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The Sweet Hereafter (1997)



Director: Atom Egoyan

Duración: 112 minutos

País: Canadá

Elenco: Ian Holm, Caerthan Banks, Sarah Polley, Tom McCamus, Gabrielle Rose, Alberta Watson, Maury Chaykin, Stephanie Morgenstern, Kirsten Kieferle, Arsinée Khanjian, Earl Pastko, Simon Baker, David Hemblen, Bruce Greenwood, entre otros.

" El accidente de un autobús escolar ocurrido en un pequeño pueblo, trae como consecuencia la presencia en el lugar de un abogado contratado para defender a las familias de las victimas, pero este hombre descubre que no todo es lo que parece."

El título de la película (conocida por estos lares como Dulce porvenir) se refiere al efecto trágico que provoca el accidente de un autobús escolar en la gente del pueblo de una localidad rural. 
Como un pequeño paréntesis antes de dar comienzo a esta breve reseña, me gustaría exponer que Atom Egoyan suele tratar con determinados temas sociales e ideas muy peculiares en sus creaciones, de las cuales la más popular debe ser Ararat. En otras palabras, los temas que le interesan nunca suelen ser comunes o están enfocados en conseguir un rédito comercial. Aquella historia se centró en el holocausto armenio padecido por los jóvenes turcos, acontecido por los mismos años en que se dio la Primera Guerra Mundial. En ese caso, Egoyan pudo haber contagiado de especial pasión a ese proyecto porque el director es justamente de origen armenio.
Esta cinta que me ocupa, realizada cinco años antes de Ararat, es claramente el trabajo del mismo director. Por lo tanto, se consagra a tratar temas sociales, dolor y sufrimiento humanos, y detenta el mismo estilo lejano de narración, que no está dirigido a determinadas audiencias con capacidades afectivas más desarrolladas. Por lo cual si te sientes atraído por filmes más artísticos o experimentales más que en el mero entretenimiento, y cuentas con la paciencia para sentarte a contemplar una cinta de ritmo lento, puedes encontrar en ella una experiencia gratificante.
La supuesta trama gira en torno al accidente que sufre un autobús escolar en un pequeño poblado y los esfuerzos de un abogado que llega proveniente de la ciudad, interpretado por Ian Holm, para armar una demanda entre los sobrevivientes y las familias de las víctimas. Por su parte, el abogado es un hombre que lucha con sus propios demonios. Divorciado, tiene solo una hija que es adicta a la heroína y por lo visto, el puede ser el culpable del desequilibrio y de la forma en que ha desperdiciado su vida. No creo que valga la pena entrar en detalle sobre los intrincados lazos que hay entre las vidas de las personas en el poblado montañoso. Sin embargo, tal vez sea porque ninguno destaca realmente, a excepción del personaje encarnado por Sarah Polley, una aspirante a cantante que queda en silla de ruedas luego del accidente. Es probable que lo único admirable de la cinta son los temas que explora. El problema fundamental que he tenido con todo el trabajo de Egoyan como cineasta, incluida Ararat, es que de verdad se toma el tiempo para llegar al meollo del asunto. Desde luego, es cierto que se trata de temas complejos en lugar de tramas. Pero también lo es el hecho de que es un realizador que no sabe cómo generar el interés del público, como si sabían hacerlo Billy Wilder u Otto Preminger, verdaderos maestros en el oficio y en los trucos de los cuales disponían en varias de sus creaciones.
Ahora bien, da la impresión de que muchos críticos tienen miedo de juzgar la obra por sus propios méritos, por lo cual decidieron colocarla en un pedestal, desde donde proclamaron que tal cinta estaba fuera de todos los limites de la crítica, como si estuviese prohibida para ser merecedora de cualquier tipo de análisis real y por supuesto objetivo. En algún sentido, de forma inconsciente, el tema tratado en la historia terminó por afectar sus juicios. Esto es simple, se trata de una película sobre un tema muy delicado: la muerte de niños inocentes. Desde luego, los personajes principales del argumento (padres de los niños fallecidos) quedan destrozados después de ocurrido el incidente. 
De tal manera que, para muchos de ellos el hecho de realizar una crítica sobre ella fuese lo mismo que juzgar a los citados padres, así como a todos aquellos padres que hayan experimentado una pérdida tan trágica y tan dolorosa. La cuestión es que, apreciando el filme desde el punto de vista en que el drama expuesto en la pantalla resulta o no efectivo, a mi parecer la historia prácticamente se queda muy corta. Es más, casi podría asegurar que muy poco de lo que narra podría ser calificado de verosímil. 
Pero, vayamos por partes. Si habría algo que destacar en la película luego de un primer acercamiento, dado que resulta muy evidente es su espléndida fotografía, y que además posee una partitura musical que realmente afecta emocionalmente hablando, para cerrar con que su historia avanza a paso de tortuga. Por lo visto, la intención del director era mostrar el rango de emociones que los padres experimentaron después de perder a sus hijos. Pero, ¿qué tiene de profundo centrarse en tal dolor por interminables minutos? 
Entonces hace acto de aparición el personaje principal, un indolente abogado que recorre el lugar tratando de convencer a los padres de que se unan en una especie de demanda colectiva contra la persona o situación no conocida que haya causado el terrible accidente. Obviamente, la mayoría de los padres con los que se reúne, acuerdan unirse a la demanda (muchas de estas escenas con los padres se extienden de forma innecesaria y me parece que podrían haberse condensado fácilmente).
Luego, el descuidado abogado finalmente se encuentra con hombre que le hace pasar un mal rato. Tal vez, este sea el conflicto con tintes más dramáticos que surge durante el desarrollo del relato. No obstante, la oposición de esta persona a unirse a la demanda no tiene mucho sentido, es completamente vaga. Es decir, ¿por qué está tan en contra de unirse a la demanda? ¿por qué está tan enojado con el abogado, si acaba de conocerlo? ¿ su actitud se debe solamente a que siente que el abogado se beneficia a expensas de la gente del pueblo? Aun si esto fuese cierto, ¿es realmente creíble que el sujeto no quiera llegar al fondo de lo que sucedió, en lugar de simplemente pedir que el caso sea cerrado y se clasifique como un mero accidente?
Llegados a este punto, el cierre de la película es aún más inconcebible. Es justo en ese lugar donde deja clara muestra de su negligencia e incapacidad, ya que no parece tener un plan definitivo para juzgar y actuar en consecuencia en el caso. Por ejemplo, alude a varios factores que según su punto de vista causaron el accidente, como una barandilla defectuosa o un tornillo mal colocado dentro del autobús. A mi entender, cualquier abogado real en un caso de esa índole, jamas se hubiera sumado a un proceso como ese en primer lugar sin estar convencido de que podría tener éxito. Casi parece que está seguro de haber hallado la verdad durante el desarrollo de su investigación particular. Un verdadero abogado, ya habría tenido alguna evidencia tangible (descubierta con anterioridad) que lo habría convencido de seguir adelante con el asunto. Además, cuando la joven sobreviviente decide mentir en su declaración, afirmando que la conductora del vehículo conducía demasiado rápido, el abogado aparentemente muy perspicaz resuelve plegarse como un mazo de cartas y decide no interrogarla. Un abogado de verdad, podría haberla hecho picadillo justo en ese instante, pero este sujeto dictamina abandonar el caso y dejar a todos sus clientes en el olvido, flotando en el mismo limbo. En la vida real, probablemente habría sido puesto frente a una junta de ética. 
Precisamente, la mayor incógnita que queda al final de toda la anécdota es ¿por qué aquella joven que sobrevive decide mentir al final? ¿por qué miente sabiendo que con ello está acusando a la inocente conductora del autobús? ¿por qué la extraña muchacha desea que el caso simplemente se desvanezca?
¿es debido a que está tan traumatizada por el accidente que solamente anhela olvidarlo todo? 
Dicho de otra manera, todo lo relatado queda tan abierto y tan ambiguo en esta película que no se llega a comprender ninguna de las motivaciones de los personajes
Por último, suceden a lo largo del metraje algunas conversaciones sin trascendencia (todas ellas por teléfono) entre el abogado y su hija rebelde y drogadicta. En apariencia, se supone que hay algún tipo de paralelo entre la angustia personal que vive el abogado y la angustia que está experimentando la gente del pueblo (y es la explicación que el jurista emplea sobre su motivación cuando aquel tipo del pueblo lo regaña e increpa, justo antes de la escena del testimonio culminante). Es todo este conflicto entre el defensor y la hija meramente gratuito y sencillamente no funciona en términos narrativos. Por obvias razones, no vemos a estos dos personajes juntos y su enfrentamiento es básicamente una historia separada que no cuenta con un lugar real ni fundamental en esta película.
En resumen, se trata de una obra que fundamentalmente carece de sustancia. Se enajena por completo en mostrar la emoción cruda del dolor, pero carece de un elemento que sirva de opositor en el centro del relato para involucrar de lleno en el tema que nos muestra. Es decir, una revisión detallada del dolor en sí mismo no es suficiente para sostener una historia por completo. Por consiguiente, cada vez que surgen conflictos en esta historia, se vuelven anecdóticos, poco conmovedores y, en su mayor parte, carecen del sentido de la autenticidad.
Sin embargo, si formas parte de aquellos que se sienten muy atraídos por la construcción de una atmósfera en particular, acompañada de ciertos estados de ánimo depresivos, esta es la cinta adecuada para ti. En cambio, si se está buscando un solido arco narrativo, acompañado de conflictos desarrollados de maneras convincentes, considero que en este Dulce Porvenir no lo encontrará.

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