Director: Claire Denis
Duración: 92 minutos
País: Francia
Elenco: Denis Lavant, Michel Subor, Grégoire Colin, Richard Courcet, Nicolas Duvauchelle, Adiatou Massudi, Mickael Ravovski, Dan Herzberg, Giuseppe Molino, Gianfranco Poddighe, Marc Veh, Thong Duy Nguyen, Jean-Yves Vivet, Bernardo Montet, Dimitri Tsiapkinis, entre otros.
" Una historia que se centra en un ex oficial de la Legión Extranjera mientras recuerda su gloriosa vida, liderando tropas en Yibuti."
Claire Denis debió ser en su momento una de las directoras con más talento y una de las más intrépidas del mundo y esta obra quizá sea su gran triunfo en el séptimo arte.
Basada libremente en el clásico literario de Herman Melville, Billy Budd, la película esta situada en el montañoso interior de África, donde la Legión Extranjera francesa (formada por hombres de toda raza y extracto social) se somete a un riguroso entrenamiento.
El desierto, se convierte con su interminable manto de arena y roca bajo un suave cielo azul, en un lienzo impresionante sobre el que Denis capta con la mirada de un artista los rituales de los hombres al hacer ejercicio, desfilando, tomando un baño y relacionándose entre ellos. En sus escenas construidas de forma cuidadosa, las rutinas del día a día se transforman en danzas que atesoran una elegante coreografía.
Película abstracta, contada por medio de contrastes, franjas estilizadas de la vida. La directora Claire Denis señala algunos elementos que resultan poco novedosos en esta oportunidad, aunque en mi caso existen diversas piezas que me siguen pareciendo demasiado intrigantes, de las cuales la mayoría de ellas se muestran en la primera mitad.
Pero veamos, los ritos, el protocolo y toda esa pompa ceremonial que las unidades de cualquier ejército que se encuentre en la línea de fuego deciden mitificar en cada momento e invocar ante tal exceso una historia envuelta en una fanfarria heroica, aquí no son otra cosa más que ceremonias a las que la señora Denis se acerca con un aire mezclado entre lo solemne y lo irónico, todas ellas cuestiones que prácticamente todo espectador hemos experimentado a través de la pantalla en la enorme cantidad de cintas que pertenecen a este lastimosamente trillado género cinematográfico. O tal vez, exista quien de verdad haya gozado de la desventaja de primera mano de padecer alguna clase de vivencia mientras servía en algún régimen de infantería, en verdad los compadezco.
Como sea, habría que recalcar que el asunto del tedio de la vida militar debe ser el legado que todos aquellos destacamentos presentes en determinado conflicto bélico deben compartir con la Legión Extranjera que en este filme, no es otra cosa más que una parte fundamental del asunto.
No obstante, mientras se despliega esa alabanza a la masculinidad y a la belleza masculina, los celos de un oficial, el sargento Galoup (quien narra el cuento en voz en off), hacia uno de sus subordinados, Sentain, provocarán un trágico desenlace.
Denis altera esta mirada representativa del género, al burlarse de algún modo del feminismo, reduciendo ese tedio al planchado meticuloso de las arrugas presentes en los uniformes y la ropa de los soldados. La bestia salvaje se muestra domesticada y no hace otra más que lamentarse por la existencia de algún pliegue en su camisa. En otras palabras, el cine fue un asunto de hombres durante su primer siglo de vida, así que quizás deberíamos acostumbrarnos al desprecio y el sarcasmo con los que algunas directoras estaban dispuestas a devolver la afrenta. Sin embargo, la observación que realiza al respecto del aburrimiento prolongado (una cuestión de orden y apariencia) no deja de ser aguda, ya que asume que se logra gracias a dichas rugosidades.
Por otro lado, el homoerotismo de la experiencia militar no se provoca ni se evita, y no vuelve a esta cinta en una muestra de cine homosexual como declararon tanto sus defensores como sus detractores en el momento de su lanzamiento. A mi parecer los intereses de Denis van más allá de esa tesis. Con sutiles trazos pero poderosos, plantea algunas dudas sobre las relaciones entre razas, sobre todo en aquellas antiguas colonias europeas o la relación entre el género y la política racial. Aunque, habría que señalar que la obra mantiene una actitud confusa en cada minuto, y no se inclina por ninguna propuesta.
Dentro de la discoteca a la que suelen acudir cuando los hombres bajan de permiso al pueblo, donde las luces estroboscópicas y los ritmos pop árabes son al mismo tiempo un esquema innegable de lo kitsch y casi propio de otro mundo, la mujer se renueva en una criatura misteriosa y atractiva, que emana promesas de peligro sexual. En este juego de seducción, los Legionarios son niños rapaces, demasiado ansiosos, que cruzan y se entrelazan ante la mirada seductora y la sonrisa femenina. En esta primera parte, subrayaría un par de imágenes que me parecen demasiado poderosas. Por un lado, una toma que está cercana a un parpadeo debido a su brevedad y que va directo al rostro de una chica árabe, que se muestra destellante con luces de colores que deslumbran por todas partes; y otra escena que muestra a los Legionarios registrados como si se tratara de un solo ente, como una silueta individual mientras caminan por la noche en una calle vacía.
Desde luego que, llegados a ese punto podría afirmarse que en ese lugar yace el genuino brillo de Denis. Se conoce la naciente historia de un cruel superior que guarda una insondable aversión hacia el inocente recluta llamado Billy Bud, la historia corta de Melville que he mencionado y, cómo esa inocencia que expresa una simple fachada invita a un odio que hiere más profundamente, pero la directora lo elabora completamente en términos del lenguaje propio del cine. Esto es, contemplando únicamente el rostro del sargento es posible leer aquellos presagios del mal que está por venir, pero la realizadora resuelve pintarlo solamente con el uso de imágenes.
Puesto que, los ideales no importan en este relato, Denis determinó llevar su tragedia para desplegarla en un desierto soleado y rocoso. Tal vez comprendió que lo que estaba fabricando era una obra con elevada acción dramática, pero en concreto en esas escenas donde vemos hombres flexionando sus músculos o realizando llamativos rituales al aire libre, la mezcla causada por el alboroto de la música y las imágenes nos sumerge por completo en el campamento.
En otra parte del metraje, nos regala imágenes de la llamada culpa colonial, un tema popular entre el intelectual europeo, donde por ejemplo, un grupo de Legionarios lleva cargando a un hombre negro, luego cambian, y es él quien ahora transporta sobre sus hombros a un hombre blanco. Además los nativos del vasto desierto de Yibuti, observan la mayor cantidad de veces este ritual de agresión masculina con indiferencia, curiosidad o compasión.
En conclusión, mucho de lo que pretende la película me parece decente, y aunque en el apartado de los temas que aborda me dejó insatisfecho, la consistencia es la impresión que me ha dejado de forma duradera.
Sintetizando, pues, diré para terminar que vale la pena hasta la última secuencia en términos estéticos (difícil olvidar al oficial degradado bailando solo en un antro de aspecto dudoso). Un filme que narra ante todo su argumento por medio de imágenes y no a través de los diálogos o lo escrito en el guión, y revela una pericia en el uso del color, la luz y la composición que no tiene parangón. Vamos, lo que se supone que debe ser el cine.
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