
Director: Carol Reed
Duración: 104 minutos
País: Reino Unido
Reparto: Joseph Cotten, Alida Valli, Orson Welles, Trevor Howard, Bernard Lee, Paul Hörbiger, Ernst Deutsch, Siegfried Breuer, Erich Ponto, Wilfrid Hyde-White, Hedwig Bleibtreu, entre otros.
" Un escritor de novelas baratas llega a una Viena de posguerra dividida en sectores por los aliados. Su amigo del colegio, Harry Lime, le ha ofrecido un trabajo, pero al llegar a la fiesta donde quedaron para reunirse, descubre que éste ha muerto en un extraño accidente de tráfico. Hablando con amigos y socios, el escritor se da cuenta de que algunas de las historias sobre su muerte son inconsistentes y se decide a investigar lo que ocurrió en realidad."
El tópico nos dice que estamos ante una película de Orson Welles. Es cierto. En ninguna otra película que se haya realizado se deja sentir tanto la presencia del actor en el pulso que toma la dirección como en esta; pero de ahí a la autoría hay un paso gigantesco que olvidaría otros hallazgos de esta obra maestra.
Lo que está claro es que Welles tuvo libertad absoluta de componer su fascinante Harry Lime, no sólo rescribiendo su parte (todo ese magnífico discurso sobre la democracia y el reloj cucú, es suyo), sino dirigiendo sus secuencias. Prueba de ello es leer el guión de Greene, ahora ya tomado como una novela más de él, pero que en origen fue un guión encargado por el productor, A. Korda, y ver toda la construcción que realizó Welles en el que junto con Kane y el capitán Quinlan, es su mejor personaje.
Esta película tiene muchas historias, pero se pueden resumir todas en un binomio: Amistad/Traición.
Holly Martins, un esplendido Joseph Cotten, llega a una Viena "un poco destruida por las bombas", invitado por su amigo Harry Lime, para descubrir que éste ha fallecido en un extraño accidente.
Sobre esta premisa, la sabiduría de Carol Reed despliega una serie de momentos inolvidables, en un viaje lleno de cinismo por esa jauría humana que alumbra la posguerra y que tienen en las cloacas una de sus vías de comunicación.
Para eso Reed reinventa el expresionismo dotando a la dirección de un regusto barroco que será la marca de un estilo: ángulos novedosos que casi nunca respetan la horizontalidad del plano, infinidad de picados y contrapicados, que hasta hacen creer a uno de los personajes que el cielo se halla en el suelo y en el infierno el cielo, juegos en la profundidad de campo como el maravilloso plano de presentación de Welles.
Todo esto da a toda la película una tensión única.
El reparto sólido y sensacional. Destacando, aparte de los mencionados, una Alida Valli que se eleva al estrellato tras esta película, o un Trevor Howard tan distinguido como siempre y que borda su papel.
Como decía, la película está llena de momentos únicos. Dejando de lado los ya conocidos: el plano de presentación de Welles, la persecución por las cloacas, la secuencia de la noria, hay dos que destacaría por encima de los demás: la secuencia de la delatación hecha a manos de un tierno niño. Una secuencia magistral, que sigue produciendo una angustia enorme al contemplarla y ver como ese niño de dos años, puede convertirse en un monstruo feroz; y por supuesto ese plano final y largo cierra la película de un modo desolador y renegando de una regla de oro en el cine de Hollywood: el final feliz.
Suenan las notas de Anton Karas. Siéntate y relájate. Harry Lime no ha muerto, ni el buen cine tampoco, te esperan novena minutos de impagable celuloide.
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