Director: Abbas Kiarostami
Duración: 95 minutos
País: Irán / Francia
Elenco: Homayoun Ershadi, Abdolrahman Bagheri, Afshin Khorshid Bakhtiari, Safar Ali Moradi, Mir Hossein Noori.
" Un hombre de mediana edad quiere suicidarse y recorre con su coche las colinas polvorientas de las afueras de Teherán buscando a alguien que lo entierre si lo consigue."
Kiarostami atacaba de nuevo con otra provocativa cinta, muy en la misma línea que las demás piezas que conforma su filmografía: filmes extensos que implican una búsqueda introspectiva del alma de todos los personajes involucrados y, al hacerlo, hallar algo más que el mero significado o el sentido en la idea de lo que realmente se trata la existencia humana.
Una película minimalista y sin embargo poderosa y vitalista de Abbas Kiarostami que no explica en ningún momento por qué el hombre quiere poner fin a su vida, como tampoco sabremos si finalmente lo consigue. No obstante, cada minuto de su odisea cuya duración es de veinticuatro horas está impregnada de gran dramatismo y de cierto peso filosófico. Desde luego, habría que mencionar que esta obra se considera la película más controvertida de Kiarostami.
Desde el principio hasta el desenlace, Kiarostami nos ofrece un complejo guión repleto de singulares personajes con los que entramos en contacto cada vez que cada uno de ellos resuelve subirse a la camioneta del agobiado conductor, y a medida que aprendemos sobre cada uno de ellos, aprendemos más sobre la propia noción que comentaba al principio sobre el sentido de la vida.
El realizador iraní, que elaboró este filme sin guión y que edificó su historia sobre los diálogos que se desarrollan al interior del auto, filmó a los actores por separado ocupando el otro asiento, e inventó el diálogo que emplean los actores no profesionales, mientras se dedicaba a entrevistarlos.
Por supuesto, se ha discutido mucho acerca del tema del aislamiento que yace latente en la historia, el cual se refleja claramente en la forma en que fue rodada. En ese caso, el espectador bien puede sentirse identificado con el desdichado protagonista, con el soldado kurdo, con el seminarista afgano, con el taxidermista turco, o tal vez con los cuatro cuando cada uno de ellos entra en escena.
En lo que a mi respecta, un simple espectador occidental, lo que convierte las creaciones del director iraní fallecido en experiencias simplemente atrayentes, es que de alguna manera con cada una de las cintas que he visto de su autoria, comienzo a sentir que me encuentro cada vez más cerca del Irán que Kiarostami pretendía mostrarnos en pantalla, y gracias a ello he podido informarme más al respecto. Es decir, con estas obras se conocen, se asimilan y se profundiza en ciertos detalles íntimos de la vida de distintos individuos que habitan aquellas tierras.
A lo largo de la película se descubre que, aunque como muchas de sus creaciones goza de un ritmo narrativo bastante lento, contiene un dialogo extraordinario y demasiado rico en contenido, justo como se esperaría de un producto con el sello de Kiarostami.
En general, sus historias avanzan haciendo uso del citado y alabado pero abundante diálogo, mientras se emplea el polvoriento paisaje irani como telón de fondo. Precisamente, encuentro que gran parte de la fotografía de la que se dispone el filme resulta bastante provechosa para el argumento, ya que se alcanza a percibir la ciudad desde la distancia y se lograban apreciar las arenosas colinas en las afueras de Teherán donde acontece todo este dilema moral transformado en una obra del séptimo arte.
En ese sentido, podría señalarse que es incluso hasta poético contar con el toque idóneo para exponer a un hombre que se encuentra el final de su periplo por este plano, buscando de forma desesperada entre el interminable polvo y los rostros de los pobres trabajadores de Teherán, aquellas respuestas que tanto le preocupan sobre la vida y la muerte. Es más, en muchos sentidos, la película bien podría ser interpretada como una gran metáfora sobre el estado humano en el que se ubican dichos temas tan complicados en la mente de cada uno de sus integrantes.
Llegados a este punto, cabe decir que la historia culmina de una manera demasiado ambigua, aunque eventualmente me quedé con la sensación de que cada espectador puede ser capaz de encontrar su propio sabor a cereza en la película. Desde luego, esta referencia tiene que ver directamente con una de las conversaciones que mantienen los personajes en algún punto de la narrativa, y que además sirvió para brindarle su título en lengua inglesa, que es traducido como El sabor de las cerezas.
Kiarostami fue un maestro en la filmación de paisajes y en la construcción de narraciones semejantes a enseñanzas, cuyas piezas ausentes exigen la participación de la agudeza del espectador. Lo cual se extiende al epilogo, que es para sorpresa de todos demasiado alegre y alusivo, una conclusión basada en la camaradería que sigue a la situación de aislamiento y que irradia una enorme sensación de asombro y euforia.
En mi experiencia con las obras de Kiarostami, suelo quedarme con la impresión de que siempre serán una experiencia bastante filosófica y bastante personal, por lo tanto es natural que generen tanto debate y tanta división de opiniones. En este sentido, a mi parecer sus cintas merecen atesorar un apartado especial, dado que no suelen causar indiferencia entre el público. Tan simple es el modo de apreciarlas, como la existente dualidad entre el amor y el odio.
Sin embargo, si hubiese que hacerse una puntualización a manera casi de advertencia, es que sus filmes si son de manera indudable más lentos que la generalidad de las películas, y por ende requieren que el espectador se separe de cualquier estereotipo occidental que pueda tener sobre lo que está por apreciar en la pantalla. Dicho de otra manera, esta no sería una agradable experiencia para alguien que espera acción o una historia hollywoodense típica, sino más bien lo aconsejable sería recomendarla solo a aquellos que están de humor para una historia filosófica y perspicaz que muestra una visión alternativa de la vida.
En general, la considero una cinta emocionalmente poderosa que se quedará en mi memoria como todas las creaciones de Kiarostami que he visto hasta el momento.
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