Director: Aleksandr Sokurov
Duración: 99 minutos
País: Rusia/Alemania
Reparto: Sergei Dontsov, Mariya Kuznetsova, Leonid Mozgovoy, Mikhail Piotrovsky, David Giorgobiani, Aleksandr Chaban, Lev Yeliseyev, Oleg Khmelnitsky, Alla Osipenko, Artyom Strelnikov, Tamara Kurenkova, Maksim Sergeyev, Natalya Nikulenko, Yelena Rufanova, Yelena Spiridonova, entre otros.
" El Marqués de Coustine, un diplomático francés del siglo XVIII con una relación de amor/odio hacia Rusia se encuentra en un viaje en el tiempo justo en el Palacio de Invierno de San Petersburgo -desde los tiempos de Pedro el Grande hasta nuestros días. Con él, un invisible realizador ruso (voz en off), que está confuso sobre la posición de Rusia en Europa."
Una apuesta tan extremadamente arriesgada como la que implica esta película no puede dejar indiferente a nadie y por fuerza provoca reacciones en su mayoría extremas. Y conste que ambos extremos tienen sus buenas razones. Ante una obra así resulta difícil mantenerse en un término medio.
Plantear un repaso a la historia de Rusia en un poco más de hora y media suena a insulto, añadirle que se va a hacer en un sólo plano suena a presunción, rematar con que el plano va a recorrer docenas de salas de un palacio concurrido por más de ochocientos extras, ya suena a demencia.
Efectivamente, esta locura de Sokurov tiene en sus mayores fortalezas su mayor debilidad. Decir que es técnicamente perfecta es quedarse corto, es absolutamente impresionante. Me quedé atrapado por la belleza de sus imágenes, pendiente del siguiente giro de su director, sabiendo que cada minuto que pasaba, que cada habitación que recorría, incrementaba de manera lenta la dificultad de esta obra, hasta llevarnos al final a un crescendo impresionante que borra cualquier indicio de aburrimiento. El que la haya podido apreciar y conoce el desenlace, estará consciente de que si dicha conclusión hubiera fallado, la cinta no hubiera llegado a estrenarse. Al final, tras la multitudinaria escena de vals y la despedida de los asistentes, no queda más que quitarse el sombrero ante Sokurov y ante el precioso Museo del Hermitage.
El proyecto cuenta como único hilo conductor con el diálogo entre el narrador que jamás vemos y el diplomático europeo que le acompaña en ese caminar casi fantasmal a través del lugar. El trayecto que recorren marca un ritmo, pero su discurso aparece impreciso y de escasa coherencia, el cual se ve acentuado por algún tiempo muerto al pasar de un salón al otro. El que la narración no siga un orden cronológico no vuelve las cosas más sencillas, y es evidente que el realizador pensó en un público, pero que no era occidental. Seamos honestos, el compatriota promedio es un admirador de Estados Unidos y sabe perfectamente quienes son los protagonistas de Titanic, quiénes fueron los Doors o qué deporte practicaba Michael Jordan.
Ahora cambiemos el tema y vayamos hacia Pedro el Grande o Mijail Glinka y ya sólo encontraremos signos de interrogación arriba de muchas cabezas. Me incluyo, por supuesto. Ni modo, así son las cosas.
Una lástima que no se muestra nada del exterior de esa enorme pinacoteca, después de observarla como que me sentí tentado a visitar algún día San Petersburgo.
En resumen, si eres un fanático recalcitrante del cine convencional o del que te provoca ingerir demasiadas palomitas, no la veas. Si te entusiasma el arte con cierta tendencia barroca, o la historia de Rusia, o incluso el cine experimental, o simplemente la locura llevada a una pantalla, entonces adelante, disfruta de este fascinante viaje por ese precioso museo y por la biografía de un país enigmático.
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