
Director: Charles Chaplin
Duración: 96 minutos
País: Estados Unidos
Reparto: Charles Chaplin, Mack Swain, Tom Murray, Henry Bergman, Malcolm Waite, Georgia Hale, entre otros.
" Obra maestra de Chaplin, en la que interpreta a un solitario buscador de oro que llega a Alaska, a principios de siglo, en busca de fortuna. Una fuerte tormenta de nieve le llevará a refugiarse en la cabaña de un bandido."
Queda poco por añadir acerca de este inmortal pionero del celuloide. Sólo podría expresar mi admiración hacia uno de los más grandes cineastas de todos los tiempos. Además de revelarle mi agradecimiento por haber teñido mis fantasías adultas de locas aventuras, humor y ternura, con el barniz blanco y negro entrañable y las animadas notas de un órgano dotado de personalidad propia.
Me gustaría poder regresar atrás en el tiempo, hacia aquellos años veinte, y que mi camino se viera iluminado por ese personaje eternamente vagabundo, pícaro y encantador. Me agradaría que me acariciara su aura de bondad, de inagotable optimismo, de ingenuidad combinada con travesura; y sentir que para ser feliz no es necesario poseer riquezas ni una posición social elevada, sino un corazón alegre, cariñoso y emprendedor.
Ese eterno marginado, desamparado, famélico trotamundos, harapiento con aire de galán romántico trasnochado, gentil, amable y educado. Torpe y con una habilidad especial para enredar cualquier situación y para meterse involuntariamente en un lío tras otro. La figura del antihéroe por excelencia, que sin embargo consigue salir airoso y ganarse el corazón de su amada a fuerza de tesón, ternura, gentileza y su no deliberada capacidad para hacerla reír en vertiginosas escenas divertidas e hilarante.
En los albores del séptimo arte, Chaplin, nuestro eterno Charlot, ya era todo un maestro de la comedia agridulce e irónicamente crítica. Brillantes guiones salieron de su fructífera inventiva, todos ellos en forma de parodias que satirizan la sociedad de una forma atemporal, mostrando las perpetuas deficiencias que arrastran todas las civilizaciones: la pobreza, una engañosa que abunda en el submundo de los que malviven a remolque de las comunidades.
Pero Charlot no aborda el tema con excesos de dramatismo, sino que le imprime su toque de humor consistente en meter la pata, malentendidos delirantes y escenas de acción muy bien logradas, sazonadas de vez en cuando con dosis de acidez (como la escena en la que el personaje, a fuerza de padecer un hambre crónica, acaba por devorar sus propios zapatos, con las agujetas como fideos que acompañaban el platillo). Nótese que, pese a ser escenas humorísticas, nos dejan un leve dejo amargo. Más Chaplin no pretende que nos pongamos dramáticos, y es un experto en eludir las sensiblerías facilonas.
Sus guiones plasmaban argumentos optimistas y muy completos en los que cabía un poco de todo, y por añadidura demostraron su calidad al ser capaces de deslumbrar no sólo a los espectadores primerizos de aquellos lejanos años, sino que continúan maravillando a generación tras generación.
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