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Narayama bushikô (1983)


 

Dirección: Shõhei Imamura

Duración: 130 minutos

País: Japón

Elenco: Ken Ogata, Sumiko Sakamoto, Tonpei Hidari, Aki Takejô, Shôichi Ozawa, Fujio Tokita, Sanshô Shinsui, Seiji Kurasaki, Junko Takada, Mitsuko Baishô, Taiji Tonoyama, Casey Takamine, Nenji Kobayashi, Nijiko Kiyokawa, Akio Yokoyama, Kaoru Shimamori, Yukie Shimura, Masami Okamoto.

En un pequeño pueblo de un valle japonés, todo aquel que cumpla setenta años debe abandonar el pueblo e ir a morir a la cima de una montaña. Si alguien se negara a hacerlo, deshonraría a su familia. La anciana Orin tiene 69 años. Este invierno le tocará a ella ir a la montaña. Pero antes debe asegurarse de que su hijo mayor, Tatsuhei encuentre esposa.

En una aldea sumida en la pobreza y las luchas, una familia intenta sobrevivir un año mientras la matriarca, en su sexagésimo noveno año, comienza a contemplar la posibilidad de realizar la esperada ascensión al Narayama, donde los ancianos van a morir. La vida en la aldea es brutal y cruel como lo es la naturaleza, que vuelve salvajes a los hombres.

Casi al principio de la pelicula, la abuela Orin menciona el hecho de que está considerando la posibilidad de escalar hacia la cima del monte. El publico, así como su familia entran en una confusión al respecto. Se trata de una mujer fuerte, sana y con una dentadura solida a pesar de su edad. ¿Por qué una mujer, aunque esté llegando a esa edad, decidiría subir a la montaña para morir?

Lo que vemos durante la siguiente hora y media es tanto una respuesta a esa pregunta como un retrato de la herencia que la abuela Orin dejará tanto a sus hijos como a sus nietos. En esa misma línea, uno de los primeros retratos del filme es el de un bebé al que han dejado morir en la nieve del invierno. Cuando lo encuentran, la discusión que surge en el poblado no es sobre quien podría ser capaz de haber hecho algo tan horrible. No aparece ningún argumento moral. Solo se plantea el tema de lo que es conveniente y de lo que no lo es. Es decir, ¿por qué tenia que ocurrir que lo dejasen justo en el campo de la familia?, y lo más importante: ¿Quién va a construir el ataúd para el bebé?

Los niños tienen poco o ningún valor en este pequeño cosmos. Los niños suelen ser abandonados, pero las niñas suelen ser apreciadas porque pueden ser vendidas al comerciante que lleva el arroz al pueblecito. Un niño que se queda es una boca más que alimentar, y el pueblo está a punto de morirse de hambre. En verano, todo tiene que ser racionado porque en invierno no hay nada más que lo que fue ahorrado durante el verano.

La muerte y lo que esta significa es el tema de la inquietante y licenciosa Balada de Narayama, pelicula ganadora del Gran Premio del Festival de Cannes en 1983 y dirigida por Shohei Imamura (también conocido por obras como Black Rain, The Eel y Dr. Akagi).

Basada en una novela cuyo autor fue Shichiro Fukazawa, esta fascinante pelicula se desarrolla en una zona rural montañosa del norte de Japón hace más de cien años. Como la cosecha de arroz de los aldeanos es escasa y el hambre es una amenaza crónica en el lugar, según la costumbre del pueblo, los ancianos deben ir a morir a la cima del monte Narayama cuando alcanzan los setenta años. De tal forma que la supervivencia del grupo depende de ello y la muerte se acepta como un hecho ordinario de la vida en la aldea.

Debo admitir que durante la primera hora me costó mucho engancharme a esta pelicula y descifrar a todos los personajes que aparecían en pantalla como si de un desfile se tratase. Además, la descripción gráfica de las crueles realidades de la existencia en el pueblo me pareció repelente (aunque luego comprendí que justo esa reacción buscaba el director) y con mucha frecuencia demasiado vulgar. 

Por ejemplo, un personaje bastante peculiar mantiene relaciones en algún momento con un hermoso perro blanco del pueblo, o una familia entera es enterrada viva porque se les ha acusado de robar parte de lo que se cosecha, y dos serpientes copulan (del mismo modo que otras cuantas especies que emergen con cada corte) junto al encuentro sexual de una pareja en el bosque. 

Sin embargo, a medida que avanzaba la historia, me resultaba más sencillo aceptar cómo la brutal lucha por la supervivencia garantiza la continuidad y la autoconservación de las especies.

La historia se centra en una anciana llamada Orin, que a sus casi setenta años debe completar todos los cabos sueltos de su vida antes de ir a morir a la montaña. Por su parte, uno de sus hijos que es viudo debe encontrar una nueva esposa, el otro tiene que acostarse con una mujer por primera vez y el tercero necesita que le enseñen modales de manera urgente. 

Cuando la singular Orin se da cuenta de que ha llegado su hora de ser llevada a Narayama, su hijo Tatsuhei lleva a su madre a la montaña a cuestas en escenas de una indudable belleza etérea que recuerdan a Madre e Hijo de Sokurov. 

Por supuesto que la resistencia de Tatsuhei a la muerte de su madre resulta familiar, pero no por ello deja de ser profundamente conmovedora. Al final del viaje, Orin se aferra a su resolución con tenacidad y se reconcilia con lo inevitable. Sentada en la montaña junto a su creador, se ve recompensada por la repentina gracia de la nieve silenciosa.

Al ver Balada de Narayama me vi obligado a enfrentarme a mis propios sentimientos sobre la moralidad del suicidio. Tanto durante como después de ver la cinta, me ha atormentado la idea de un ser querido justo en la terrible situación de hallarse muriendo lentamente congelado en una montaña, y que ello me trajera algún beneficio. 

Aunque no estoy a favor ni en contra de quitarse la vida como ética general, la concepción de Imamura me pareció tan profunda de una manera muy humana que lo que se en pantalla resulta ser trágico y conmovedor a partes iguales de una forma muy intensa. 

A mi entender, la historia funciona a un nivel que va mucho más allá de la moraleja, mostrando los extremos a los que puede llegar la gente por amor al prójimo, y la gracia que puede otorgarse a tales actos de sacrificio. 

Es realmente inolvidable. Es una pelicula dura, pero merece mucho la pena.

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