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Ni na bian ji dian (2001)



Director: Ming-liang Tsai

Duración: 116 minutos

País: Taiwan / Francia

Elenco: Kang-sheng Lee, Shiang-chyi Chen, Yi-Ching Lu, Tien Miao, Cecilia Yip, Chao-jung Chen, Kuei Tsai, Arhur Nauzyciel, David Ganansia, Chao-yi Tsai, Kuo-Cheng Huang, Jean Pierre Léaud, entre otros.

" Un vendedor de relojes se encuentra con una joven que está por marcharse a París, de la cual queda completamente enamorado, por lo que comienza a cambiar la hora de todos los relojes con los que tropieza en Taipei por el horario de la capital francesa."


Esta vez espero firmemente concretar una revisión que no se prolongue demasiado, solo una pequeña reflexión personal, ya que considero que el tipo de película sobre la cual va dirigida el texto así lo merece.
Para empezar, sostengo que suele ser curioso el hecho de cómo pueden conectar entre sí algunas películas. Como a veces lo consiguen las propias vidas humanas, supongo. En este caso, el singular protagonista masculino de esta cinta mira Los 400 golpes de Truffaut, como una forma de conectarse en algún sentido con la chica que según su perspectiva es la chica de sus sueños, aunque el contacto entre ambos haya sido escueto, aunque no sepa nada realmente sobre ella, el muchacho queda prendado de esa mujer luego de que gracias a una insistente negociación con el vendedor antes de viajar con rumbo a París, ella obtiene el reloj que el chico llevaba puesto en la mano.
Posteriormente, ese entusiasmo tan característico que parece sentir producto del enamoramiento, lo obliga a establecer cierto horario en todos los relojes que hay en su casa, y en todos los demás relojes con los que se cruza en su camino o los que logra conseguir a la hora dispuesta en Paris, lo que provoca que su propia madre se convenza que el fantasma de su marido muerto ha regresado a la morada en la que ambos habitan.
En cuanto al reloj que el muchacho le entrega, goza de una peculiaridad y por eso la mujer se empecina en adquirirlo: puede mostrar dos horas diferentes al mismo tiempo, y la chica desea poder conocer tanto la hora de Taipei como la hora de París, para así mantenerse conectada con su propio país mientras se encuentra en el extranjero.
Por otro lado, en una escena de la mencionada obra de Truffaut, los dos muchachos rebeldes que la protagonizan determinan robar el póster de una película en las afueras de un cine. El cartel (habría que observarlo con cuidado o se perderá el detalle) muestra a Harriet Andersson en una reconocida pose en una escena de Un verano con Mónica la obra de Ingmar Bergman. Otra conexión. No obstante, desconozco si tiene un significado en particular.
Quizás el asunto con este filme, simplemente se trate de que a veces nuestras existencias y los temas en común que puedan hallarse entre ellas se mantengan y perduren vinculadas y se conecten solo a través de los océanos, a través del tiempo, a través de nuestros universos personales, en formas que pueden ser difíciles de reconocer, pero que son imposibles de negar.
Esto me lleva a sospechar que tal vez no presté la suficiente atención al hecho innegable de que en las tres películas, las conexiones humanas finalmente naufragan o se rompen. En el caso del par de muchachos protagonistas de la trama en Los 400 golpes finalmente son salvados de la rebelión juvenil que han emprendido y que está destinada al fracaso, por lo que en el cierre son separados de la sociedad y de las presiones del mundo. En la película de Bergman, Mónica abandona a Harry por su propia voluntad y lo deja con el corazón roto, básicamente porque se trata de una fémina atada al placer que no desea lidiar con una vida adulta ordenada, y en la que para su mala fortuna probablemente deba satisfacer únicamente los deseos de un hombre.
En este filme, desde un inicio no se percibe ninguna clase de optimismo que merezca ser destruido. Es decir, cada personaje se comporta como una isla desde el principio, y cuando llegan a anhelar algún tipo de conexión, solo puede ser una silenciosa y moderada, como si sus corazones ya hubieran sido rotos de antemano; como si solo estuvieran siguiendo la misma serie de pasos por la fuerza del puro hábito, pero sin atesorar una esperanza real en lo que se puede recibir del contacto con el otro. 
Por esto, la chica en algún punto de su aventura parisina toma el riesgo e intenta establecer un romance lésbico que fracasa mucho antes de haber arrancado. En lo que respecta al chico, determina sacar su frustración en un encuentro impersonal con una prostituta del que al final, lo único que recibe es que la mujer le robe toda su mercancía. Y todo esta dinámica de lentas caídas se cierra cuando vemos por última vez a la madre envuelta en una desgarradora escena, en la que se masturba con lo que parece ser el acto patético de tener sexo con un fantasma.
Finalmente, en una destacada escena, la solitaria chica conoce de forma inesperada en un cementerio de París a Jean-Pierre Léaud, el actor que interpretó el papel principal en Los 400 golpes. Ahora es un hombre de mediana edad. Y en algún sentido, también es un fantasma, el espectro del niño en la película de Truffaut, que otro ser observa de manera compulsiva en una televisión en Taipei mientras piensa justo en esa chica, solo que ella ni quisiera sabe que existe. Por supuesto, ella no lo reconoce. Ese hombre le da su número de teléfono y apenas le menciona su nombre. Seguramente, ella solo piensa que se trata de algún demente cualquiera. Nada surge de aquel encuentro. Eso es todo. Se intentan hacer conexiones a cada instante que se presenta. Sin embargo, todos y cada uno de ellos fallan completamente en su constante búsqueda.
Por supuesto, al final, el fantasma del difunto padre y esposo si logra materializarse. Sin embargo, no son ni la esposa ni el hijo que se hallan en Taipei quienes se topan con él, sino de modo misterioso, la chica que se encuentra en París. Ella no lo ve. En ese preciso instante está dormida en una cómoda banca en un parque de París. ¿Por qué duerme justo cuando hace acto de aparición el enigmático fantasma, cargando precisamente el maletín con la mercancía que le pertenece al hijo? No lo sé, tal vez solo está agotada por la soledad en la que vive, o quizás su propio reloj personal todavía esté enlazado con la hora de Taipei.

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