Director: Jonathan Demme
Duración: 125 minutos
País: Estados Unidos
Elenco: Tom Hanks, Denzel Washington, Roberta Maxwell, Buzz Kilman, Karen Finley, Daniel Chapman, Mark Sorensen Jr., Jeffrey Williamson, Charles Glenn, Ron Vawter, Anna Deavere Smith, Stephanie Roth Haberle, Lisa Talerico, Joanne Woodward, Jason Robards, entre otros.
" Cuando un hombre con VIH es despedido por el bufete de abogados en el que trabaja debido a particular condición, decide contratar a un abogado de poca monta que resulta ser homofóbico, y que es el único dispuesto a defenderlo en la corte respecto a una demanda por despido injustificado.
Filadelfia de Jonathan Demme nos lanza directamente a un mundo de dolor y crudas verdades, en una película cuyas formas pertenecen a una técnica de las que se han servido pocas cintas similares que se recuerden, y o suelen ser obras peculiares que permanecen distantes a un denominado (si así se prefiere) cine convencional. Dicho de otra manera, la mera idea de que un filme afrontara de manera tan descarada la dificultad que significa vivir con la enfermedad del sida y los estigmas que implica la homosexualidad, que esta singular creación fuese dirigida por el realizador de la aplaudida The Silence of the Lambs, y que fuese protagonizada por el actor de Big al que acompañaría el tipo que interpretó a Malcolm X en el cine, resulta asombrosa.
Desde luego que el Sida es una realidad incontestable y que además la homofobia es una verdad tan desagradable como evidente que impregna tanto a los Estados Unidos de América (lugar donde ocurre esta historia), así como al resto del mundo. En el momento en que se estrenó esta película (alrededor de 1993), el aludido Estados Unidos encontró consuelo en la noción descuidada de que tanto el Sida como la homosexualidad eran un par de hermanos inmundos que existían pero que formaban parte de una lejana familia. De tal manera que, al colocar la trama de la cinta en la denominada Ciudad del amor fraternal, determinar la contratación de Bruce Springsteen para que interpretara la canción principal del filme y contar con la participación de una estrella prometedora en el rol protagónico en la persona de Tom Hanks, de alguna manera el fallecido director Jonathan Demme queriéndolo o no, preparó de manera muy prudente al ignorante país llamado Estados Unidos para que tuviera su primer y desinhibido vistazo directamente al rostro de la terrible enfermedad.
Tom Hanks terminó por encarnar su papel con una actuación digna que terminó por ser reconocida con un premio Oscar, lo que nos permitió observar cómo su encantador y animado Andrew Beckett se va deteriorando poco a poco ante nuestros ojos. En algún sentido, tanto el propio Hanks como los escritores se dieron cuenta del complejo y controvertido obstáculo que sería el interpretar al personaje gay en la pantalla y al mismo tiempo ser capaces de colocar a la audiencia heterosexual en ese mundo completamente diferente y desconocido. Para conseguirlo, los estereotipos se evitan principalmente en el guion con la aparición de algunos gays bastante afeminados y ciertas drag queens. Aunque debo señalar que estas escenas son escasas, pero no dejan de ser demasiado auténticas. Supongo que debe haber demasiadas fiestas de Navidad (como la que acontece en el filme) con la misma aglomeración tan característica en la mezcla.
Por otra parte, me gustaría destacar que un factor narrativo que nunca me ha agradado del argumento y que incluso calificaría de levemente desatinado en esta película, es que los escritores nos informan que el homosexual Andrew Beckett contrae la afección en un cine porno mientras se aventura a tener relaciones en tan especial lugar con un extraño misterioso, mientras se halla en una relación cuyo nivel de compromiso es demasiado elevado. Esto me molesta porque deseaba tener un protagonista enfermo pero neutral, no una víctima impura. Sin embargo, a medida que cualquiera de nosotros determina investigar más sobre el padecimiento y las víctimas que lo contrajeron, ya fuesen hombres o mujeres, homosexuales o heterosexuales, me he percatado de que lo presentado aquí no deja de ser una lamentable realidad. Nadie es perfecto (gay o no, hombre o mujer) y a menudo se cometen toda clase de errores. Es más, con frecuencia se cometen errores costosos, y como en estos casos irreparables. A esto me refería cuando al principio hablaba de verdades dolorosas, esta es una de ellas, no obstante no deja de ser una verdad. En ese tema el personaje de Hanks que da vida al señor Beckett, de forma auténtica le regaló al sida un rostro honesto para que el distante Estados Unidos o la audiencia de cualquier parte del planeta finalmente le conociera.
Por otro lado, Denzel Washington, permite que con su interpretación la audiencia tuviese un personaje con el cual pudiera identificarse, uno en cuyos zapatos muchos de nosotros hemos encajado antes. En otras palabras, las opiniones de Denzel sobre la homosexualidad eran (y siguen siendo) un lugar común en la psique estadounidense (y en muchas partes del mundo) y sus reacciones ante la enfermedad (que en ese entonces era prácticamente desconocida) eran bastante comprensibles para la audiencia promedio. Sin embargo, en su conjunto, este drama inspirado en la vida real terminó por entregar un mensaje esperanzador a los humanos.
Finalmente el estilo en la dirección de Demme no es nada sorprendente: se dedica a tejer una historia en un par de horas con sobriedad, sin planos llamativos ni cortes elegantes. A veces, uno de sus más grandes fallos es que la película raya con cierto tono predicador parecido al del sermón dominical, pero como siempre ocurre es la historia que Demme muestra lo que puede atrapar o no al público, es el tono con que lo narra lo que nos introduce en la historia, aunado al talento de sus actores y la manera en que los dirige lo que le da cierta honestidad a la película.
Una película recomendable que si no lo es por los grandes actores que forman parte de su elenco, tal vez si lo sea para todos aquellos que se sientan atraídos por una sugestiva historia.
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