Director: Duncan Jones
Duración: 97 minutos
País: Reino Unido
Elenco: Sam Rockwell, Kevin Spacey, Dominique McElligott, Rosie Shaw, Adrienne Shaw, Kaya Scodelario, Benedict Wong, Matt Berry, Malcolm Stewart, Robin Chalk y otros más.
" El astronauta Sam bell tiene un encuentro personal debido al final de un período que lo mantuvo durante tres años en la Luna, en el cual junto con su computadora Gerty, envía hacia la tierra paquetes de un recurso que ha ayudado a disminuir los problemas de energía del planeta Tierra."
Una cinta que cuenta con Sam Rockwell como protagonista, el único actor que aparece la mayor parte del metraje y que le da vida a un personaje llamado Sam Bell, un astronauta que maneja una instalación de minería de Helio-3 en el lado oscuro de la luna. Conforme la película avanza, Sam se da cuenta de que no es un ser humano único y especial, sino uno de tantos clones producidos en masa a los que se les han implantado sus recuerdos, pensamientos y deseos por una malvada y sombría corporación. Entonces, a medida que el cuerpo de Sam comienza a desintegrarse tanto física como mentalmente (como sucede en Blade Runner, los androides en este caso están programados para caer en una especie de mal funcionamiento), una de esas copias consigue un viaje de vuelta a la tierra, donde revela las malas prácticas de la corporación a una sorprendida audiencia de todo el mundo.
Hay que mencionar, además que la película me recuerda una escena (por supuesto, ahora ya es clásica) de la mencionada Blade Runner, en la que el personaje principal, el supuesto androide llamado Deckard (quien se supone, tampoco sabe que es un replicante) revela a otro androide que sus recuerdos no son suyos, sino que pertenecen a la sobrina del jefe de la compañía, quien fue el tipo que la construyó y la programó. Esos no son tus recuerdos, son de alguien más le dice Deckard con cierta tristeza.
Ahora veamos, los materialistas contemporáneos han hecho eco de estas emociones, aplicando el discurso cibernético de Deckard a toda la humanidad. De acuerdo con la teoría del materialismo, ahora no hay sujetos, sólo hay materia. Es decir, los seres no son nada más que paquetes electrónicos, mientras que las personas no son más que simples simulaciones, pura apariencia. Por su parte, el racionalismo rechaza la noción de que hay algo indecible sobre la codificación genética, neurológica y social que nos vuelve lo que somos, manteniendo que lo personal y lo biográfico son sólo explicables en términos maquínicos e impersonales.
Dicho lo anterior, si tuviera que resumir este proyecto cinematográfico diría que es aquella rara cinta de ciencia ficción que aparece de vez en cuando y nos recuerda que el impacto de 2001 de Kubrick no está acabado. De modo que, la dura realidad que suele mostrarse en las obras inteligentes del género, ha sido reemplazada por una estética espectacular sin sentido que proviene de algún cómic, creada la mayor parte por el departamento de efectos especiales que por el de la materia gris. En esta oportunidad, estamos ante una película que, en una considerable cantidad de su metraje, está ocupada en tratar de envolver la mente de un astronauta en una circunstancia que parece ser inconcebible. Lo que quiero señalar es que es un astuto triller dirigido especialmente a esa minoría que existe en la audiencia y que sigue interesada en esta clase de ejercicios.
Con respecto al personaje, como ya lo mencioné, se trata de un trabajador contratado por una empresa que ha pasado los últimos tres años en una base lunar, donde está a cargo de cosechadoras que envían minerales a la tierra para ser usados como energía de fusión fría. Y como se puede esperar, el compromiso de Sam de tres años está a punto de llegar a su fin y él está emocionado por volver a ver a su esposa Tess y a su hija quien ahora tiene tres años de edad. Teniendo en cuenta que Sam pasa todo su tiempo a solas, su único medio de contacto humano proviene de las comunicaciones transmitidas desde casa, de Tess y ocasionalmente de los ejecutivos de la empresa. Su ayudante a bordo es una extraña máquina llamada Gerty (a quien Kevin Spacey le da voz), un voluminoso robot que le sigue, habla con él con una voz plana y monótona y tiene expresiones faciales que aparecen como emoticones en una pequeña pantalla.
Conviene subrayar que esta no es solo una película inteligente. Es una película que te pide como espectador que lo seas.
Con esto quiero decir, que la ciencia ficción es uno de los géneros más corrompidos en el cine, ya que cuenta con alrededor de un millón de películas de acción con pistolas de rayos y monstruos que se hacen pasar como parte de ella. Sin embargo, la verdadera esencia de la misma, está aquí desde el mismo título. Cuando se utiliza el término, naturalmente se refiere a una ficción que utiliza la ciencia y la tecnología para iluminar el pensamiento, la actividad y la moral humana. En ese sentido, esta cinta es tan fiel a ese dial como cualquier obra de Bradbury, Asimov o Heinlein.
Definitivamente esta es una producción exquisita y desafiante, impulsada por la actuación magistral de Sam Rockwell que en general ha sido muy subestimada. En resumen se trata de una interpretación muy natural, que nunca se llega a sentir exagerada.
Cuanto todo empieza, no se está seguro de qué clase de relato se va a contar y cuando la cinta nos presenta todo su misterio, la película de manera voluntaria se niega a responder a las preguntas inmediatas que vienen a la mente. No porque esas interrogantes no aparezcan desde antes y muchas de ellas finalmente se respondan, sino porque esta obra quiere que el espectador reflexione más allá de los detalles técnicos y se centre en pensamientos más profundos. Esta es una historia sobre la identidad y la dignidad humanas y si el cambio en lo que significa ser un humano altera la propia identidad o la mencionada dignidad. Esto es, la película no realiza ninguna clase de juicio. Exige que los espectadores lo hagan por sí mismos.
Además, al igual que la mayoría de las cintas inteligentes, esta creación permite que la audiencia observe y adivine ciertas cosas. De hecho, un par de los aspectos más conmovedores y desgarradores de esta historia, son aquellas cosas que el protagonista ignora. De alguna forma, resulta enternecedor alcanzar a comprender algo acerca de una persona que ella misma no entiende sobre sí misma, y por ese motivo Sam Bell se convierte en una persona y no en un personaje. Habría que expresar también que este fue un papel física y mentalmente exigente para el actor, que consigue hacerlo completamente suyo.
Otro rasgo de la cinta, más allá de estar concebida de manera superior y de involucrarse intelectual y emocionalmente con el público, se trata también de una sutil y escalofriante acusación hacia el impulso capitalista de explotación y las insultantes consecuencias de enriquecerse a expensas de otras personas.
Una gran película. Se debe buscar lo más pronto posible, alguna manera de poder verla.
Me quedo con la siguiente reflexión: la cinta en sí plantea preguntas concretas que tendrán que ser contestadas muy pronto. Técnicamente ya existe la capacidad de clonar a un ser humano y quizás sea solo cuestión de tiempo antes de que ocurra, si no es que ya ha sucedido. Si una empresa es responsable de clonar a un humano ¿estará justificado que se viera al clon como una inversión y por lo tanto fuese una propiedad de esa empresa? o ¿El resto de la humanidad se sentiría amenazada por los clones y los consideraría subhumanos, y por lo tanto, no merecedores de los derechos que disfrutamos los demás?
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