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Vice (2018)



Director: Adam McKay

Duración: 132 minutos

País: Estados Unidos

Elenco: Christian Bale, Amy Adams, Steve Carell, Sam Rockwell, Alison Pill, Eddie Marsan, Justin Kirk, LisaGay Hamilton, Jesse Plemons, Bill Camp, Don McManus, Lily Rabe, Shea Whigham, Stephen Adly Guirgis, Tyler Perry, entre otros.

" Cinta que explora la historia sobre cómo Dick Cheney, un reservado burócrata de Washington, acabó convirtiéndose en el hombre más poderoso del mundo cuando fungió como vicepresidente de los Estados Unidos durante el mandato de George W. Bush."

Mientras está aconteciendo, no siempre contemplamos la vida en términos de méritos históricos realizados que pudiesen ser considerados como tales en el futuro. El tiempo pasa y la perspectiva lo vuelve posible. Es en este punto cuando podemos retornar a determinada etapa y evaluar de nuevo las acciones y los resultados de los involucrados. De alguna manera, esto bien podría ser llamado como el beneficio de la retrospectiva, aunque bien habría que considerar en este punto al filósofo español George Santayana a quien se le atribuye haber dicho: Aquellos que no pueden recordar el pasado, están condenados a repetirlo.
Al parecer, luego de observar este filme podría afirmarse que el cineasta Adam McKay ha dejado atrás las inocentes comedias que concibió en los primeros años de su carrera (como Step Brothers, o Anchorman: The Legend of Ron Burgundy) para acercarse más a una completa sátira política, primero con los vídeos publicados en su sitio web llamado Funny or Die (coproducidos con Will Ferrell), para luego presentar su caustica ojeada sobre la crisis financiera ocurrida en el mercado hipotecario con su obra The Big Short (por la cual ganó un Oscar por mejor guión adaptado), y el año pasado decidió abocarse a retratar la dinámica de poder que sucedía dentro de la administración Bush-Cheney, o más bien se enfocó en contar la historia de como una persona discreta y sin pretensiones, un sujeto que servía únicamente como fuente de información dentro de la Casa Blanca y que durante la mayor parte del tiempo que estuvo en ese lugar pasó francamente inadvertido, se convertiría a la postre en el hombre más importante y por ende más poderoso en Estados Unidos.
Desde luego, antes que cualquier otra cuestión que merezca la pena ser destacada, en mi caso pondría el tema del casting que se llevó a cabo en esta cinta como uno de los asuntos más desconcertantes de todos los tiempos, y esto se ratifica cuando se manifiesta en pantalla Christian Bale asumiendo el papel del propio Dick Cheney. Y es que, apenas contemplamos una escena antes de que todas las dudas al respecto se mitiguen, y una vez más se nos recuerda por qué el Señor Bale es uno de los actores más talentosos y fascinantes de la historia cinematográfica. 
Gracias al aumento de peso, el estilo del cabello, el uso de la voz propia de un cascarrabias (no muy diferente al Batman que Bale construyó) y la asimétrica sonrisa, Bale se transforma por completo en Cheney ante nuestros asombrados ojos y esto nos permite centrarnos en la manera en que el cineasta McKay desarrolla los eventos, muchos de los cuales se recuerdan a la perfección (en mi caso, gracias a las obras de Michael Moore), incluso si se estuviera felizmente ignorante de la historia de fondo que rodea a la narrativa de tan singular figura política.
En el arranque de la cinta se nos muestra a Cheney quien es presentado por primera vez en 1963 en su natal Wyoming como un joven borracho, ruidoso y ligeramente pendenciero. Más adelante, el argumento luego salta en la línea de tiempo a eventos clave como el tiempo que permaneció sirviendo como interno a la vez que asistente de Donald Rumsfeld (a quien personifica Steve Carell) y la posterior década de los setenta (en la cual por ejemplo es nombrado el Jefe de Gabinete más joven de la Casa Blanca, después ocurre la derrota de Ford ante Carter y finalmente la campaña que lleva a cabo para alcanzar el puesto de congresista de Wyoming). 
Por otro lado, la esposa de Cheney, Lynne (interpretada por Amy Adams), es retratada como una mujer más ambiciosa que su peculiar marido (al menos en un principio), y en una enardecida escena, empleando un extendido discurso despoja a un joven Cheney de su perpetuo letargo para encaminarlo hacia una plataforma móvil con destino hacia las ligas mayores. En ese punto, si fuese posible viajar en el tiempo, tal vez unos quince años después de que aconteciera tan trascendental evento en la vida del protagonista, no resultaría difícil imaginar a Lynne como la verdadera estrella política en ascenso.
Sin embargo, la historia se vuelve realmente interesante una vez que George Bush padre es elegido como presidente y Cheney se ve obligado a regresar a Washington como Secretario de Defensa. A partir de ese momento, su proceder envuelto en conspiraciones y la búsqueda para obtener el poder a cualquier costo están en plena marcha. Entonces surgen toda clase de pruebas y testimonios que advierten que se debe tener cuidado con el hombre tranquilo y callado, y es evidente que la mayoría de ellas se ajusta al Cheney que se muestra en el filme. 
Es probable que si se haya visto el tráiler de esta producción, seguramente se haya topado con una escena donde George Bush hijo (a quien encarna Sam Rockwell) determina chuparse los dedos luego de disfrutar unas alitas en barbacoa, mientras le está ofreciendo el puesto de vicepresidente a Cheney. De manera sorprendente, esa debe ser una del par de escenas existentes en todo el metraje en las que el director resolvió que Bush debería parecer el perfecto hazmerreir. Es decir, si aún no lo ha descubierto, debe quedar claro que McKay no es la clase de creador que busque beneficiarse de la duda en sus proyectos; en otras palabras, su misión es generalmente resaltar todas aquellas acciones ridículas de los líderes de la nación vecina durante el tiempo que haya durado su mandato.
Ahora bien, dejando de lado que su enfoque sobre la correspondiente historia de Cheney se inclina bastante hacia la izquierda, el realizador McKay debe ser ponderado por entregar una visión más somera de cómo los funcionarios de un gobierno pueden ser capaces de manipular las políticas que rigen una presidencia, así como las declaraciones públicas que realizan tanto ellos mismos como otros miembros del gabinete, e incluso cómo pueden llegar a influir y sesgar con su participación encauzando con ello a determinados grupos focales para conseguir una mejor comprensión de las opiniones que guardaba una parte del pueblo estadounidense.
Finalmente, el editor Hank Corwin (nominado al Oscar por The Big Short) es una parte sustancial en el mantenimiento del apresurado (por breves momentos) ritmo de la película, y el uso de la pesca como metáfora del engaño presente en la política de alguna manera funciona. Además, la utilización de la melodía America que forma parte de la banda sonora de West Side Story es una canción apropiada para terminar con la estimulante, perspicaz y por ratos divertida obra que se ha estado mirando, y contar con la oportunidad de echar un vistazo a la existencia de un inusual político que acumuló poder, al mismo tiempo que de forma infrecuente evitaba la publicidad que la mayoría de los seres de su calaña suelen estar buscando. 
Observe bajo su propio riesgo, como sucede en casos como estos, todo depende de cuales sean sus inclinaciones políticas.

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