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Ôdishon (1999)



Director: Takashi Miike

Duración: 115 minutos

País: Japón

Elenco: Ryo Ishibashi, Eihi Shiina, Tetsu Sawaki, Jun Kunimura, Renji Ishibashi, Miyuki Matsuda, Toshie Negishi, Ren Osugi, Shigeru Saiki, Ken Mitsuishi, Yuriko Hirooka, Fumiyo Kohinata, Misato Nakamura, Yuuto Arima, Ayaka Izumi, entre otros.

" Un hombre que recientemente acaba de enviudar, recibe la oferta de analizar a un grupo de chicas en una audición exclusiva, organizada por un amigo para que en ella logre encontrar una nueva esposa. Al final, la joven por la que se decanta no es quién parece ser, después de todo."

Probablemente sea un acto desproporcionado el describir este filme como una obra excesiva (aunque bien podría asegurarse que en este caso la mezcla de sangre y realismo no resulta tan deslucida como por ejemplo en cintas como Irreversible o aquella sueca tan polémica de nombre A Hole in my Heart), pero todo ello no debería apartar de lo que en última instancia se vuelve una desafiante experiencia alrededor de una poco ortodoxa película.
Si bien la idea de una película que intercambia los géneros a mitad de camino no es un asunto novedoso o radical en sí mismo (aquí podrían colocarse múltiples ejemplos de ello, como From Dusk Till Dawn), la forma en que esta creación te golpea de repente con su propio estilo surrealista de horror/thriller freudiano se vuelve completamente atípica, básicamente porque dicho cambio en el género no se trata únicamente de una mera artimaña (como en la mencionada cinta de Robert Rodriguez), sino que se usa para dilucidar de manera directa sobre aquello que ha sucedido anteriormente en la propia narrativa de la historia.
En mi caso, he tenido la oportunidad de observarla en un par de ocasiones, y en cada una de esos visionados una sola cuestión ha generado mi interés y mi curiosidad a partes iguales: su enorme atención por los detalles, lo pulido que está todo en su acabado y por ende lo logrado que parece ser todo el conjunto. Señalo este punto, porque la mayor parte del trabajo de Takashi Miike (incluidas algunas películas que sinceramente disfruté como Ichi the Killer o Dead or Alive) a veces dan la impresión de ser ejercicios realizados con mucha premura. Sin duda, esto se debía en parte a la notoria e increíble elevada tasa de trabajo de Miike (quien desarrollaba un promedio de tres películas al año), lo que convierte a esta Audición en una obra más destacada. Desde luego, esta breve reseña no pretende minimizar el resto de la filmografía del otrora controvertido director japonés, más bien simplemente pretende enfatizar las fortalezas que me parece se exhiben en este filme, por citar algunas: interpretaciones más que adecuadas, cinematografía deslumbrante, una astuta narrativa cuidadosamente construida, y algunas de las imágenes más memorables (por lo inquietantes que resultan) que se hubieran visto en el cine en aquellos tiempos.
Ahora bien, considerar el tercio final de la cinta como una especie de fantasía de venganza con tintes feministas me parece un juicio oportuno pero solo hasta cierto punto, dado que en algún sentido aceptar esto sería simplificar demasiado todos aquellos aspectos más cerebrales de la narración. A pesar de que he leído algunas criticas en donde se proporcionan algunos puntos excelentes sobre el tema, y por ello se vuelve difícil agregar algo que pudiese calificar como sustancial; a mi parecer interpreto el citado último tercio como una ilustración física de la combinación de culpa y miedo que siente el protagonista Aoyama por una parte hacia su difunta esposa, así como a la nueva y presuntamente ingenua candidata para el terrible contrato. Dicho de otra manera, la culpa con respecto a la fallecida mujer proviene del hecho de tomar la resolución de volverse a casar, mientras que en el caso de Asami por haber celebrado una audición falsa para hallarla y, además, mentirle a todas aquellas mujeres involucradas durante el variado espectáculo (incluso hay un momento donde el propio Aoyama expresa que se siente como una especie de criminal). En cualquier caso, las personas que deciden interpretar todo lo que acontece en pantalla al pie de la letra se están perdiendo lo verdaderamente importante porque la parte final es alguna clase de metáfora que se extiende en el tiempo (incluso si llegados a ese punto observamos la infinidad de interpretaciones diferentes a las que se puede llegar al respecto, lo que ilustra cuán abundante en textura es la simple narrativa).
Por todo esto, desafortunadamente, la agudeza de la obra a menudo se ignora debido a su contenido violento y, como consecuencia, el filme permanece atrapado en una especie de doble vínculo; es decir, es demasiado violenta para todos aquellos espectadores reflexivos y prudentes, pero a su vez es demasiado desafiante en el apartado intelectual para todos aquellos fanáticos del género conocido como Gore
Sin embargo, esta es probablemente una generalización muy difusa de toda aquella audiencia que haya tenido la ocasión de observarla, pero el hecho de que la gente discuta de forma constante sobre su comienzo que tildan en general de aburrido y el final solo se califique como violento, mientras que a mitad de esa manida distinción se le presta muy poca atención a los elementos temáticos de la narrativa, parece sugerir que esta película ha sido malinterpretada en lo que realmente se proponía lograr. Vamos, nada nuevo bajo el sol, hace veinte años la gente vivía despistada al igual que los días que corren.
Dicho lo anterior, considero que este filme no solo tiene como objetivo realizar algún tipo de juicio sobre el estado de las relaciones entre hombres y mujeres, sino que también tiene el propósito de desafiar nuestra percepción del propio género cinematográfico jugando con las convenciones del mismo, provocando con ello tal efecto de modo deliberado que lleve a impactar y desestabilizar a la audiencia. En definitiva, esto es lo que convierte a Audición en una creación tan provocadora. En otras palabras, nosotros la audiencia, nos hemos habituado tanto a las categorizaciones que hacemos de manera indolente en cada uno de los géneros correspondientes de cada película que cuando nos topamos con una historia de amor lo único que deseamos es un romance, y cuando nos encontramos con el terror lo único que anhelamos es ver sangre.
Chocar en este caso con esta confusa amalgama de géneros desafía nuestras expectativas y desmitifica la noción de que todo sobre una película se puede resumir en aquel género en el que debe encajar. No suelo ser partidario del término postmoderno, pero de algún modo esta obra podría ser calificada como tal, ya que es muy consciente de las normas que se han establecido con anterioridad para cada género y determina jugar con cada una de ellas.
Además, este no es simplemente un caso de filme de romance que se mezcla con el terror, sino también un relato con toques realistas que se mezcla con prolongadas fantasías, y este último elemento finalmente se hace cargo de la narración por completo; es evidente que es muy raro que este tipo de cosas suceden en el cine, pero no hace falta decirlo, solo es un dato más que se suma a la aguda originalidad que se muestra en la pantalla.
Si una audiencia convencional está dispuesta a descartar una obra tan comprometida y exigente como esta simplemente porque no cumple con sus estrechas perspectivas acerca de cómo deberían ser las películas, y si no están dispuestos a adoptar un estilo diferente de realización en el séptimo arte y con ello ampliar su entendimiento; entonces espero que la culpa no recaiga en el propio filme, sino en aquel parte del público que la ha rechazado. 
Por mi parte, me sigo alegrando de haberla visto de nuevo.

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