Director: Abbas Kiarostami
Duración: 118 minutos
País: Irán / Francia
Elenco: Behzad Dorani, Noghre Asadi, Roushan Karam Elmi, Bahman Ghobadi, Shahpour Ghobadi, Reihan Heidari, Masood Mansouri, Ali Reza Naderi, Frangis Rahsepar, Masoameh Salimi, Farzad Sohrabi, Lida Soltani, entre otros.
" Un irreverente ingeniero citadino de nombre Behzad arriba a una aldea rural en Irán para vigilar a una anciana residente moribunda. Mientras tanto, la película sigue los esfuerzos del hombre por adaptarse a la comunidad local y la manera en que sus propias actittudes van cambiando como resultado de la particular experiencia"
Un hombre fuera de tiempo encuentra el camino de regreso. Y nosotros, la audiencia también. Teniendo en cuenta que los filmes sobre temas tan significativos, metafísicos, cuasi metafísicos o muy cercanos a dicha materia, no pueden permitirse ser mezquinos. Entonces, en este caso, esta obra se dedica a deambular alrededor de aquella cuestión, colocando sobre su argumento una mirada suelta y ligera, lo encuentra y lo sigue mediante un proceso de descubrimiento mutuo, en el que tanto la audiencia como el cineasta se mantienen vagando por un camino desconocido, guiado únicamente por la fe puesta sobre la existencia de un destino final para este singular recorrido.
En un comienzo tres hombres viajan desde Teherán con rumbo a una pequeña y remota aldea con propósitos que se desconocen. Además, los contrastes existentes entre la modernidad urbana de la que provienen y los elementos perdurables en el tiempo de la aldea rural van evolucionando a cada instante. Aparentemente están allí para asistir al funeral de una vetusta mujer, una extraña, alguien con quien no comparten parentesco, que conforme los eventos van desarrollándose termina por confundir sus expectativas al no morir tan pronto como se auguraba. Así que, digamos, por el bien de preservar el misterio, que están en ese lugar, en cierto modo para engañar a la muerte, para intentar despojar en algún sentido a los aldeanos de un ritual que ellos mismos no comprenden.
A modo de narración que sucede en primera persona, la película se centra en el que parece ser su líder (Behzad Dourani), un sujeto que aceptar ser llamado ingeniero por todos los habitantes del pueblo, aunque realmente no lo es, ¿o sí?
Como resultado, la perspectiva de la cinta termina por duplicarse: esto es, el mundo del relato gira en torno a este individuo, al mismo tiempo que deja de hacerlo, relacionando con un toque que parece claustrofóbico toda la dinámica del sitio con su solitario universo personal, al mismo tiempo que abarca en su totalidad el alcance de un mundo que permanece independiente a su conciencia, por lo tanto le brinda una concesión a su propio engaño, a sus limitaciones, sus distorsiones y su ceguera. Por consiguiente, se trata de una narrativa ejecutada con gran habilidad, esmero y una imaginación que posee como cualidad principal, una gran libertad.
De modo que, obligado a esperar, inactivo la mayor parte del tiempo y privado de la mayoría de sus distracciones habituales propias de la modernidad; su ansiedad, su vacío y constante inquietud salen a la superficie. En pocas palabras, estamos presenciando a un hombre fuera de lugar y de época, que se resiste en oposición con lo que ocurre en el presente y lucha contra un posible futuro. De tal manera que su única conexión con el mundo exterior es un teléfono celular, que le obliga cada vez que es apagado, a dejar a la mitad lo que sea que esté haciendo para correr hacia su camioneta y conducir hasta un cementerio ubicado en la cima de una montaña para conseguir así una recepción adecuada de la señal, lo que bien podría interpretarse como la asociación de la tecnología con la muerte lo que acontece de manera simultánea con su propia indiferencia y alienación, una evasión con tintes cómicos que se repite periódicamente para conferir un ritmo a la cinta, un ritmo de intrusión y repetitivo que contrasta con el equilibrio natural que el pueblo guarda.
Más adelante, sin nada más que hacer, poco a poco es arrastrado hacia esa armonía y finalmente sucumbe a la vida que florece a su alrededor.
Consideremos ahora que este es el tipo de obra en la que se realiza una toma para que por citar algún ejemplo, un gallo pueda caminar sin ser molestado, a través de la pantalla. Del mismo, al espectador casi se le exige que se dedique varios minutos a esperar. Mientras esto sucede, atrapado en un limbo sin trama, todo tipo de cuestiones bellas e instructivas emergen de una realidad en apariencia banal, si es que uno tiene la suficiente capacidad para darse cuenta.
En esta oportunidad frente a nuestros ojos descansa la poesía visual sin pretensiones del mundo, y por ende brotan las sombras reflejadas en la pared de una mujer que cuelga la ropa, o alguna colina repleta de pasto dorado y se acompaña de la arquitectura orgánica de un pueblo moldeado en una ladera; y la correspondiente sutileza en las interacciones sociales: la tierna confianza que brinda un niño, el anhelo del ingeniero por una olla de leche fresca, lo que finalmente para su sorpresa lo conduce a una primitiva bodega (que más bien parece una cueva) en donde se encuentra con una productiva joven que determina de manera rotunda rechazar su dinero. Así mismo, tropieza con la casualidad del nacimiento del décimo hijo de una vecina, o las astutas quejas de la propietaria de un café, que son respondidas por uno de sus clientes con implacable sabiduría campesina; y así sucesivamente, una escena que sigue a la otra, pequeños milagros que caen a nuestro regazo sin que nos demos cuenta, sin previo aviso.
Precisamente, si tan solo este proceso de discurrir de manera poética, el empleo de la metáfora, el componente oblicuo y la apertura mental fueran principios de uso más extendido, o adaptados más comúnmente, por lo tanto, estuvieran más evolucionados, en lugar de la objetividad que pretende ser siempre analítica, literal y concisa que tiraniza las ficciones modernas, modificaría el significado de lo que se percibe y se quedaría incrustado en las mentes como si de una cruz se tratara.
En este trabajo cinematográfico ni siquiera hay una pizca de manipulación o chantaje, ni una gota de ambiciones didácticas. En su lugar, Kiarostami logra la difícil hazaña de mantener el agua en manos que se encuentran colmadas.
En definitiva, la película nos enseña a observar la naturaleza de la única manera en la que esto es posible: contemplándola.
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