Director: Wes Anderson
Duración: 94 minutos
País: Estados Unidos
Elenco: Bruce Willis, Edward Norton, Bill Murray, Frances McDormand, Tilda Swinton, Jared Gilman, Kara Hayward, Jason Schwartzman, Bob Balaban, Lucas Hedges, Charlie Kilgore, Andreas Sheikh, Chandler Frantz, Rob H. Campbell, L.J. Foley, entre otros.
" Un par de jóvenes enamorados huyen de su pueblo natal en Nueva Inglaterra, lo que provoca que un grupo de busqueda local se apresure a encontrarlos"
A primera vista, las películas dirigidas por Wes Anderson siempre parecen ser fábulas sobre personajes excéntricos que suelen estar involucrados en actividades absurdas y que además están lejos de lo que podría llamarse el comportamiento normal. Sin embargo, me parece que durante toda su trayectoria como cineasta, y habiendo apreciado lo que ha realizado en películas como Rushmore, The Royal Tenenbaums y The Life Aquatic with Steve Zissou, Anderson ha estado experimentado con diversos fragmentos de realidad y de fantasía, hasta lograr la deliciosa receta que podemos disfrutar en esta obra suya. De hecho, creo que esta es la película de Anderson que mejor ha capturado el contraste entre la realidad emocional y un entorno fantástico, en el cual la naturalidad de la historia no se descuida y la humanidad de los personajes no es traicionada.
Me gustaría dejar claro que no soy un seguidor incondicional de Anderson, básicamente porque han existido ocasiones en su trabajo en que la congruencia fue sacrificada en el nombre de ese humor extraño e insulso que no provoca risas, sino confusión o apetencia por fruncir el ceño, o en el que la historia y los personajes eran excesivamente pintorescos (o si se quiere llamarles así, grotescos). En contraste con lo anterior, cuando sus películas encuentran el equilibrio adecuado de sus elementos, el resultado es excelente, como podemos ver en muchas de sus producciones que ahora no vale la pena mencionar.
En esta ocasión, una de las principales fortalezas de su creación fue desviar el foco de atención de sus típicos personajes estrambóticos, manteniendolos en la periferia del relato, para contribuir a la atmósfera humorística, pero sin concederles que sus peculiares temperamentos e inclinaciones cómicas contaminaran la dinámica entre los dos personajes principales.
Otro rasgo a destacar es el hecho de que el elenco completo llevó a cabo un excelente trabajo, desde los colaboradores tradicionales del director como Bill Murray y Jason Schwartzman a las nuevas incorporaciones como fue el caso de Bruce Willis. Todos ellos se apropiaron por completo de sus personajes, y se adaptaron perfectamente al estilo requerido por el filme.
Sin embargo, el peso completo de la cinta es cargado sobre los hombros de los jóvenes protagonistas. Y hay que decirlo, Anderson tuvo la suerte de encontrarlos, de hallar tanto a Jared Gilman y Kara Hayward, los actores ideales para esos papeles, ya que pueden enfrentar de forma magnifica el drama, la comedia y algunas escenas difíciles que involucran lo que suele tildarse como despertar romántico; una etapa en la vida de un ser humano en la que se conserva la inocencia propia de la infancia sin ignorar la inmediación de las hormonas adolescentes.
Es posible que los personajes principales posean un alcance especial, puesto que su inteligencia y melancolía atesoran una sensibilidad adulta, mientras que los personajes que realmente lo son, se comportan como niños. Dicho brevemente: ambos saben que su viaje a la libertad está destinado al fracaso.
A pesar de ello, tienen deseos de experimentarlo, de probarlo y esa convicción inquebrantable es lo que nos mantiene en suspenso durante toda la película, lamentando toda clase de obstáculos con la que se enfrentan los protagonistas y disfrutando con ellos de sus efímeros triunfos. Y claro, la simple escapada de dos preadolescentes termina adquiriendo un aire casi épico gracias a la pureza de su misión, y al subtexto bíblico del Diluvio, presentado de manera literal, metafórica e incluso teatral. Con esto quiero decir que, rara vez he encontrado la fórmula que explique el vocablo mayoría de edad, representada como en esta oportunidad con tantos niveles y complejidades narrativas.
Hay que mencionar, además que los aspectos técnicos de la cinta son fenomenales. Desde la fotografía de Robert D. Yeoman, la cual es artificialmente colorida en interiores y orgánicamente natural en exteriores; todo ello para acentuar las diferencias en los mundos de los dos pubescentes personajes principales. A su vez la música de Alexandre Desplat no solo sirve para adornar las escenas, sino que también funciona como parte integral de la narración con lo que podría designar como algunas ingeniosas lecciones musicales. Ah, y el diseño de producción es hermoso.
En conclusión, es una película extraordinaria que de forma magistral combina drama, humor y nostalgia en un momento de la existencia que significa despertar hacia la adolescencia. En definitiva me parece que esta es una de las mejores creaciones de Anderson hasta ahora, y aunque después se superó a sí mismo con The Gran Budapest Hotel, nunca es fácil en futuros proyectos alcanzar el nivel de grandeza de sus éxitos pasados.
Sobra decir que le otorgo una recomendación entusiasta a esta película para que sea observada. No importa si eres un fanático de Anderson o no, porque se trata simplemente de una experiencia accesible, emotiva y enormemente entretenida. A lo mejor solo sea una experiencia maravillosa
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