Director: Pedro Almodóvar
Duración: 101 minutos
País: España / Francia
Elenco: Cecilia Roth, Marisa Paredes, Candela Peña, Antonia San Juan, Penélope Cruz, Rosa Maria Sardà, Fernando Fernán Gómez, Toni Cantó, Eloy Azorín, Carlos Lozano, Fernando Guillén, Manuel Morón, José Luis Torrijo, Juan José Otegui, Carmen Balagué, entre otros.
" El joven Esteban desea convertirse en escritor y al mismo tiempo descubrir la identidad de su padre, quien en realidad es una mujer trans, un secreto que ha sido cuidadosamente ocultado por su madre."
Una de las licencias más conmovedoras que posee el cine es la capacidad de transportarnos a toda clase de mundos diferentes al nuestro. Debido a que la forma en que un espectador se acerca a una película está relacionada con sus propias vivencias, un cineasta experto podría llegar a convertirnos literalmente en otra persona por el tiempo que dure su trabajo plasmado en la pantalla. Así que, uno bien podría ser capaz de pensar que ser trasladado al peculiar mundo de un director como Almodóvar sería una aventura considerada poco menos que bienvenida, Pero en el caso de este filme, al menos a mi parecer, llega a decepcionar.
Aunque una sola cuestión es indudable: seguro que no se le puede acusar a esta obra de timidez en su narrativa. En su relativamente breve tiempo de ejecución de alrededor de cien minutos, proporciona una heterogénea mezcla de todo tipo de elementos literalmente sensacionales en su trama: un fatal accidente automovilístico, un hijo adolescente que muere, trasplantes de órganos, prostitutas y/o travestís, lesbianismo, monjas que están embarazadas, drogadicción, Sida, Alzheimer y una muerte que involucra un parto. Todos ellos jugosos ingredientes más que suficientes para calentar el corazón de cualquier amante del melodrama clásico o las telenovelas diurnas. Es más, si la trama hubiera girado alrededor de solo la mitad de todos estos asuntos, seguiría siendo un completo desafío el mantener alguna clase de enfoque general. Y tal como se nos presentan las cosas, pasamos la mayor parte de la cinta mirando con asombro la pura audacia de tan singular proyecto.
Ciertamente, los críticos no pecaron de mezquinos al reunir sus provechosas apreciaciones de modo efusivo sobre este trabajo del prolijo realizador español, y tanto la Academia como la Prensa Extranjera que otorga el tristemente célebre Globo de Oro hicieron eco de aquellos elogios al entregarle sus codiciados premios a la mejor película de lengua extranjera en el año de 1999.
Sin embargo, ¿la película realmente se merecía todas aquellas ovaciones, aleluyas, felicitaciones y una indiscutible aprobación generalizada? A mi juicio, no.
Desde aquellos años, al parecer abrumados por lo previsible y la falta de originalidad que, lamentablemente definen la mayoría de las cintas que se lanzan cada año, continua siendo un tema relevante el no dejarse llevar por una creación que toma el alternativo camino de la extravagancia más reacia. En algún sentido, este filme suspira de forma desesperada por ser un conmovedor y significativo estudio de los roles que interpretan las mujeres en la sociedad, pero, al tratar de comprimir tantas de las manías de la vida presentes en estos personajes en una sola historia, el argumento me dejó más con unas sensaciones cercanas a la incredulidad y a la indecisión, que animado y tocado en lo más profundo de mis emociones.
No obstante, una pieza de todo el relato goza de una resplandeciente notoriedad, y es el sobresaliente desempeño de Cecilia Roth quien da vida al papel principal de Manuela, una atractiva madre de 38 años que, ante la repentina muerte de su hijo, se ve obligada a regresar al oscuro pasado que la martiriza, del que hace mucho tiempo huyó y al que vuelve buscando algún tipo de redención. Esta mujer nos proporciona la cálida esencia de la compasión humana que este filme necesita de manera desesperada para evitar que se convierta en un completo y cínico ejercicio de lo absurdo. Tal vez con algunas precisiones, su historia se podría haber transformado en una película fascinante y profunda. Pero Almodóvar, está tan ocupado dotando a su creación de paralelismos bastante obvios que al avance del metraje resultan poco admisibles. En ese sentido, la cinta esta plagada de alusiones estériles y pretenciosas a All About Eve y A Streetcar Named Desire, ya que las vidas de los personajes de la narración toman caminos vagamente similares a los de los personajes que se encuentran en esas obras. Y justo en el cierre, en el que los apegos maternos de una de las protagonistas hallan un nuevo objeto al que aferrarse, parece un tema apocado y artificial: un leve intento de dejar al público en un nivel emocional sublime, después de toda la miseria y la angustia que ha presenciado en el transcurso de toda la película. En última instancia, todo el plan, parece irremediablemente engañoso.
Dicho tono disfrazado al menos se justifica con el aspecto estético visual espléndido de la película. Almodóvar, como siempre, vuelve a salpicar en la pantalla su variedad habitual de paredes, muebles y ropa de colores brillantes que logran que el filme parezca existir en un mundo ubicado entre el realismo y el surrealismo. Esta audaz paleta visual es generalmente una de las luminosas ganancias que acompaña la visualización de una obra del director manchego.
Desafortunadamente, al menos en este caso, no logró crear una cinta con una historia, un grupo de personajes o un tema para que coincida en calidad o intensidad con el glorioso fondo de diversos tonos que proporciona. A pesar de todos los numerosos premios que obtuvo y la extraordinaria aclamación que recibió de la crítica, este trabajo no tiene nada que ver con otras faenas mejor conseguidas como aquella Carne trémula. Habría que compararla con aquella y notar la diferencia.
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