo exenta de narración, sin alargar innecesariamente la secuencia, lo que nos deja un extraño sabor de boca, sobretodo a los amantes de los duelos. Total, que importan 30 disparos en 30 segundos.
El cine de Ford es uno de los más emotivos y excitantes, y esta película es uno de los paradigmas más afortunados. De principio a fin, está lleno de imágenes con un encanto que es muy difícil resistirse. Penetra tan directa y tan hondamente, olvidando muchas de las ataduras que reprimen a toda creación que deba de significar algo. 
Vertiginosamente dirigida al sentimiento, dado que los hechos que en ella ocurren con su poder evocador, pasan a formar parte de las vivencias personales. Ahora es imposible olvidar que un día, agazapado en un zaguán, vi pasar a Clementine y Wyatt hacia el baile, sin mirar a su amada quien lo sujetaba del brazo y lo iluminaba todo con su caminar majestuoso.

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