Director: Tom Hooper
Duración: 158 minutos
País: Estados Unidos/Reino Unido
Elenco: Hugh Jackman, Russell Crowe, Anne Hathaway, Amanda Seyfried, Sacha Baron Cohen, Helena Bonham Carter, Eddie Redmayne, Aaron Tveit, Samantha Barks, Daniel Huttlestone, Cavin Cornwall, Josef Altin, Dave Hawley, Adam Jones, John Barr, entre otros.
" El ex presidiario Jean Valjean es perseguido durante décadas por el despiadado policía Javert. Cuando Valjean decide hacerse cargo de Cosette, la pequeña hija de Fantine, sus vidas cambiarán para siempre. Adaptación cinematográfica del famoso musical del mismo nombre, basado a su vez en la novela homónima de Victor Hugo."
No soy un gran aficionado al género musical, que considero vulgarmente explotado en la última década para fines puramente comerciales, dejando a un lado cualquier indicio de habilidad artística. Burlesque, Nine, Mamma Mamma mia o Across the Universe son una buena muestra de ello.
Sin embargo, también han surgido raros especímenes que dignificaban al género basándose en un respeto firme al mismo. Sweeney Todd o el remake de Hairspray pertenecen a este último grupo.
El género musical es complejo, difícil de tratar, pero a la vez tiene la ventaja de que suele contar con un gran número de aficionados fieles a lo largo y ancho del planeta. Recordemos que el musical conforma junto con el western y el thriller/cine negro (mis dos géneros favoritos, por cierto), la trinidad de géneros puros de la historia cinematográfica. Es decir, los tres son poseedores de un tipo de cine que engloba a todos los tipos de cine o de géneros que existen.
El musical es una perfecta olla donde se pueden cocinar la comedia, la crítica social, la lucha de clases, el bien y el mal, el amor, la venganza, y un largo etcétera. Como bien lo ha señalado el maestro Scorsese, los ya mencionados fueron los primeros géneros que conquistaron el corazón del público ya que, desde su obvia sencillez formal, se podían vaciar en ellos corrosivas y subliminales críticas a la sociedad y realizar diagnósticos detallados de la condición humana, para bien o para mal.
Y es importante destacar que estamos ante una película basada en un libro escrito por uno de los más importantes autores de una de las corrientes más relevantes de toda la historia. Un libro ambientado en una de las épocas más apasionantes en la historia moderna y que ha sobrevivido al implacable paso del tiempo. Un libro que dio lugar a un musical inmortal que dio origen a esta película, que al igual que su predecesor, se ha dedicado a mantenerse siempre joven. Una historia emotiva, combinada con una poderosa partitura, ha provocado que dicho espectáculo sea un auténtico fenómeno de público, convertido en catarata emocional que arrasa en cualquier escenario en el que se presenta. Una sociedad de lujo entre literatura y teatro.
Sin embargo a mi parecer esta obra se queda corta y para algunos al tener la oportunidad de observarla pueda convertirse en una decepción colosal, no porque estemos ante una mala película, sino más bien frente a otro de esos casos en los que una cinta tiene excesiva publicidad lo que genera obviamente una altísima popularidad, por supuesto muy independiente de la calidad del producto. La cuenta de promesas incumplidas, que se han quedado en una especie de limbo, supera a la de los aciertos, que sin duda, y para ser justo, también los hay.
La utilización del primera plano en la historia del cine ha tenido diferentes finalidades según la forma en la que se empleara la técnica, pero en esencia el primer plano de un rostro supone una de las formas más genuinas de expresión de los sentimientos y una forma de explorar las emociones más primarias del ser humano, a no ser que seas un genio absoluto como Ingmar Bergman y el uso del primer plano suponga la destrucción del rostro en si mismo.
Hooper no es Bergman y ha tomado la decisión de trasladar toda la tragedia del musical a los semblantes de los actores dejando a la historia que subyace, huérfana de interés y emoción. Hooper ha dado más prioridad al efectismo que a la narración y eso se nota a medida que avanza la película. El director británico ha apoyado toda la obra en la interpretación de los actores y ha aprovechado el estremecedor sentimiento que poseen los temas musicales como impulsor de emociones del relato, pero ello no es suficiente para suplir la falta de atracción que adolece la historia de fondo. El descenso a los infiernos de Fantine es demasiado atropellado, las elipsis (saltos en el tiempo o en el espacio) son muy bruscas, el triángulo amoroso entre Cosette, Marius y Eponine está bastante desdibujado, la segunda parte de la cinta pierde en ritmo y gana en empalagamiento y, el empeño de Hooper en ser fiel al espíritu del musical, alarga el metraje hasta las excesivas dos horas y media.
Que se esté adaptando un musical no significa que se deba descuidar el cómo se cuenta la historia.
Si hay alguien que salga reforzado en esta producción mitad americana, mitad británica ese es sin duda Hugh Jackman. El actor nacido en Sidney está más que ejercitado en el teatro musical, conquistando el reconocimiento de críticos y público, a la vez que se gana premios por doquier. Es por ello que el australiano se transforma en un auténtico animal cuando su vida depende de su voz y no es que de lo mejor de sí mismo, es que pasa por encima de cualquiera que se encuentre cerca suyo, se llame Russell Crowe, Anne Hathaway o Amanda Seyfried. Jackman da una lección interpretativa histórica basándose en una entonación y pronunciación perfecta, un grandioso derroche de carisma y una moderación casi mística.
La dirección de Hooper funciona por piezas musicales revelando a los intérpretes como el mayor atractivo de la película. Esa recreación en el padecimiento de los personajes que tanto subraya el director británico hubiera significado un total desastre sin unas adecuadas interpretaciones y es ahí donde la película tiene una de sus fortalezas.
Otro acierto fue que los actores cantaran en directo, sin playback, y que los responsables de casting eligieran a buenos actores que supieran cantar y no buenos cantantes que supieran actuar. La gente está acostumbrada a escuchar voces perfectas retocadas por computadora, pero en mi opinión, para no ser profesionales y cantar sin la ayuda de la tecnología, todos los actores afinaban y tenían voces decentes, y hasta superarían incluso a determinados profesionales.
No era nada fácil llevar la obra a la gran pantalla siendo fiel al musical, y a la vez, ajustando la estructura teatral al lenguaje cinematográfico actual. Que Hooper, en su anhelo por recrear lo dramático de la historia, se haya lanzado de lleno a la épica emocional en lugar de potenciar la grandeza de la historia, es una apuesta arriesgada que conmoverá a muchos y desencantará a otros.
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