Director: Noah Baumbach
Duración: 137 minutos
País: Reino Unido / Estados Unidos
Elenco: Adam Driver, Scarlett Johansson, Julia Greer, Azhy Robertson, Wallace Shawn, Matthew Maher, Eric Berryman, Mickey Sumner, David Turner, Gideon Glick, Jasmine Cephas Jones, Motell Gyn Foster, Raymond J. Lee, Mary Wiseman, Pete Simpson, entre otros.
" La mirada punzante y a su vez compasiva de Noah Baumbach sobre un matrimonio que se rompe y una familia que se mantiene unida."
A mi entender, las obras cinematográficas cuyas historias giran alrededor de personas que se dedican a la industria del cine, suelen ser en la mayoría de los casos de sospechosa calidad por su tendencia natural a caer en la autocomplacencia (al igual que las novelas sobre escritores), más aún cuando el encargado de escribir el guión también resulta ser el director del proyecto (como es el caso de Noah Baumbach en esta oportunidad).
Y todo el asunto se vuelve más preocupante, cuando todas estas circunstancias sobre las que ha sido concebida la obra van acompañadas de un tiempo de ejecución de más de dos horas y fracción, las campanas de alarma suenan con intensidad incluso antes de empezar a ver el filme.
Dichas expectativas de tono pesimista, en mi experiencia fueron confirmadas de manera rápida y amplia por esta película mal titulada, que se prolonga demasiado en su metraje por puro gusto y por su propio beneficio y por el bien (o no) de los espectadores.
Considerada y vendida como la historia de un matrimonio, la atención de la trama en realidad se centra en el divorcio, pero el subtexto que yace al mero relato es el de la mujer triunfante en un mundo de hombres patéticos. En resumen, esta es otra de esas creaciones que podría designarse con el honroso título de PAH (lo que significa película anti-hombre).
Llegados a este punto, podría formularse que se trata de una película basada en pares que se vuelven contrastantes; es decir, justo en esta parte podría enlistar un gran número de ejemplos que lo constatan: tenemos por un lado a Nueva York que compite con Los Angeles, la costa este contra la oeste, la dirección teatral en oposición a la realización de películas, los procedimientos libres de abogados y aquellos en los que estos seres dominan todo el trámite de forma sucia y tramposa, y finalmente la dominante cónyugue Nicole al lado del desventurado esposo Charlie.
Por otro lado, si bien los personajes femeninos principales son retratados como fuertes, poderosos, decididos, divertidos, talentosos, competentes y ganadores; en la otra parte los hombres generalmente son presentados como seres de brutalidad y avaricia comprobada (como muestra indiscutible de esto, el abogado angelino de nombre Jay) o en su defectos unos infantes egocéntricos.
Precisamente Charlie personifica esto último a cabalidad: realmente no es muy bueno en nada, aparte de dirigir teatro. En otras palabras, no es muy bueno cuando se desempeña como un integrante del matrimonio del que forma parte y tampoco maneja muy bien el tema del divorcio; no es muy bueno con determinadas tareas cotidianas, como ser capaz de colocar el asiento del niño en el automóvil. Es un sujeto torpe, que en alguna escena lo pone de manifiesto al cortarse de forma accidental (sin dejar de ser absurda) el brazo con una navaja de bolsillo, e incluso el personaje alcanza el colmo de lo irrisorio cuando la mujer con la que tuvo el desliz que finalmente llevó al rompimiento de su matrimonio, le ofrece que continúen con su aventura de forma despreocupada y generosa, el tipo de modo increíble ante tan desprendida oferta resuelve simplemente negarse.
Sin embargo, Charlie no es un hombre malvado ni un ser humano despreciable, más bien se trata de un niño que necesita tener a alguien a su lado que haga las funciones de una madre en su existencia en lugar de comportarse como un verdadero adulto; un estado mental que enfatiza de forma profunda con el extraño peinado que porta y que es correspondiente más a los años setenta, y que por cierto comparte con su insoportable hijo de seis años. Además, Nicole también le suele cortar el pelo al par de melenudos. No sé, en algún momento me quede esperando alguna escena en la que ella le estuviese enjabonando la espalda, mientras el estuviese plácidamente bañándose en la tina, para luego secarle de modo tierno, los espacios que existen entre los dedos de los pies.
Finalmente, luego de una furiosa disputa que, como todo lo demás de la obra, dura mucho más de lo necesario para conseguir el ansiado efecto dramático, es Charlie quien termina quebrándose, solo para ser consolado con una palmada en la espalda y una breve caricia en la cabeza por la resuelta Nicole.
Es simple, lo que tenemos aquí, es a dos personas cuyos niveles de narcisismo son muy altos, que quieren seguir con sus carreras y se han encontrado con que la familia se interpone en su camino. Es así que en un extremo tenemos a Nicole que desea hacer más que actuar, pero Charlie jamás le permitió dirigir. Desde luego, con el divorcio aparece la libertad de realizarlo finalmente, ya que lo que el mundo necesita es otro director más, qué vergüenza hubiera sido para la humanidad si Nicole hubiese perdido su gran oportunidad.
Por otro lado Charlie descrito como egoísta, parece más bien un tipo que existe en un perpetuo letargo en la mayoría de las situaciones, especialmente cuando comparte tiempo de calidad con el mocoso insufrible, quiero decir, su amado hijo Henry.
Otro elemento agotador es el hecho de que Johansson reciba la oportunidad de enunciar demasiados monólogos que parecen durar para siempre. En el caso de Driver, un actor cuyo atractivo aun sigo sin encontrar, ofrece otra actuación anodina, más cercana al sonambulismo que otra cosa. Luego está Dern con una personificación exageradamente agresiva, el abogado estereotipado que cualquiera odiaría. Así como también Julie Hagerty, quien da vida a la madre de Nicole y que está a dos pasos de la locura, por lo que se vuelve tan molesta como la mayoría del elenco principal
Y luego, en la escena de cierre de la película, cuando Charle está a punto de llevarse a su hijo en un hermoso tiempo compartido perteneciente a la relación de un padre con un retoño, Nicole se percata de que su agujeta está desatada y la ata para él. Qué cosas, el tipo ni siquiera puede atarse sus propios zapatos, no es de extrañar que no pudiera hacer frente ni a su propia mujer.
Dado que la historia en sí posee muy poca originalidad, a mi juicio la verdadera culminación del proyecto dependía de las actuaciones y lo tocante a la dirección. Para su mala fortuna, el andamiaje que mantiene todo unido es demasiado evidente.
Esto es, a menudo es posible sentir la presencia y la mano del director en lo que emerge en la pantalla, así como las cámaras al acecho frente al elenco que iba leyendo las instrucciones que le entregaban. Como si fuese posible escuchar en primera fila cosas del estilo de: aquí necesitamos un monologo de Scarlett, con un primer plano largo. Como resultado de ello, no hay química entre los alambres que la sostienen porque todo parece demasiado obvio, forzado, artificioso y hasta impostado. Ciertamente, la sutileza no es el punto fuerte de la cinta.
En mi opinión, la única actuación realmente convincente proviene de Alan Alda (un hombre que padece Parkinson), que interpreta al amable abogado Bert Spitz, un personaje secundario.
Y como postre, está el penoso intento de mezclar géneros. En parte, este es un drama familiar serio que involucra el destino de un hijo de una pareja que se halla en plena batalla por su custodia. Pero, como señalaba, Baumbach también apuesta por el humor, con algunas actuaciones excesivas de los abogados angelinos, especialmente Laura Dern, e incluso monta un número musical con baile incluido de la triunfante Nicole, su madre neurótica y su torpe hermana, y no solo eso sino también una triste canción solista para el deprimido Charlie. En resumen, el efecto de esta mezcla es discordante.
Francamente, no puedo esperar a divorciarme de esta obra autocomplaciente.
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